Nicolás Pousthomis, Sub Editora, PUNTO DE FUGA, 2020

«Teníamos hambre, ganas de acabar con todo. Entregados al destino de la manada corrimos hacia el humo, directo a los tiros. El sol nos quemaba los ojos y la piel; era un sol viejo en un cielo viejo, negro como el asfalto. Nuestros cuerpos sudaban pizza y cumbia villera. Nuestros huesos no aguantaron y se quebraron al atravesar el vidrio de un banco cuando llegó el galope de un caballo y volaron piedras hacia adelante. ¿Y después? ¿Importa el después? Si el fervor de estallido tan solo es un recuerdo del futuro y una predicción del pasado, la continuidad de una lucha que no tiene principio ni final. Matamos y morimos.»

Diciembre, Sub Editora, 2016

En 2016, PUNTO DE FUGA se encontró con la edición de Diciembre, el primer foto- libro de la editorial Sub que reunía las imágenes que realizaron los fotógrafos miembros del colectivo Sub de las revueltas de 2001 en Argentina. El libro era sin lugar a dudas un libro de protesta hecho por medio de una campaña independiente de financiación colectiva e impreso en Chilavert, una empresa quebrada en 2001 y recuperada por sus trabajadores. 

Quince años después, los fotógrafos del colectivo Sub, decidieron hacer una re-escritura de ese primer ensayo en base a nuevas imágenes rescatadas de sus archivos personales. Este libro de protesta que ahora hace parte de la colección Protest in Photobook reunida por Luciano Zuccaccia, retoma crea un registro muy personal de esos días, ilustrando el proceso histórico que decantó de esa efervescencia política y social en un contexto de crisis económica en la Argentina de principios de siglo. El libro se presentó el 15 de diciembre en FoLa y el 17 de diciembre en La Tribu con una conferencia de Cora Gamarnik y una muestra con curadoria: Naty Revale, Javier Del Olmo y Eden B. Kullick.

Con el fin de conocer más a fondo los principios de este grupo de fotógrafos y su necesidad por incursionar en el mundo de los libros de fotografía PUNTO DE FUGA contactó a Nicolás Pousthomis para hablar con él de la editorial y de algunos de los libros que hasta ahora han publicado. 

Entrevista: 

P.D.F.: Nicolás, he estado siguiendo de cerca el trabajo de Sub editorial desde los inicios. La publicación de Diciembre fue un detonante de todo el trabajo que Gisela Volá, Gerónimo Molina, Verónica Borsani y tú han estado haciendo desde 2001. ¿Porqué Diciembre surgió en 2016 y no justo en el momento de las protestas, cuando la Argentina estaba viviendo un momento de gran convulsión por la crisis económica? ¿Cuál fue la intención de sacar un libro de fotografía en ese entonces? 

N.P:  Hola Laura, gracias por invitarnos a conversar con PUNTO DE FUGA. Aunque señalamos el mes de diciembre del 2001 como el nacimiento de Sub, nuestro colectivo nace formalmente tres años más tarde. El 2001 es una fecha simbólica, una manera de reivindicar la herencia de esas jornadas y de asumir la influencia que tuvieron en nosotros. Lo cierto es que nos conocimos en las calles, participando de las protestas y registrando ese momento muy particular de la Argentina, pero recién en el 2004 la idea de fundar una cooperativa se hizo realidad.

El ensayo sobre la crisis del 2001 fue una cobertura periodística antes de ser un fotolibro. La urgencia y la velocidad de esos tiempos reclamaban un tipo de fotografía más directa y declamativa. De hecho, las fotos que conforman ese reportaje original son diferentes de las del fotolibro. Sentíamos la necesidad de compartir nuestras imágenes sobre los sucesos para aportar un punto de vista diferente al de los medios hegemónicos. En el año 2001, todavía no existían las redes sociales e internet era un territorio virgen a conquistar. Nuestras imágenes alimentaron los primeros sitios de contra información del movimiento alter mundialista. 

El desastre argentino con cinco presidentes en una semana, las muertes del veinte de diciembre, el trueque, la confiscación de las cuentas bancarias, los piqueteros, las fábricas recuperadas, las asambleas populares, evidenciaron el fracaso del neoliberalismo extremo. El país que hasta entonces había sido el mejor representante de todas las recetas de los organismos financieros internacionales se encontraba después de diez años de convertibilidad en una situación de crisis política económica y social sin precedente. 

El movimiento alter mundialista le prestó mucha atención a los acontecimientos y a las respuestas de la sociedad a esa crisis porque el 2001 en Argentina fue interpretado en la continuidad del proceso que se inició en 1994 en Seattle con las protestas contra la OMC y que se manifestó de diferentes maneras alrededor del mundo, con los zapatistas en México y las protestas en Genoa, en Torino o en Grecia. La prensa alternativa le prestó especial atención a lo que sucedió en Argentina y nuestras fotos servìan entonces para acompañar e ilustrar los medios de comunicación sociales que trataban de entender lo que sucedía aquí. 

En el año 2016, quince años después, el sistema político se había reciclado y el presidente de entonces, el ultraliberal Mauricio Macri, comienza a implementar políticas económicas que generan mucho malestar en la población y se vive un clima de época parecido al del 2001. Nos pareció el momento adecuado para compartir el ensayo Diciembre. Se cumplían quince años de esas protestas, un tiempo relativamente corto si une lo piensa en términos de procesos históricos. Esas jornadas todavía están presentes en el imaginario colectivo de la población y cada miembro de la sociedad trata de aportar a ese ejercicio de memoria para que los acontecimientos pasados sirvan de enseñanzas. Sub aspiraba entonces a generar reflexión y debate en torno a esas jornadas y el libro sirvió de pretexto para hacer presentaciones y generar espacios de reflexión colectiva. Los encuentros que se hicieron durante el mes de diciembre del 2016 y de todo el año 2017, se realizaban en lugares de activismo o relacionados con los hechos del 2001 y no únicamente en centros vinculados con la fotografía.

Por otro lado, los tiempos de un libro son distintos a los tiempos de un reportaje o una plataforma web y nos pareció el mejor soporte para poder proponer una experiencia superadora al del reportaje web. El relato del libro apela a todos los sentidos y no únicamente a lo visual. Como dice Eduardo Galeano, recordar es volver a pasar por el corazón, volver a sentir. El fotolibro pretende generar algo en el cuerpo del que lo transita. 

P.D.F.: En 2017 y con motivo de la exposición Photobook Phenomenon organizada por CCCB y la Fundació Foto Colectania. Gerry Badger escribió un texto titulado Propaganda vs Protest Books. En ese texto Badger diferencia el libro de protesta y el de propaganda. Según él, el primero nace de un intento conocer los acontecimientos en un momento de convulsión política y liberarse de alguna presión política, social y económica que se ejerce sobre la población; los libros de propaganda son producidos por gobiernos, corporaciones e instituciones estatales con el objetivo de mantener el estatus quo. Sin embargo, en esa distinción, Badger agrega una anotación que me parece interesante. Dice: algunos libros de protesta solo documentan los acontecimientos, mientras que otros fulminan. Ustedes hablan de la frustración del momento y la necesidad de acabar con todo, pero también de liberarse de todo. ¿Ese espíritu seguía existiendo en el momento de hacer el libro? ¿Cómo se dieron las primeras conversaciones del colectivo para hacer esta edición y qué fue lo que los llevó a elegir ciertas imágenes por encima de otras? 

N.P.: Como te contaba anteriormente, nuestra sensibilidad política, nuestra esencia está muy marcada por ese momento, casi anclada en ese periodo. La idea de armar una editorial para dar un soporte más adecuado a ciertos ensayos de Sub, en particular los trabajos de largo aliento, nos había surgido unos años antes. El contenido del fotolibro Diciembre puede parecer nostálgico pero su presentación apela a algo actual y urgente. Elegimos un formato casi de revista con un tamaño de magazine, fotos al corte y tapa blanda para que la manipulación del libro invite a pensarlo en tiempo presente y no como un fragmento de la historia o algo del pasado.

Por otro lado, para nosotros era casi natural inaugurar nuestra editorial con ese trabajo que fue el comienzo de Sub y nuestro primer reportaje. Funciona casi como una declaración de principios en el sentido que concentra el lugar que ocupamos y cómo queremos contar nuestras historias. Por cierto, a lo largo de estos años, los recursos visuales y los lenguajes fotográficos utilizados por el colectivo se transformaron y Diciembre es también el resultado de esa evolución. En tal sentido, el proceso de edición fue bastante extenso y predominó finalmente la idea de privilegiar el conjunto sobre las imágenes particulares. Buscamos entonces reforzar el aspecto sensorial y apelar a las imágenes más evocadoras a efectos de crear el clima particular que queríamos crear en el libro para relatar ese momento tan particular. Por eso en el fotolibro se sacrificó muchas de las imágenes icónicas de Sub y aparecieron imágenes inéditas rescatadas del archivo.

P.D.F.:  No sé si ustedes como cooperativa conciben sus obras como libros de protesta. Al hablar de Diciembre, tú has dicho muchas veces que el registro de las protestas se hizo en formato análogo. En la edición final decidiste con tus colegas adjuntar un facsímil del negativo al proyecto porque la intención era: llevar al lector a imaginar el uso del instrumento analógico, el negativo como un elemento único y veraz, con todos los signos e imperfecciones que pudieran subrayar la batalla. Ese mismo grano está presente en un libro titulado Euromaidan publicado por RIOT BOOKS en 2014. El libro tiene imágenes de la revolución de la ciudad de Kiev en Ucrania hechas por Vladislav Krasnoshchok y Sergiy Lebedynskyy. Ese también fue un proyecto colectivo que buscaba registrar la energía de ese momento revolucionario y su recepción en Europa fue muy positiva. Creo que para muchos lectores era un documento histórico valioso hecho por fotógrafos que también estaban protestando. El activismo asociado a ese ejercicio fotográfico, el uso del grano y de la fotografía análoga le dieron mucho valor a ese trabajo. ¿Es su libro un libro de protesta? ¿Este libro es un documento histórico, una reinterpretación de las protestas, un libro testimonial profundamente marcado por la subjetividad de quienes vivieron las protestas? ¿Cómo lo definirían?

N.P: No sé si lo pensamos en esos términos, creo que diría que no. Ell espacio para la protesta y para intervenir con las imágenes a nivel político no es el de los libros. En nuestro caso, entendemos que el dispositivo permite desarrollar un relato más íntimo y poético que como pieza de comunicación propagandística o de agite político. Por otro lado, se hicieron varias publicaciones sobre los eventos del 2001 y entendimos que nuestro aporte tendría que ser desde la mirada particular de Sub. En ese sentido, elegimos resaltar la postura política que se desprenden de las imágenes. Se construyó todo el relato visual desde esa perspectiva, como si la historia fuera contada por un manifestante más y no por un fotoperiodista o un testigo neutral. Ese aspecto es quizás el punto más distintivo de nuestro material alrededor del 2001, son imágenes tomadas desde adentro con un compromiso total con los hechos. Es la razón por la que el libro se inicia con la imagen de un policía apuntando a la cámara. Con esa imagen, señalamos dónde estamos parados, desde donde elegimos contar la historia y señalamos de donde venía la violencia desde nuestro punto de vista. Por otro lado, hay muchas imágenes de manifestantes de espalda emulando la mirada de un participante, como acompañando el movimiento.

P.D.F.: Para ti conceptualmente el libro no es solo documentación sino también reflexión, una visión diferente de las protestas callejeras que intenta acercar al lector a los hechos que realmente sucedieron. ¿Cuál es la diferencia entre documentar e informar? ¿Qué efectos tuvo este libro en la comunidad de fotógrafos y en el entorno en el cual ustedes se mueven?  

N.P: En ambos casos es necesario tener conocimientos sobre lo que se está trabajando. Quizás la diferencia esté en el nivel de compromiso asumido por parte del autor. Documentar significa tomar partido y dejar constancia de eso en el relato. Al menos de manera explícita ya que cualquier producción lleva el sello de quien la produce. En nuestro caso, siempre hemos elegido construir nuestra identidad en base a unos postulados bastante claros. Por eso en nuestra página web, sólo figuran reportajes del continente que habitamos, el territorio latinoamericano. En este mismo orden de ideas, nos gusta pensar que todo el sitio se puede recorrer como una sola historia, que el estilo y el modo de mirar el mundo es el mismo en todos los reportajes, incluso en aquellos en el que documentamos protagonista con los que no sentimos particular empatía.

El fotolibro Diciembre se presentó en muchos espacios diferentes. En cada ciudad intentáramos escoger un espacio vinculado a la fotografía y otro más ligado a debate político. Fue interesante utilizar el libro como disparador para pensar la actualidad del momento con esa perspectiva determinada. En un museo o en un centro cultural las preguntas eran más del orden del relato visual y en los centros sociales se abordaban cuestiones políticas y cuáles podrían ser las enseñanzas a rescatar de ese proceso de época.

P.D.F.: Hablemos de tu libro Qhapaq Ñan publicado en 2018. Qhapaq Ñan significa “camino principal” en quechua. Con ese nombre se inauguró una gran red vial que cruza seis países a lo largo de la cordillera de los Andes. Según lo cuentas, estos son caminos con infinidades de rutas y sendas por donde transitaban las comunidades que vivían en ese gran territorio montañoso. Hoy no tenemos el mismo modo de conocer el mundo y habitar la tierra. ¿Cómo empezó este proyecto?

N.P: El músico Gustavo Santaolalla había hecho un viaje en 1985 para conocer la música autóctona argentina. Después de todos esos años, decidió volver a transitar algunos de esos lugares y conectar con ese territorio. El Qhapaq Ñan fue la excusa para recorrer este camino con una disposición especial en la escucha. El Qhapaq Ñan representaba además un nuevo desafío ya que la huella de la ruta desapareció casi por completo en la mayor parte de sus tramos. Es una historia vieja de quinientos años. Gustavo convocó a Sub para acompañarlo y tratar de documentar ese viaje.

P.D.F.: Detrás de tu libro hay un concepto muy profundo y sagrado que tiene que ver con el concepto indígena del territorio. Si entiendo bien, con este proyecto querías manifestar la expresión tangible de un gran proyecto político y económico, el Tawantinsuyo, que tuvo como objetivo la integración social, política y económica de gran parte de los Andes y de las diversas culturas que lo constituían. ¿Cómo representar con la fotografía esa concepción del mundo, ese territorio sagrado extenso de los Andes que fue habitado por comunidades indígenas ancestrales? ¿Qué ha quedado de ese conocimiento y cómo transmitirlo?

N.P: Ese aspecto fue el mayor atractivo. El viaje se produjo en un ambiente de mucho silencio y escucha. Recuerdo que tuvimos que predisponernos de manera muy especial para conectar con el territorio y adoptar una actitud de profundo respeto y humildad. Como fotógrafo documentalista, mis temas de predilección son las historias y los seres humanos que las generan. En este viaje, sin embargo, me centré en el paisaje y en retratar el territorio. Por otro lado, la consigna de mis compañeros de Sub era la de evitar en lo posible caer en un lugar de comodidad y hacer las imágenes editoriales, las postales o de fotografía turística. Fue un gran desafío para mí y me lleve un gran recuerdo de esos cuarenta días de viaje y de esos momentos de comunión con estas tierras. 

P.D.F.: Me parece interesante que hayas integrado la música a tu proyecto. Acompañando al músico Gustavo Santaolalla, intentaste fotografiar el eco de las voces y la huella de los pasos que, después de 500 años, todavía perduran en los paisajes de estas tierras. El libro es parte de un trabajo que se completa con una serie documental y un disco con la música. ¿Podrías compartir imágenes y un extracto sonoro de ese proyecto para que tengamos una experiencia del encuentro con ese territorio? 

N.P: Claro. El codigo QR para acceder a la música figura en el libro y es clave para entender las fotografías. 

P.D.F.: ¿Cuál fue la experiencia que tuviste al encontrarte con ese territorio, viajando con Gustavo Santaolalla y porqué integrar un libro a ese proceso?

N.P: El viaje se inició en Ranchillos, en la provincia de Mendoza, el lugar más austral al que llegaron los Incas. Allí, nos recibieron Los Huarpes, una comunidad que cuida de los lugares sagrados de esa zona del Qhapaq Ñan. La comunidad se rehúsa a llamarlos “ruinas” porque son espacios que consideran vivos aún. Antes de poder empezar el viaje, exigieron que se hiciera una ceremonia para pedir permiso para poder realizar el viaje y preguntar a los espíritus si autorizaban nuestra expedición. Recién en ese momento supimos que el viaje se iba a realizar. Ese día, al amanecer, sin cámaras ni guion, nos comprometimos a viajar según esos auspicios y respetar esa palabra sagrada. En ese momento entendí la dimensión espiritual del viaje y sentí una enorme gratitud por poder efectuarlo. Son lugares de acceso muy difícil y poder recorrerlos fue una experiencia personal muy fuerte.

Te diría que la fotografía pasó a un segundo plano en ese contexto. Originalmente el viaje iba a ser hasta Humahuaca, la frontera de Argentina con Bolivia pero los Huarpes le entregaron a Gustavo una pluma de cóndor para que se la entregue a la máxima autoridad indigena del continente, en ese momento Evo Morales. Le enseñaron también a hacer unos Quipus, (nudos que forman como un alfabeto). Es un lenguaje que se perdió a causa de la masacre de los conquistadores, pero los quipus de Gustavo simbolizaban los encuentros que iba a realizando durante el viaje y que quedaban plasmados en esos nudos hechos sobre la pluma del cóndor.  El viaje terminó entonces en Tiwanaku y la pluma está ahora en el Palacio Quemado, la casa de gobierno de Bolivia.

Un libro de fotografía, largo, extenso y clásico fue entonces el mejor modo de contar esa experiencia. Le pedimos a Adriana Lestido que sea la responsable de la edición y aporte su mirada sensible. Hay una cuestión mística en el viaje y Adriana sabe observar hasta lo invisible. 

P.D.F.: Ese mismo año se publicó en diversas editoriales el proyecto de Antoine d’Agata, Oscurana. El principio era muy simple pero el resultado fue interesante. A partir de una selección del trabajo de Antoine d’Agata, en sus viajes por Brasil, Perú, Nicaragua, Salvador, Ecuador, Bolivia, Guatemala, Haití, Puerto Rico, Estados Unidos, Cuba y México el fotógrafo reunió a seis editoriales independientes para invitarlas a producir cada una su propia versión de ese trabajo. Las editoriales participantes fueron: Ediciones FIFV, (Chile), Inframundo (México), Kwy (Perú), Le Dernier Cri, (Francia), Sub Editora (Argentina) y VOID (Brasil-Grecia). Los seis diferentes libros más un fanzine del texto en inglés comparten la declaración artística del autor, el texto llamado Oscurana y un mismo formato, dando a cada editor la libertad en la selección de las imágenes, el diseño, la elección de materiales, formas de impresión y encuadernación. Parece que todo el proceso fue muy colaborativo. ¿Podrías hablar algo más de los orígenes de ese proyecto y explicar un poco el proceso colaborativo? 

N.P: Es una experiencia extraordinaria y me parece que es un proyecto interesante para tomar como referencia para futuros trabajos. Recuerdo que en los festivales algunas de las dificultades recurrentes que aparecen entre les participantes tenían que ver con la distribución de los fotolibros y con la posibilidad de llegar a un público más amplio. Ana Casas Broda tomó nota de esas cuestiones e ideó con Antoine D’Agata este proyecto piloto. Fue una propuesta muy loca y una aventura muy especial ya que los tiempos eran muy escuetos y los recursos económicos nulos. Se puso entonces en juego la disposición, el entusiasmo y la creatividad de cada editorial. 

Las ganas de participar del proyecto fueron primordiales y creo que eso se siente en el resultado final, desde los fotolibros separados con la interpretación particular de cada editorial pero sobre todo con la caja y el diálogo que se establece entre las seis propuestas. Es muy interesante poder ver cada propuesta y entenderla según el lugar en la que fue producida y la identidad de cada editorial. Es bastante evidente que no es lo mismo editar en Chile, en Méjico, en Argentina, en Perú, en Brasil o en Marsella, pero es interesante ver cómo se completan las miradas. Es un proyecto interesante desde el aspecto colaborativo y las posibilidades que se despliegan. El fotolibro Diciembre por ejemplo, se agotó y me encantaría reeditar el año que viene. Me parece una linda idea pensar que en lugar de viajar con los libros por el mundo, cada país que quiera pueda editar su propia versión.

P.D.F.: Oscurana es un trabajo crudo, visceral. El fotógrafo tiene una visión brutal de la sexualidad. El retrato de las sociedades tomadas en la espiral de la violencia es muy escandaloso. A través de la degeneración y el paroxismo del sexo, de los cuerpos y de la carne, el fotógrafo trata de revelar fragmentos de la sociedad que escapan del análisis y visualización acostumbrados de la sociedad. Es una obra muy representativa de este fotógrafo de Magnum. Recuerdo bien su exposición en LE BAL en 2013 en París. Yo trabajaba por ese entonces como librera allá y pude ver de cerca muchos de sus libros: Insomnia, Vortex, Stigma, Psychogéographie, Ice y el catálogo Anticorps. ¿Por qué trabajaron en esta publicación Oscurana? ¿Qué revela del lenguaje editorial de quienes participaron? ¿Cómo fue la experiencia de editar una obra tan violenta? 

N.P.: Voy a ser totalmente honesto con vos y contarte que tuvimos varios debates en Sub para decidir si íbamos a aceptar la propuesta. Las dudas tenían que ver con este aspecto que señalas. El trabajo de autor de Antoine es muy particular y en ciertos aspectos es diametralmente opuesto a la visión de Sub. Solemos buscar la construcción y la luz en los reportajes que efectuamos y Antoine, al contrario, se sumerge por completo en relatos muy oscuros. Hay mucha dualidad en su trabajo, pero para nosotros era importante pensarlo dentro de la identidad que fue construyendo nuestro colectivo con los años. Después de reflexionar bastante decidimos que era un libro necesario y que si la cuestión nos incomodaba era un buen punto de partida. Leer los textos que acompañan el trabajo y hablar con él por teléfono sobre estas cuestiones fue también determinante para decidirnos. Nos gusta reinventar nuestro colectivo y ponernos en peligro también.

Luego, se dio todo de manera muy natural y nos encontramos trabajando de manera muy efectiva con colegas de otros ámbitos que hicieron posible que el libro se hiciera y llegara a término. Nos divierte pensar que Diciembre se hizo en quince años y Oscurana en apenas seis semanas.

De todo el corpus de trabajo de Oscurana elegimos las imágenes que menos conocíamos de Antoine, un trabajo en color y en lenguaje “post fotográfico”. Le dimos mucha importancia a los textos e intercalamos sus autorretratos e imágenes de su intimidad para acentuar el mensaje. Utilizamos también la técnica de la risografía para quitarle definición y trasformar imágenes muy explícitas en piezas gráficas impersonales y atemporales. Durante los tiempos de producción, el intercambio con algunas de las otras editoriales fue directo y fluido para no pisarnos y ayudarnos a resolver ciertas cuestiones técnicas.

P.D.F.: Me parece interesante ver cómo la mayoría de estos libros producidos por Sub Editora son el resultado de un trabajo de varios autores. Ese proceso no es nada fácil. No somos lo que te esperas es un fotolibro de autoría colectiva de Verónica Borsani, Luzía Fernández Loiza, Paula Marinaro & Loreley Ritta, cuatro fotógrafas mujeres. A través de imágenes analógicas, el libro cuenta la historia de la vida cotidiana en una comunidad anarco-punk durante el cambio de siglo pasado en Argentina, y sus relaciones con Uruguay, Chile, México, España y Alemania. ¿Este es un libro provocador? ¿Porqué era importante cubrir un territorio amplio que fuera más allá de Latinoamérica? 

N.P.: Este libro tiene muchas similitudes con el libro Diciembre. El narrador en primera persona, la cuestión nostálgica pero traída a tiempos presentes, el ritmo del relato, el carácter analógico. En la última página figuran los nombres y los lugares donde fueron hechas las imágenes por una cuestión de respeto hacia los protagonistas, pero creo que es un detalle en el que no repara especialmente el lector común. Casi todas las imágenes son de Latinoamérica, pero nos pareció interesante englobar otras partes del mundo como una manera de cuestionar también las referencias geográficas. Como ese famoso dicho que estipula que “el mapa no es el territorio”. La cartografía de esa historia vincula espacios cercanos, aunque a veces lejanos en distancia. Por otro lado, no lo considero un libro provocador. 

El libro toca todos los temas vinculados al anarco punk, el “descontrol”, la música, la droga, los pogos, el bardo, las ocupaciones, pero todos esos temas son tratados con una mirada muy cómplice. No hay juicio de valor ni cuestiones moralistas. Esos espacios al ser retratados por los propios protagonistas evitan los lugares comunes y los clichés. Por otro lado, ese relato cohabita con el cuidado, el cariño, el arte, la lucha, la solidaridad, el apoyo mutuo y muchos valores vinculados al anarquismo. Pero no es un libro que aspira a provocar sino a contar una historia y usar recursos visuales acordes para que le lector interpreta el mensaje que quisimos comunicar. Por otro lado, es un fotolibro hecho principalmente por las autoras y ellas le dieron ese tono particular porque básicamente contaban su propia historia.

P.D.F.: Las fotografías que componen el proyecto fueron tomadas entre 1995 y 2008 por Verónica Borsani, Luzía Fernández Loiza, Paula Marinaro y Loreley Ritta, entre sus 16 y 25 años. Esa es una época sin duda muy compleja. La rebelión de la adolescencia, la búsqueda de la identidad el descubrimiento de la sexualidad y de la feminidad. Hay muchas cosas forjándonos día a día. ¿Es este un libro de retrato generacional? 

N.P: Tal cual, como te comentaba anteriormente, el fotolibro rescata el aspecto cotidiano de ese movimiento. Es una aventura de época compuesta con lo que señalas y también el viaje, el ocio, la camaradería y los momentos felices, pero también los momentos más picantes. Creo que, en parte, muchas adolescentes de hoy pueden encontrar similitudes con las historias que transitan elles hoy día.

P.D.F.: Siempre me ha parecido difícil tratar el tema del colectivo porque hay dos tendencias en él: una que es la de diluir la expresión individual por expresar una causa y un lenguaje comunes; la otra es la de reunir individualidades sin que logra condensarse siempre algo totalmente compartido. ¿Porqué es importante que haya sido hecho con múltiples autoras? ¿Cómo fue ese trabajo con las cuatro mujeres?  

N.P: El proceso de edición nos llevó más de siete años. La idea era trabajar como hacemos generalmente y priorizar la historia sobre las imágenes individuales. En tal sentido, es importante encontrar coherencia visual para que el conjunto se pueda leer como un único relato. En este caso, las imágenes ya estaban hechas y había un gran abanico de lenguajes, de técnicas, miradas y propuestas. Asumimos entonces esa diversidad y construimos el relato con ese postulado y tratando de tomarlo justamente como una virtud. Ellas participaron de ese proceso y nos dimos el tiempo necesario para que todos pudiéramos quedar contentes. De hecho, Vero Borsani es una de las autoras y es también parte de Sub editora. Ella fue la principal responsable de que ese proyecto se realice con tanto éxito. Loreley Ritta también fue clave. Ella estuvo, sostuvo y trabajó muchísimo a Veronica y escaneó todo el material en alta definición. No hubiera sido posible sin el apoyo laboral y emocional de Loreley a todo este proceso. 

P.D.F.: Hoy en día nuestras sociedades han generado muchos cruces y muchos intercambios entre los distintos movimientos de contra cultura. El movimiento H.I.J.O.S., el movimiento LGTBI+ y los desocupados no son entidades totalmente separadas o al menos, quienes se identifican con algún movimiento pueden marchar en defensa de múltiples causas. El cotidiano de quienes hacen parte de estos movimientos contra-culturales también se asocia con el activismo. ¿Qué trato le dieron ustedes a la cotidianidad y al activismo en este libro?  ¿Cómo expresar esa doble faceta tan integrada en la vida de estas personas? 

N.P.: Es un postulado que tenemos presente casi desde los comienzos de nuestra cooperativa. Entendimos que para ser coherente con el contenido de nuestras imágenes teníamos que aplicarlo en nuestra cooperativa y en nuestra vida diaria. Nos dimos cuenta que era más subversivo formar una cooperativa y cuestionar las relaciones de poder dentro de nuestra propia práctica cotidiana que hacer fotos de denuncias. Finalmente, era una manera de poner en práctica esos reclamos y de empezar a poner en marcha los sueños. 

Después de cubrir muchas marchas, nos pareció que esas manifestaciones eran sólo la expresión pública de los procesos políticos y que era más interesante contar la parte menos accesible de las historias. En el caso de este libro, fue sencillo porque las propias protagonistas son las narradoras. Hay imágenes de marchas, pero lo más revolucionario tiene que ver con exponer un tipo de vida libertario y feliz.

P.D.F.: ¿Qué libros están editando en el momento? ¿Podrías compartirnos algo que esté en proceso?  

N.P: Tenemos algunos libros en bandeja, pero ninguno va a salir en este 2020. Un ensayo de Gisela Volà sobre la cantante Gilda, un trabajo más autorreferencial de Veronica Borsani y una historia de amor que aún está en fase incipiente son los proyectos que tenemos ganas de encarar en el futuro.

P.D.F.: Me pregunto viendo todos estos libros, si ustedes publican su fotografía en reacción a los acontecimientos socio políticos del mundo, como una forma de generar discursos diferentes a los que comúnmente generan la prensa y los reporteros clásicos, si responden a las necesidades de forjar una identidad propia expresadas por las comunidades que apoyan o si todo es fruto de una colaboración artística que va más allá del acontecer político y social. 

N.P: No sé si hay una fórmula específica. Nuestro principal objetivo era aportar una mirada personal y específica. Queríamos también proveer los movimientos sociales de imágenes que rompan con ciertos clichés que se construyen desde los medios. Con el tiempo y las nuevas tecnologías, nos liberamos un poco de ese mandato propio y empezamos mirar de otra manera y pensar en series y en trabajos más cuestionadores, que abran interrogantes y que generen reflexión. Por otro lado, nos abocamos mucho también a la gestión cultural y a la formación visual con los talleres y el laboratorio de investigación y producción visual. Estar en contacto con otros fotógrafos y artistas nos ha sido muy benéfico también y sentimos que podemos ayudar compartiendo nuestra experiencia.

P.D.F.: Por último, me gustaría preguntarte cuáles son tus cinco libros favoritos hechos en Latinoamérica últimamente y qué piensas del panorama editorial del continente. ¿Somos lo suficientemente independientes para no tener que depender de la escena norteamericana o europea? 

N.P: Me gusta mucho la producción latinoamericana de fotolibros actuales y valoro las particularidades del continente para producir materiales distintos. Se asume cada vez más el adn del territorio con sus propios materiales, sus propios ritmos de lectura y el universo visual de este vasto continente. Pienso en los trabajos de KWY en Perú, la labor del CDF en Montevideo, lo que se hace en Colombia por ejemplo con el trabajo de Juanita Escobar o de Jorge Panchoaga, también en Chile desde la librería Flach o yendo un poco más lejos la incubadora de libros de Ana Casas Broda. Creo que hay una actividad muy intensa e interesante y un intercambio de saberes que nos alimenta a todos

Me parece que somos conscientes de que somos un continente periférico en términos de mercado, pero creo que ahora se logra hacer la distinción de cuál es el objetivo de la publicación y para qué y para quién se está produciendo. 

P.D.F.: Es cierto, en Colombia empiezan a subir proyectos con identidad propia. Pienso en Raya Editorial, en Año fotografía expandida de latinoamérica, en Tiro y Retiro el festival de Baudó Agencia Pública, Ojo Rojo Fábrica Visual y en Visual Storytelling Projects, todos proyectos colaborativos que buscan crean nuevas formas de hacer crónica utilizando la fotografía y asociándola a medios digitales. Es una aproximación que también apela a la antropología, al periodismo y al lenguaje documental.

Joseph Zárate & Musuk Nolte, Por qué contar el dolor de la selva, Vist Projects, 28.09.2020

Victor Galeano, Todas las hojas son del viento , Baudó Agencia pública, 2019

Sub Editora
www.sub.coop
@subeditora

El colectivo Sub, surge al calor de las protestas y de las iniciativas que se generaron frente a la crisis económica neoliberal que atravesó la sociedad argentina a principios de este siglo XXI. Quince años después de haberse constituido, los fotógrafos decidieron hacer una re-escritura de ese primer ensayo en base a nuevas imágenes rescatadas de sus archivos personales. En diciembre de 2016, el proyecto “Diciembre” se convirtió en el primer libro de fotografía de la cooperativa, publicado bajo el sello de Sub Editora. 

Los libros:

  • Nicolás Pousthomis, Qhapaq Ñan, Sub Editora, 2018
  • Antoine d’Agata, Oscurana, Sub editora, 2018
  • Verónica Borsani, Luzía Fernández Loiza, Paula Marinaro & Loreley Ritta, No somos lo que te esperas, Sub Editora, 2018
  • Sub (col.), Diciembre, Sub Editora, 2016

Sub Cooperativa 

Sub es una cooperativa de fotógrafos nacida en Buenos Aires a fines del 2004, integrada por cinco personas. En Buenos Aires: Gisela Volá, Nicolás Pousthomis, Gerónimo Molina y Verónica Borsani. En Madrid: Olmo Calvo Rodríguez. El colectivo surge al calor de las protestas y de las iniciativas que se generaron frente a la crisis económica neoliberal que atravesó la sociedad argentina a principios de este siglo. Las imágenes que realizaron los miembros de Sub acompañaron la historia urgente de esos días e ilustraron el proceso histórico que decantó de esa efervescencia política y social.

Sub es también un espacio colaborativo en el cual no solo intervienen los fotógrafos y una diseñadora gráfica, sino que también participan activamente artistas, periodistas, escritores e historiadores, en un intento de contar a partir de múltiples herramientas y lenguajes diversos, todas las historias que nos interesan. «Porque ante todo somos contadores de historias». Han formado parte de Sub: Argeo Ameztoy, Giovanny Garrido, Juan Vera, Nancy Lucero, Ignacio Smith, Sebastián Hacher, Gabriela Mitidieri y Martín Barzilai.

El trabajo de edición, de educación y de gestión cultural hecho por la cooperativa, profundiza en la creación de una identidad colectiva y la realización de investigaciones fotográficas en el territorio latinoamericano. Los miembros de Sub comparten ideas para establecer horizontes posibles y deseables hacia donde caminar juntos. La búsqueda y el aprendizaje constante, en discusión y en consenso, es una apuesta en común a desarrollar ideas y estrategias para que este proyecto de trabajo colectivo que lleva quince años, continúe latiendo. 

Reportajes

Sus reportajes son publicados en numerosos medios de comunicación: Der Spiegel, Die Zeit, L-Mag, Petra (Alemania); Valor Económico (Brasil); SOHO (Colombia – Argentina); New York Times, Newsweek, Private, NACLA (EE.UU.); El País, Interviú (España); Libération, Forbes Afrique, Le Monde Diplomatique, Le Monde Magazine, Expansion, Géo (Francia); Index (Hungría); La Repubblica (Italia); Transit (Japón); Gatopardo (México); El Nuevo Día (Puerto Rico); Revista Viva, Diario Clarín, La Nación Revista, Playboy, Rolling Stone, Lugares, Anfibia, Cosecha Roja, Le Monde Diplomatique, Hecho en Buenos Aires, THC, Página 12 (Argentina), entre otros.

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