Luis Carlos Tovar, Jardín de mi padre, RM, 2021

El 20 de febrero de 1980, Jaime Tovar fue secuestrado por las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y forzado a deambular durante meses por la selva húmeda y tropical en la frontera de la Amazonía Colombiana. Su hijo Luis Carlos, autor del presente libro, apenas contaba con unos meses de edad cuando sucedieron los hechos. Los guerrilleros enviaron una Polaroid a los familiares del cautivo a modo de prueba de vida. Este proyecto parte de la búsqueda de esa fotografía incierta, pero refleja un proceso de desocultamiento que trasciende el suceso; un ejercicio poético que nos habla de nuestra contingencia y finitud, que nos señala el legado como única vía de supervivencia.

“La ausencia de esa fotografía fetiche activa un ensayo visual performático que recurre a los mecanismos de la apropiación y del collage para sacar a la fotografía autobiográfica y documental de sus marcos convencionales”.

Joan Fontcuberta

PUNTO DE FUGA ha querido acercarse a Luis Carlos Tovar para reflexionar un poco más a fondo sobre la experimentación visual en torno al cautiverio, la violencia del silencio y del olvido y las “frágiles capas de la memoria” que no logran crear un tejido, una memoria colectiva en un país marcado por las heridas provocadas por más de un siglo de guerra.

Mirando hacia atrás en la historia reciente de Colombia, muchos intelectuales y artistas han mostrado como este país ha sido profundamente atravesado por el secuestro. Noticia de un secuestro el libro del nobel Gabriel García Márquez, marcó un hito en la narrativa colombiana, abriendo las puertas a largos reportajes novelados sobre este tema. Estábamos en 1996 y el país parecía sumido en una violencia sin fin. En 2010 se publicaba el relato desgarrador de Ingrid Betancourt No hay silencio que no termine, una confesión sobre sus seis años de secuestro a manos de la guerrilla de las FARC-EP. Luis Carlos Tovar responde a esta narrativa al publicar Jardín de mi padre, una obra personal de reconstitución de la memoria que se ha perdido por completo, por el silencio de su padre y la pérdida de la única fotografía polaroid que había sido enviada por la guerrilla como prueba de su supervivencia. 

© Luis Carlos Tovar, Jardín de mi Padre 2018 © Musée de l’Elysée co-edition RM, 2020

P.D.F.: Luis Carlos, ¿cuál es el origen del proyecto Jardín de mi padre?

L.C.T.: Con la firma de los acuerdos de paz se abrieron discusiones sobre la entrega de los archivos personales y fotográficos de las víctimas del conflicto. En el año 2016, la curadora Cristina Lleras, quien hacía parte del equipo de museología de la Dirección del Museo Nacional de la Memoria (Centro Nacional de Memoria Histórica de Bogotá), lanzó una pregunta que para mí fue esencial: “¿Cómo hablamos del dolor del otro y desde qué lugar?”, a sabiendas de que Colombia ha hecho todo para borrar la memoria, ella planteó un proyecto de residencias artísticas para participar en el año cruzado de Colombia-Francia 2017, una investigación en torno a la representación del dolor ajeno, en el que yo estaba invitado a participar y reflexionar acerca de una fotografía que nunca vi: una Polaroid que la guerrilla le tomó a mi papá como prueba de vida, durante su secuestro a comienzos de 1980 y que colgaron en la puerta de entrada de la iglesia de Doncello, un pueblo del Caquetá.

© Luis Carlos Tovar, Jardín de mi Padre 2018 © Musée de l’Elysée co-edition RM, 2020

Las residencias artísticas de Cristina no quedaron seleccionadas para el año cruzado, pero tenía el proyecto escrito, algunos archivos y la necesidad de hacer una revisión de mi infancia.

Quería hacer una película experimental, pero el resultado es este libro del que hice cuatro maquetas en los últimos cinco años. Jardín de mi Padre es un guión con cuatro capítulos. Entre cada capítulo hay un texto. Al final del libro hay un adendum con voces invitadas a reflexionar entorno a la post-memoria y la post-fotografía. Creo que mi investigación se dirige hacia esos temas. Fue una interlocución que me enriqueció mucho, la decisión de tener otras miradas fue sobre la marcha del proyecto. Aún sigo en contacto con Joan Fontcuberta, María Santoyo, Cristina Lleras y Lydia Dorner para futuros proyectos expositivos de Jardín de mi Padre.

© Luis Carlos Tovar, Jardín de mi Padre 2018 © Musée de l’Elysée co-edition RM, 2020

P.D.F.: Luis Carlos, en tu trabajo Jardín de mi padre hay un aspecto experimental muy importante. Las imágenes están marcadas por su propio proceso de decadencia y de descomposición. Fontcuberta hace una analogía entre las heridas de la imagen fotográfica impresa y la obsolescencia de las imágenes. Su reflexión está asociada a la imposibilidad de permanencia, a la permanente lucha de las imágenes por prevalecer y sobreponerse al olvido y a la desaparición de la memoria. Antes de conocer el trasfondo de este proyecto, quería preguntarte por el uso de esa técnica experimental. Cuéntame de qué están hechas esas fotografías.

L.C.T.: El origen material viene de una serie de inventarios del archivo familiar. Adopté el archivo, me apropié de él a través del collage y superimposición de los retratos del álbum familiar. Mi madre creó un archivo durante el cautiverio de mi Padre que luego fue olvidado por 40 años. En su interior están recortes de periódico, diapositivas Ektachrome, telegramas, cartas, entre otros. La superimposición de imágenes (adición-sustracción) es el gesto que permite crear diferentes capas de memoria para mostrar lo confuso que es este ejercicio de re-habitar la infancia.

© Luis Carlos Tovar, Jardín de mi Padre 2018 © Musée de l’Elysée co-edition RM, 2020

Me gusta mucho como lo explica Cristina Lleras en su texto que hace parte del adendum:


Si bien en una primera instancia se puede pensar que Jardín de mi padre es
una tentativa domesticación de una memoria traumática, la carencia de
literalidad hace que esto no sea posible. Ni el libro es una domesticación del
pasado, ni el jardín es una domesticación de la selva. Ambos, sin embargo,
son esfuerzos por hacer habitable el pasado.

Cristina Lleras, En el jardín. Algunas reflexiones sobre naturaleza y conflicto.


Desde el inicio mi primera obstrucción fue no fotografiar a mi Padre o mi familia. Preferí hacer un décalage del archivo. Los arqueólogos usan este término para describir el gesto de desenterrar y limpiar capa por capa el objeto estudiado, esto les permite hacer una revisión y  estudio de las finas capas de tiempo del objeto afectado por el lugar.

Jardín de mi Padre inició hace unos 10 años, mi primera reflexión hablaba de la no-imagen; es decir, de esa fotografía que nunca vi, del reverso de esa prueba de vida. Cuando lo piensas el revés de esa Polaroid, es un cuadrado negro imaginario, que en la historia del arte remite a Malevitch, Man Ray y Magritte, pero que también alude a la historia de lo que no puedes narrar ni ver. Pienso en muchas obras que fueron inspiradoras: el Cuadrado Negro de Malévich (1915), L’image parfaite de Rene Magritte (1928) o Ma derniére photographie de Man Ray (1929).

Una no-imagen es muy potente en el tiempo, hay mucha imaginación… Crecí desde niño especulando como podría ser esa fotografía. Creo que su imposibilidad de verla hizo que tuviera su propio metabolismo dentro de mi.

Hay una tercera capa de memoria que uso en el proyecto. El cianotipo es el recurso perfecto para hablar de ausencia. Cuando se pone sobre un papel una mezcla de citratoférrico amonaquíal con ferricianuro de potasio, se vuelve fotosensible a los rayos UV del sol, que queman la ausencia de los sólidos y lo que queda es una huella, un rastro rodeado de un tono azul, que siempre me hizo pensar en lo que mi papá decía que la selva era como una casa en la que nunca amanece

 © Luis Carlos Tovar, Jardín de mi Padre 2018 © Musée de l’Elysée co-edition RM, 2020

P.D.F.: Hubo tres libros que marcaron los años de cautiverio de tu padre como lo cuentas en tu video de presentación del proyecto. Libros que la guerrilla obligaba a leer a sus prisioneros para adoctrinarlos. El capital de Marx, Los diarios del Ché y ¿Qué hacer? de Lenin. Dentro de las páginas de esos libros, tu papá consiguió recolectar e insertar mariposas, hojas, semillas y flores, como lo haría un naturalista que se adentra en la selva del Caquetá. Supongo que existe en ese gesto la lucha por mantener una ventana de libertad. Lo único que no pudieron robarle fue eso, la libertad de observar. ¿Qué hiciste en tu obra para reapropiarte de este gesto? ¿Los cianotipos que muestras en el libro hacen parte de ese intento por recuperar los especímenes recolectados por tu papá? ¿Cómo los hiciste y qué significan esas fichas de archivo que hay como tela de fondo de la imagen?

L.C.T.: Mi padre llegó del secuestro con una maletica, en ella trajo diferentes elementos naturales como semillas, un herbario, un mariposario, plumas de un pájaro picón, un cráneo de un mico aullador que se tuvo que comer, entre otras cosas. El utilizó los libros como un espacio interior o una arquitectura íntima para salvaguardar esos elementos naturales. Cuando lo piensas estos tres libros son las puertas o tótems de la revolución utópica Latinoamericana. Las únicas fotografías realizadas en Jardín de mi Padre son de estos facsímiles con la diversidad de archivos y elementos naturales nombrados anteriormente.  

© Luis Carlos Tovar, Jardín de mi Padre 2018 © Musée de l’Elysée co-edition RM, 2020

Los cianotipos son creados a partir de un herbario en ruinas. Una de las manías u obsesiones de mi Padre al sobrevivir el secuestro fue sembrar constantemente las plantas de la casa en la que vivíamos en el Caquetá. Las plantas usadas en algunos cianotipos son del jardín que él siguió sembrando por estos 40 años. Todos los cianotipos fueron creados colectivamente con mi familia. Le enseñé a mis hermano/as y a mi madre a realizarlos. Como sabes, la cianotipia es fotografía directa, por contacto, no necesita de la maquina (cámara), no hay intermediario. Yo necesitaba una técnica fotográfica sin distancias con el otro, que permitiera conversar con ellos sobre este periodo de nuestras vidas. Puedo decir que este libro no fue una creación a dos manos.

María Santoyo tiene un texto que se llama Una valiosa Planta. Su texto es extraordinario. Aquí te comparto un fragmento:

En Jardín de mi padre, la memoria contiene la imagen y su metáfora de manera indisoluble. Tovar realizó sus cianotipos en el jardín paterno y su trabajo les confiere una simbología diversa. Las imágenes de su herbario poseen la misma naturaleza fantasmal de aquella Polaroid extraviada. Las plantas se superponen a las fotografías y los documentos del archivo familiar como veladuras que impiden acceder al verdadero recuerdo.

 © Luis Carlos Tovar, Jardín de mi Padre 2018 © Musée de l’Elysée co-edition RM, 2020

P.D.F.: Es un poco injusto hablar del olvido en este proyecto Jardín de mi padre. Si bien no he conseguido ver a tu papá retratado en las imágenes, me parece que está siempre presente a través de ese gesto de recolección de naturaleza muerta. Yo veo más tu trabajo como un esfuerzo de reactivación del recuerdo por medio de la experimentación. Cuando uno mira un álbum familiar, los recuerdos se activan y las narraciones empiezan a tejerse. Supongo que hay algo de eso en tu trabajo, una necesidad de intervenir la realidad y crear imágenes que vayan a ir entretejiendo momentos hasta cubrir la ausencia de tu papá. Cuéntanos un poco más sobre tu relación con la memoria y la forma como fuiste trabajando en un relato de múltiples capas para cubrir esta ausencia.

© Luis Carlos Tovar, Jardín de mi Padre 2018 © Musée de l’Elysée co-edition RM, 2020

L.C.T.: Como dije anteriormente mi primera obstrucción fue no fotografiar a mi Padre o mi familia. Este gesto fue fundamental, mi interés siempre fue activar el archivo de la fotografía vernacula del album familiar y el atlas creado por mi madre. Esto me dio mucha libertad para jugar con esa idea de memoria/post-memoria.

La memoria personal o colectiva existe, pero siempre con elementos ficticios en los que revives elementos del pasado, tus vivencias, tu sensibilidad. La memoria es algo vivo y cambiante (efímero-fútil)…al final toda memoria es una construcción; la realidad tiene elementos de ficción como la ficción tiene elementos de la realidad. Fontcuberta insiste en que debemos dudar del régimen de la verdad…la verdad desde ese punto de vista se vuelve una búsqueda y la post-fotografía nos ayuda en esa búsqueda.

Sí hay fotografías de archivo de mi padre en el libro, pero siempre con algo que obstruye su cara, siempre con una segunda piel que obstruye la posibilidad de identificación de su retrato. El collage permite añadir o substraer, ocultar o señalar.

P.D.F.: Como nos lo contaste, el proyecto nació por la necesidad de compensar la pérdida de la única fotografía de tu papá en su cautiverio. Esa fotografía debía llegarle a tu familia como prueba de la supervivencia de tu papá, pero nunca llegó. El olvido puede venir de dos fenómenos, uno es la ausencia de vivencias compartidas y el otro, es la ausencia de fotografías que den testimonio de eso que se vivió. ¿Cuál es tu postura frente a ese tema del olvido? ¿Qué es lo que pasa en Colombia con relación a este tipo de traumas que viven las familias como la tuya, en donde la violencia y la guerra vienen a interrumpir esa vida familiar? 

L.C.T.: La fotografía sí llegó a manos de mi familia, como expliqué anteriormente, la prueba de vida fue colgada en la puerta de entrada de la iglesia de Doncello, un pueblo del Caquetá.

Mi familia tuvo que irse del Caquetá, después de 40 años, la fotografía y todo el archivo se perdió, mi padre lo escondió tal vez o simplemente fue olvidado…no sé muy bien. El proyecto nace con la búsqueda de ese retrato y se construye a partir de los archivos que encontré en la Biblioteca Nacional y posteriormente con el encuentro de una carpeta roja que mi madre había conservado pero no lo recordaba.

 © Luis Carlos Tovar, Jardín de mi Padre 2018 © Musée de l’Elysée co-edition RM, 2020

Nunca mencionamos el olvido como una posibilidad…la ausencia de esa fotografía provocó en mi una especulación e imaginación por décadas. Borges decía que el olvido es el único perdón y la única venganza. La memoria como respuesta puede ser limitante, peligrosa.  La memoria no tiene fecha de vencimiento o un único autor.

Todos tenemos derecho a hablar de la memoria personal. La pregunta es cómo podemos hacer para que esa memoria personal trascienda a lo colectivo. Cada individuo es un centro de la memoria que vale la pena escuchar y es en esa diversidad que realmente podremos construir una memoria colectiva. Tal vez el problema es el abuso de poder e instrumentalización de la memoria.

Durante el proceso de creación de este proyecto me ayudó mucho una frase de Rilke, “la única patria es la infancia”. Para un niño el terreno de lo metafórico es infinito, entonces como creador prefiero hablar desde ahí, quería re-habitar mi infancia.

© Luis Carlos Tovar, Jardín de mi Padre 2018 © Musée de l’Elysée co-edition RM, 2020

Añado un fragmento del texto Besar al pájaro de Joan Fontcuberta que me parece muy acertado sobre este tema:

Propone la idea de posmemoria como un ejercicio de reconstrucción imaginativa de la experiencia vital, como una terapia generacional que da voz a lo marginado y produce nuevas empatías con el pasado. La posmemoria no se conecta con los hechos mediante una mera constancia de datos, sino a través de una implicación creativa. Si la historia se centra en la descripción del pasado, en la memoria prevalece la construcción del sentido presente. La memoria trabaja con testimonios, la posmemoria, con archivos.

P.D.F.: ¿Cómo fue el proceso editorial de Jardín de mi padre? ¿Hubo un trabajo de diálogo permanente con el editor Ramón Reverte? ¿Qué diferencias hay entre la exposición y el libro?

L.C.T.: El libro pasó por diferentes estados y procesos creativos. El texto empezó desde el año 2010 aunque podría considerar que la primera maqueta se realizó entre el 2015-2018 y contenía únicamente 10 páginas que se publicaron en un libro colectivo de los nominados al Prix Elysée. Fue un reto muy grande editar todo el material a un mise en page en solo diez páginas. Al mismo tiempo te obliga a editarte a ti mismo, tu voz, tus ideas y al final conceptualizas tus intensiones. Trabajé desde el inicio de este proyecto con el diseñador gráfico Nicolas Rouvière con el que me entendí muy bien.

© Luis Carlos Tovar, Jardín de mi Padre 2018 © Musée de l’Elysée co-edition RM, 2020

Los nominados en ese año fueron Laia Abril, Mathieu Asselin, Claude Baechtold, Alexandra Catiere, Alinka Echeverría, Gregory Halpern, Nicola Lo Calzo. En el 2019, el Musée de l’Elysée publicó el libro colectivo, cada uno con su propuesta editorial y una entrevista de la curadora Lydia Dorner hecha a cada uno de nosotros.

La segunda maqueta la terminé para el verano del 2019 y asistí a la presentación del premio nuevamente en Laussane otorgado por Tatyana Franck directora de Musée de l’Elysée y un jurado internacional. Conocí personalmente a Ramón Reverte durante Paris Photo donde se concretó en ese año la coedición de Musée de l’Elysée con RM. El diálogo fue muy enriquecedor con los dos editores y esto permitió el que libro lograra publicarse en el tiempo proyectado. Debemos recordar que en el año 2020 inicia el COVID-19, yo acaba de terminar una residencia en la Cité Internationale des Arts para iniciar otra en Fondation Fiminco pero debido a la pandemia tuve que irme a vivir a un estudio de 15 m2 con mi esposa en Montmartre durante todo el periodo de la cuarentena. Fue gracias al apoyo de ellos y trabajo en equipo que logramos finalizar el libro en un escenario tan difícil.

El libro se entregó para finales de junio 2020 sin ningún retraso pero todas las presentaciones fueron canceladas el siguiente semestre. Por fortuna el libro fue nominado a mejor libro del año en Paris Photo-Aperture Foundation y logró ser expuesto por primera vez en este contexto en la antigua librería Delpire con los otros nominados. Jardín de mi Padre no pudo ser presentado en el Musée de l’Elysée debido a las cuarentenas durante la pandemia y se presentó oficialmente el pasado noviembre en el Grand Palais Éphémère durante Paris Photo 2021 gracias a la invitación de Federica Chiocchetti y The Eyes.

La exposición que realicé el pasado verano en Fondation Fiminco no contiene ningún material del libro aunque si está relacionada con los procesos de investigación. Las exposiciones sobre este proyecto editorial se han presentado únicamente en el Athens Photo Festival, Benaki Museum, 2020. Las demás desafortunadamente están aplazadas por ahora.

P.D.F.: Una serie como Jardín de mi padre debió influenciar en algo tu serie posterior Frictions. Federica fue la curadora de esta exposición. Me gustaría citarla y luego hacerte unas preguntas.

“Rastreando las partes faltantes de las noticias de prensa que aparecieron en las proximidades de las que se refieren al secuestro de su padre por parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en 1980, en los recortes que su madre recopiló minuciosamente del diario colombiano El Tiempo, Tovar ha creado un nuevo archivo accidental que, de alguna manera inconscientemente, se encuentra en fricción constante”.

Federica Chiocchetti, Frictions, Pleins Feux, Fondation Fiminco, 2021

Luis Carlos Tovar, producción de Frictions, cortesía del artista, 2021

¿En qué consiste este trabajo? ¿Cómo fueron desarrollando la exposición o la escenificación de una obra que asocia el archivo de prensa a la fragilidad de nuestra memoria y nuestra tendencia a vivir en el presente continuo de los acontecimientos?  

L.C.T.: El punto de partida de este nuevo proyecto es un inventario de recortes de prensa del diario nacional EL TIEMPO que relatan el secuestro de mi padre y el conflicto armado que mi madre archivó hace 40 años. Muchos de los recortes tenían espacios vacíos y noticias fragmentadas. Puedes leer rápidamente en ellos que la década de los ochenta fue una de las más violentas y dramáticas de Colombia. Yo estoy interesado en el revés de ese archivo, es una información de diferentes categorías que va desde publicidad hasta retratos fragmentados o titulares involuntarios. Realmente cuando trabajas sobre el revés de recortes de periódicos se vuelven en un archivo accidental o involuntario como dijo Federica.

Fui a la Biblioteca Nacional de Colombia buscando la información y las fotografías que faltaban. Esta búsqueda me llevó a revisar la actualidad política y social de la época a través de microfilmes. Empecé a notar que algunas archivos están rallados por la fricción de los rieles del proyector sobre los microfilms…es decir entre más visitas una noticia este microfilm se ralla y su información empieza a borrarse. Este efecto de fricción sobre el rollo del microfilm me interesó como imagen en movimiento. Así que empecé a re-fotografiar una selección de noticias de los microfilms en movimiento.

P.D.F: ¿Por qué decidieron llamar Frictions a este proyecto? ¿En dónde radica la fricción?

L.C.T.: El proyecto Fricciones es una selección de 91 fotografías tomadas de los monitores de consulta de la Biblioteca Nacional de Colombia: 91 noticias ocurridas entre el 20 de febrero y el 15 de mayo de 1980. Son archivos que están en fricción física. Entendiendo la fricción como una fuerza que existe entre dos superficies que entran contacto y que se oponen a su deslizamiento. Su movimiento genera un desgaste de esas dos superficies. Los microfilms o registro de estos periódicos se desmaterializan al moverse cada vez que se desplazan por la pantalla, pierden progresivamente su referente para volverse evanescentes. El texto y la fotografía se vuelven uno. Se captura una imagen borrosa y vaporosa, revelo esta imagen sobre una placa litográfica de aluminio – misma técnica que se utiliza para imprimir periódicos.

Luis Carlos Tovar, Frictions, instalación, Fondation Fiminco,cortesía del artista, 2021

Hablando de post-fotografía y desmaterialización, Fontcuberta se refiere poéticamente a los espíritus que abandonan el cuerpo. Prefiero llamarlo la perdida del Aura. En mi proyecto, el Aura es la imagen en movimiento que se resiste a ser memorizada; el resultado de una secuencia dramática de eventos que conducen a una ausencia en el tiempo y el espacio; la tensión entre la memoria y el olvido.

El término fue utilizado por Walter Benjamín en su influyente ensayo de 1936, La obra de arte en la era de la reproducción mecánica. Benjamín argumentó que «incluso la reproducción más perfecta de una obra de arte carece de un elemento: su presencia en el tiempo y el espacio, su existencia única en el lugar donde se encuentra». Para Benjamín el Aura es la cualidad intrínseca de una obra de arte que no se puede comunicar mediante técnicas de reproducción mecánica, como la fotografía.

Biografía

Luis Carlos Tovar es un artista visual de Bogotá, Colombia, nacido en 1979. Vive entre Bogotá y París. En 2017 obtuvo la maestría en Fotografía Contemporánea en EFTI, Madrid. Sus últimas exposiciones son Frictions, Fondation Fiminco, Paris, 2021, Jardín de mi Padre, Benaki Museum, Atenas, 2020,Le Syndrome d ‘Ulysse, presentada en la Petite Galerie de la Cite lnternationale des Arts en París en 2019, Cartografías de Escape, expuesto en el Festival lnternazionale di Roma, Museo Arte Contemporáneo de Roma en 2016 y en el festival PhotoEspaña premio Descubrimientos en Madrid en el 2018. Su proyecto de exposición Undo / Santander amenaza ruina fue presentado en el Mattatoio de Roma gracias el premio  IILA y en el Museo Leopoldo Rotter, Universidad Nacional, XV Salón Regional Zona Centro, Museo Efímero del Olvido, Bogotá, Colombia en 2015.

La obra de Luis Carlos Tovar está estrechamente relacionada con la posfotografía y con el trabajo de archivos. En muchas de sus series, el artista explora los procesos de creación de la alteridad y cómo la memoria personal da forma a la memoria colectiva. Su obra integra diferentes medios, como la fotografía, el grabado, el collage y la video instalación. 

Recientemente recibió el premio Prix Elysée (2018-2020) que le permitió publicar Jardín de mi Padre, un libro co-editado por el Musée de l’Elysée y RM. El libro fue pre-seleccionado para el premio PhotoBook of the Year 2020 Paris Photo- Aperture Foundation y nominado a mejor libro de artista por ADAGP-MAD en 2021.

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