Salvi Danés, A les 8 al bar Eusebi, Socarrel Edicions, 2019

Són sis picos en cadena.
Que ens vigilen a la trena.
Per què no marxem
si som innocents?
És tot verd el meu xabolo.
S’anomena la “lechuga”.
Tancat dalt del palomar,
jo vull marxar.
Només queda fer el majara.
Jo no pago aquesta mort.
Sóc innocent.
Jo vull marxar.
Fugim tots de la Modelo.
La justicia és un camelo.
Perquè no marxem
si som innocents?
Pepe Sales (Barcelona, 1954 – Vallclara, 1994)
Seis policías seguidos,
nos están vigilando desde el primer instante.
¿Por qué no nos vamos?
si somos inocentes?
Todo es verde en mi jaula.
Se llama lechuga.
Estoy encerrado en el palomar,
Quiero irme.
Lo único que queda es fingir estar loco.
No pago esta muerte.
Soy inocente.
Quiero irme.
Huyamos de La Modelo
La justicia es un engaño
¿Por qué no nos vamos?
si somos inocentes?
Pepe Sales (Barcelona, ​​1954 – Vallclara, 1994)

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A Les 8 a Bar Eusebi es una extraordinaria serie fotográfica de Salvi Danés que oscila entre el thriller, la mirada indiscreta y el relato policiaco. Existe una estética precisa marcada por un rojo ardiente y unos tonos naranja que reenvían al cine de bandidos de grandes maestros como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese o Sergio Leone. Sólo que esta vez, no se trata de hacer un retrato de la mafia en una américa marcada por el crimen. La discreción de cada registro, su enfoque indirecto, hecho desde un ángulo preciso para ver sin ser visto abren la narrativa de una supuesta investigación criminal que sólo se basa en los encuentros cotidianos entre ex prisioneros, familiares de presos y policías en el Bar Eusebi, a unos pasos de la entrada de la cárcel La Model en Barcelona. Ese lugar ya no es una prisión, pero su arquitectura sigue siendo el lugar de la memoria de los crímenes urbanos y el color ocre de sus muros en ruinas, llenos de óxido, habla bien del ambiente de deterioro de un lugar que se presta para recrear un imaginario en torno al sub-mundo de las grandes ciudades como Barcelona.

Georgie Sinclair, escribe un texto para la plataforma Unseen que explica muy bien el ambiente de este libro: “La actividad criminal se está gestando en un café de la esquina. Los personajes sombríos hablan en voz baja en los teléfonos móviles. Otros miran de reojo mientras intercambian objetos indescifrables en callejones. A la distancia se encuentra la infame prisión La Model de Barcelona, ​​que cerró sus puertas en 2017 tras una larga historia de corrupción. Los personajes representados circulan por Bar Eusebi, un conocido lugar de encuentro para ex presos, trabajadores penitenciarios y familiares de los que aún están dentro, ubicado no lejos de la entrada de la prisión […]. La prisión de La Model y Bar Eusebi, ambos marcadores históricos tangibles de tiempo y lugar, sirven como telón de fondo de esta narración, mientras que los personajes, sólidos y corpóreos pero totalmente anónimos, insinúan una trama, una posible pista. Esta liminalidad entre realidad y ficción le permite a Danés afirmar su propia crítica de la fotografía y su potencial invasivo. De repente, el espectador ya no es un laico pasivo, sino un agente activo que aplica su propio conjunto de prejuicios a la historia”. PUNTO  DE FUGA quiso hablar con Salvi Danés sobre el entramado de este proyecto y en especial qué lo llevo a desarrollar una estética tan particular.

Entrevista

P.D.F.: A Les 8 a Bar Eusebi es un título muy interesante. Tiene dos sentidos: habla por un lado de todo lo que sucede en un bar no muy lejos de la antigua cárcel La Model en Barcelona, pero también es una expresión que usa la gente para darse cita en algún lugar. ¿Cómo empezó este proyecto? ¿Tuviste desde el inicio un protocolo de visita a este lugar o es más bien un sitio que conoces por tu cercanía con él?

S.D.:  El proyecto nace de la intención de hacer un humilde “homenaje” a una zona concreta de la ciudad que conozco por proximidad. Estudié en un centro cercano a la prisión en mi etapa adolescente. Atesorar a nivel personal la atmosfera y la memoria a través de la imagen y evocar las sensaciones que recordaba han sido los motores para llevar a cabo este trabajo.

P.D.F.: Es común que cada ciudad tenga calles y barrios marcados por la memoria del crimen, de la prostitución o de la vida nocturna. En Bogotá el barrio Santafé es conocido por la prostitución, en São Paulo es la calle Augusta y en Buenos Aires la mala noche está en el barrio Constitución. Es muy interesante ver cómo tus fotografías rompen con todos estos estereotipos de la zona urbana en peligro para adentrarnos en un relato de ficción. ¿Cuál era el ambiente de esas calles de Barcelona mientras fotografiabas? ¿Siguen reuniéndose en el bar Eusebi familiares de ex convictos, policías y criminales?

S.D.: Cuando empecé el proyecto la cárcel todavía estaba en funcionamiento y, durante los años siguientes, se fue desalojando. A pesar de todo, la relación de la cárcel con la vida del barrio no ha sido nunca un problema para la convivencia. A parte de hechos puntuales más presentes en épocas pasadas, de forma natural, a lo largo de los años se han ido creando lazos con el tejido social. Aun así, es evidente que la presencia de una cárcel, engullida por la proliferación urbanística, ha marcado la vida del barrio y unas calles concretas. Los locales, los comercios e instituciones colindantes a los muros de la prisión,  los edificios residenciales frente a los patios de la cárcel y los propios residentes de este vecindario han crecido con esta realidad a lo largo de su historia. Ellos han sido los verdaderos testimonios de esta coexistencia.

Es cierto que la cárcel es la columna vertebral, pero también el Bar L’Eusebi es un lugar importante. Va apareciendo y mezclándose a lo largo del relato. Incluso a veces se presentan como dos espacios con fronteras poco definidas. Como si estuvieran conectados. El bar Eusebi era una pequeña bodega ante los muros de la calle Nicaragua, donde se mezclaban clientes de toda la vida: trabajadores de la cárcel, familiares que visitaban a los presos, ex convictos y convictos en régimen abierto. También gente joven atraída por el carisma de un local de aquellas características a pie del recinto. Después de su cierre, la clientela fue disipándose hacia otros locales cercanos donde yo he trabajado en pro de la memoria del Bar Eusebi.

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P.D.F: ¿Había algo inquietante en la actitud de la gente y en el aspecto oxidado de la antigua cárcel o esto fue algo que tú buscaste, una especie de estética muy cinematográfica propia del cine de gánsteres de los 80?

S.D.: Para mí, era importantísimo crear una atmosfera que acompañara. Buscar una manera seductora que despertara un interés en la historia y que fuera un aliciente para que el lector entrara. La paleta de color usada, acorde con la propia arquitectura de la cárcel y las actitudes de los representados son sin duda algunas de las herramientas conscientes que utilicé para llegar a este fin. Las connotaciones cinematográficas también ayudan a que se identifique ese ambiente y se establezcan conexiones entre géneros. Es importante que no se considere el relato fotográfico simplemente como una secuencia de imágenes de naturaleza estática.

P.D.F.: El voyerismo es uno de los grandes temas de la fotografía. Tú usas este recurso para establecer una tensión visible entre el sujeto, los lugares y quienes observan ese bajo mundo en plena luz del día sin temer a ser visto. Lo curioso es que, al romper esa intimidad o ese espacio vital con quienes se reúnen en el bar Eusebi empieza a desatarse todo un misterio y cada gesto parece indicar que algo se está tramando. ¿Crees que las imágenes pueden despertar en nosotros una especie de instinto que nos hace ver la realidad como algo amenazante cuando se trata de algo banal e inofensivo? ¿Hasta dónde puede llegar un fotógrafo con este tipo de recursos?

S.D.: Está claro que una imagen genera a menudo más preguntas que respuestas. He sido  consciente en todo momento de que una imagen es potencialmente sugestiva y no es una realidad concisa por su propia naturaleza evocadora. He tratado de que esta sensación de “magnetismo”  hacia la insinuación simplemente beneficiara el relato.

P.D.F.: ¿Era tu intención en este libro crear una narrativa para rescatar la memoria de esta cárcel y contar los encuentros que se dan en las calles que lo rodean?

S.D.: La intención era crear una tensión que mantuviera una incertidumbre constante a lo largo de la descripción. Que un hipotético “lector” a través de una insinuada sucesión de encuentros y de recursos formales mantuviera la atención de inicio a fin y que por el camino fuera empapándose de inputs que generaran un imaginario particular. Al mismo tiempo que se construía una ficción sugerida con la cárcel y el bar como lienzo, se brindaban aspectos evidentemente relacionados con la realidad de esa “franja urbana” y a su vez sobrevolaban e inducían constantemente ideas más universales: el cautiverio, la libertad, los prejuicios o inclusive, la presunción de inocencia.

P.D.F.: ¿Por qué, a pesar de ser un libro con una estética muy definida, de un óxido y unos naranjas y rojos que les dan a las imágenes un aspecto ficcional, tenemos la sensación de estar presenciando a la vez algo urgente y algo a-temporal? Es como si, al ver estas fotografías estuviéramos frente algo urgente. Vemos claramente el rostro y los gestos de personas que actúan como si fueran cómplices de algún crimen o de un acto sospechoso de corrupción. Pero si miramos con detenimiento, todas esas fotografías son también muy silenciosas y a-temporales, el tiempo parece suspendido en muchas de ellas. ¿Esto es algo de lo que eras consciente? ¿Cómo explicas que esas fotos contengan dos representaciones tan opuestas del tiempo?

S.D.: Creo que la clave está en potenciar el doble ritmo de la narración y por consiguiente la posterior lectura a diferentes celeridades. La historia transcurre y fluye sin demasiadas distracciones por su propuesta formal y a su vez uno se puede detener en las imágenes y conceptos individuales. Aun así, los considero detalles elementales más ligeros y acompasados que paulatinamente van tejiendo un conjunto más complejo, de múltiples tiempos.

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P.D.F.: Eres un fotógrafo capaz de recrear con cada proyecto un ambiente urbano distinto, en donde el color, la composición y la trama son totalmente diferentes. Blackcelona es un buen ejemplo de ello. Sin embargo, el interés de fondo es el mismo: ¿qué posibilidades de expresión ofrece la ciudad en su cotidiano para crear ficciones que reflejen parte de su esencia? ¿Cómo se dio esa búsqueda de una estética, un trasfondo y un tema en este caso particular del Bar Eusebi?

S.D.: La ciudades o núcleos urbanos han sido siempre una fuente de inspiración. Es importantísimo para mí a nivel motivacional que cada proyecto que empiezo tenga nuevas particularidades, nuevos retos con los que sentir que estoy aprendiendo algo sobre las capacidades del género y sobre el tema de interés. Creo que es poco fértil dominar ciertos aspectos y repetirse simplemente porque algo funciona. Esta búsqueda constante es lo que me atrapa. Lo que me interesa es analizar mis intenciones y servirme en frío de lo que ya creo conocer, para generar nuevas maneras de expresarme.

P.D.F.: ¿Porqué decidiste hacer un libro de este trabajo? ¿Hay algo en el formato libro que no te ofrecían la exposición o la composición serial de las imágenes?

S.D.:  El libro es un contenedor perfecto para contar cosas. Es una maquinaria espacio-temporal donde contenido y forma se abrazan para cumplir con una finalidad común. En el formato libro, considero las imágenes como pequeños morfemas que solos pueden representar ideas más primarias pero que, dentro de un conjunto y distribuidas de forma táctica, pueden representar ideas mucho más amplias y complejas.

P.D.F.: Es algo que había conceptualizado muy bien el historiador de arte George Kubler en su libro La configuración del tiempo: observaciones sobre la historia de las cosas. ¿Qué aspectos fueron fundamentales en la determinación de ese libro, de su formato y de su contenido? ¿Cómo se fue dando ese trabajo editorial que te llevó a producir un libro tan extraordinario?

S.D.: Los libros, las exposiciones, los audiovisuales, son en sí mismo un “contenedor”. Es interesante intentar aprovechar al máximo las posibilidades que brinda un formato para adaptar luego los contenidos y llegar a transmitir lo más fielmente posible la esencia de la idea que engloba toda esa amalgama de piezas que la constituyen a lo que uno imagina. Para una estructura eminentemente lineal como la que se deriva de forma natural en la lectura de un libro, la elección fue esta que vez: algo muy narrativo y sugerente. Seguramente para otros “contenedores”, aunque con convergencias, la propuesta hubiera necesitado una combinación de imágenes distinta capaz de sugerir ambientes y niveles de lectura diferentes.

P.D.F.: ¿Cómo se dio el proceso de selección y de secuenciación de las imágenes? ¿Fue algo que trabajaste de la mano con un diseñador o un editor? ¿Qué te llevó a elegir el cuaderno en espiral y la impresión de las fotos en dobles páginas completas? Esa es una forma muy interesante de hacer que el diseño sea discreto en un libro, evitando que los tamaños de las imágenes y las márgenes en blanco intervengan sobre el relato.

S.D.: El proceso de selección y de secuenciación de las imágenes, lo trabajé individualmente.  Construida con patrones formales que pueden hacer referencia a lo cinematográfico, salvando evidentemente las distancias entre géneros. He intentado que la acción esté siempre arriba, casi siempre desde el principio. Empiezo con un ritmo constante y pocas concesiones a la pausa en la secuenciación. De ahí, que no haya ni un blanco para respirar. De ahí mi decisión de solapar las imágenes. Integro todo de una bocanada. Como si fueran las últimas horas antes de un desenlace inminente. Todo es explicado con el paso de los años: el ambiente de la decadencia de los supuestos protagonistas y el de la propia prisión. Ambos están ya en proceso de desaparición. Al diseño se le dio forma colectivamente con los compañeros de Socarrel (Martí Gasull & Yurian Quintanas) y el diseñador Gerard Joan que acabó de envolver la historia con un empaque equilibrado para la ocasión. Un diseño humilde pero efectivo para dar un empuje a las entrañas del tema y a los esbozos trazados.

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P.D.F.: A les 8 al Bar Eusebi tiene un video que es tan intrigante como el libro mismo. Pero aquí el aspecto documental es mucho más evidente. Hablan las personas que se reúnen en ese bar. ¿Porqué decidiste filmarlos y entrar en ese bar que antes habías fotografiado de lejos? ¿Son dos proyectos independientes el uno del otro, o es el video un “tráiler” del libro, un complemento a la edición?

S.D.: El video tiene una naturaleza complementaria al libro. Elaborarlo mientras se desarrollaba el proyecto fue aportando muchos complementos y puntos de vista a esta historia que en el libro está narrada por un solo observador. Sin duda, de algún modo, el video fue vistiendo de realidad la ficción que yo creaba para ilustrar y homenajear a nivel personal unos años, unos sitios, unas gentes y unas historias en esa zona de Barcelona.

P.D.F.: ¿En qué estás trabajando actualmente?

S.D.:  Ahora mismo trabajando en la segunda edición de este libro. Sigo haciendo fotos esperando que alguna idea surja.

Web
http://salvidanes.com

Instagram
@salvi_danes

Biografía

Salvi Danés es un fotógrafo catalán nacido en Barcelona en 1985. Estudió fotografía en el Institut d’Estudis Fotogràfics de Catalunya (IEFC). Entre sus series fotográficas más destacadas está Blackcelona un retrato de la ciudad de Barcelona que resalta lo grotesco, lo oculto y lo oscuro de la vida urbana. Esa obra que fue publicada en 2015 en un libro de fotografía editado por Dalpine. Se expuso en la Galería Paula Alonso durante el festival Photoespaña en Madrid y en Arts Santa Mònica en Barcelona. Transmontanus, que significa «más allá de las montañas», es un proyecto fotográfico que hace alusión al viento proveniente de los Pirineos que caracteriza a la región catalana del Empordà. La serie fue presentada en la Galería Le Magasin de jouets en Arles. A les 8 al bar Eusebi es su último proyecto. En esa serie las fotografías tomadas con desde una ventana recrean un ambiente de misterio en donde el crimen parece ocultarse detrás de cada retrato y de cada gesto. Los personajes representados circulan por Bar Eusebi, un lugar ubicado cerca a la entrada de la prisión La Modelo, espacio de encuentro para antiguos presos, trabajadores de la prisión y familiares de quienes están recluidos.

Salvi Danés ha sido reconocido en certámenes nacionales e internacionales como el College Photographer of the Year 2011 en la Universidad de Missouri, Columbia, el Foam Talent 2013. En 2016, fue seleccionado para participar en The Joop Swart Masterclass (World Press Photo). Sus trabajos se han publicado en diversos medios como FOAM, Camera Austria y The British Journal of Photography.

Libro

Salvi Danés, A les 8 al bar Eusebi, Socarrel Edicions, 2019
https://www.socarreledicions.cat

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Video

 

 

 

 

 

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