PUNTO DE FUGA, la plataforma experimental del arte y de la fotografía, ha reunido una serie de entrevistas hechas a fotógrafos colombianos. De esas entrevistas van surgiendo una serie de inquietudes sobre la existencia misma de la fotografía y su incesante combate por limar asperezas con el mundo del arte. Esta es la tercera de una larga serie de conversaciones que han ido trazando una cartografía visual del universo de los fotógrafos en la actualidad. Cada conversación es un intento por indagar en las profundidades de la obra del artista para entender mejor cómo el pensamiento y las experiencias de vida se han ido enfrentando a la imagen fotográfica hasta convertirla en una obra cargada de significado.
La obra de Juan José Gómez fue un descubrimiento alegre. PUNTO DE FUGA había estado recorriendo las páginas de la obra de Robert Adams, desde sus primeras fotografías hechas en Colorado y Oregon, intentando reconstruir con la lectura su largo recorrido por el oeste de los Estados Unidos. Nos preguntábamos : ¿qué es realmente lo que había querido retratar Robert Adams en su recorrido por el territorio Americano?
Un pequeño texto publicado en el catálogo de Steidl, editor de un libro con la retrospectiva de la obra de Robert Adams titulado The Place We Live (El lugar donde vivimos), respondía en parte a esa pregunta dejando también por entredicho que, para él como fotógrafo «la errancia y la fotografía como dos formas de afirmar la existencia de esos lugares en los que vivimos». El texto en su idioma original está plagado de preguntas:
Are there affirmable days or places in our deteriorating world? Are there scenes in life, right now, for which we might conceivably be thankful? Is there a basis for joy or serenity, even if felt only occasionally? Are there grounds now and then for an unironic smile?
Robert Adams, The Place We Live, 2014
Al leer ese texto de Robert Adams, PUNTO DE FUGA se preguntaba en ese momento si podría existir hoy en día algún fotógrafo Colombiano que tuviera los mismos interrogantes que Robert Adams se hizo con respecto a su trabajo. Fue entonces cuando, por intermedio de Claude Iverné, PUNTO DE FUGA pudo acercarse a Juan José Gómez. El encuentro fue alegre, porque entre una conversación y otra, iban saliendo, una por una, las fotografías que Juan José había ido guardando y clasificando en una serie de cajas de cartón. Descubrimos en ese café de Usaquén que existían todavía los fotógrafos viajeros, eso era un hecho, las fotografías hablaban por sí solas. Lo que era un misterio en todo ese encuentro con una fotografía más humanista y de gran formato era el porqué alguien como Juan José había decidido regresar a Colombia para recorrer el territorio buscando adentrarse en zonas que no hemos podido retratar porque son para nosotros, habitantes de la urbe, mundos fuera de nuestro alcance.
Entrevista a Juan José Gomez
Por PUNTO DE FUGA
«We cannot empty the mind by thinking. Only by observation»
No podemos vaciar la mente con el pensamiento. Unicamente cuando observamos.
Robert Adams, Silence of the Heart, Acropolis Books, 1997
P.D.F.: En uno de sus libros en los que Robert Adams reúne una serie de fotografías sobre el área metropolitana de Denver, zonas fronterizas del nuevo mundo que según el parece estar de alguna manera construyéndose sobre las ruinas de lo que a ojos de muchos era ese American West, una tierra prometida, una región salvaje, de una gran fuerza natural.
Tus fotografías están lejos del universo de Robert Adams. Son casi el opuesto de esa visión al convertirse según uno las va mirando con detenimiento en el registro atemporal de regiones muy recónditas de Colombia, paisajes rurales aislados de los centros urbanos que Robert Adams veía desaparecer en los 60’s y 70’s en Estados Unidos. Es como si, para un fotógrafo como tú esa posibilidad de retratar las zonas remotas de Colombia fuera de cierta manera un gesto de libertad y un acto de representación de un mundo rural ignorado y marcado por los años de violencia. Porqué decidiste emprender tus primeros viajes a esas zonas rurales? Qué es lo que buscas con la fotografía de esos espacios lejanos?
J.J.G.: La ausencia de información y curiosidad. Esa extraña relación entre el campo y la ciudad en medio del conflicto colombiano de finales de los noventas y principios de siglo. Los pocos relatos de mi hermana en su secuestro me hacen entender que en este territorio hay mundos tan lejanos y desconocidos que me hacen un extranjero.
En la fotografía encuentro la herramienta perfecta para poder entrar, la excusa perfecta para poder perderme y, de alguna manera, para ser aceptado por las tierras que recorro. La excusa para acercarme a ese extraño nuevo viejo mundo y tratar de entenderlo, entender como es habitado y vivido a pesar de ese olvido por parte de la ciudades.
PDF.: ¿Cómo definirías esa trayectoria?
J.J.G.: En Colombia, el campo se mantiene aislado de las ciudades. En un momento u otro todos los que vivimos en las ciudades hemos tomado una carretera para llegar a otra ciudad, sin darnos cuenta de que esos trayectos no son nada más que una extensión de la ciudad. Estas extensiones de la ciudad continúan manteniéndonos aislados de los campos. Parte de mi trabajo es buscar el lugar en donde salir de esa extensión para poder entrar realmente en el campo. Mi trabajo, así como el territorio colombiano es basto y amplio, siento que este es un proyecto sin fin y parte importante de eso es poder perder el rumbo, sin saber a donde voy a llegar o con que me voy a encontrar. Mi trabajo se desarrolla en un trayecto A sin un punto B. No hay un punto de llegada.
P.D.F: Cuando uno ve tu fotografía parece de cierta forma que tu experiencia como fotógrafo abre otro camino. Uno que es tan libre como el de Robert Adams (acertado en el uso del blanco y negro, la composición y la forma). Tu libertad es de cierta forma lo que hace de esas fotografías algo imprescindible y raro, una serie de imágenes que son tan espontáneas como lo es tu viaje en las entrañas de Colombia. ¿Cómo surgen esas imágenes?
J.J.G.: Este trabajo no es una línea, un serie, una historia y mucho menos una verdad. Las imágenes deberían contener suficiente información para generar una pregunta y una respuesta, la primera no necesariamente ligada a la segunda. Las imágenes deben revelar cada vez mas información y cada observador debería poder recorrer caminos diferentes y llegar a conclusiones propias. Las cosas tienen significados diferentes para cada uno de nosotros, por eso decir que estas imágenes son una “verdad” no tendría sentido alguno. Colombia es un territorio tan rico en esencia y cargado en información que las imágenes aparecen por si mismas, mirando en cámara lenta, caminando.
P.D.F: Acercándonos a un territorio más conocido, hay una gran distancia entre tu fotografía y las imágenes que en blanco y negro que nos han dejado los fotógrafos reporteros colombianos de mediados del siglo XX como Nereo López, Carlos Caicedo, Sady González. Es como si tus fotografías no vinieran de una necesidad imperiosa de narrar el acontecer del mundo. Me intriga profundamente ese desapego que tienes con respecto a lo que estás registrando con tu cámara. ¿Es ese carácter enigmático del cotidiano lo que te distancia del reportaje o del lenguaje documental?
J.J.G.: Tendría que hablar de la influencia de Henry Cartier-Bresson y si instante decisivo. Un concepto supremamente valioso para la reportaría y fotografía de guerra. Pero, ¿este tipo de fotografía alguna vez cambio una guerra? Me parecería una posición egocéntrica pensar que podría cambiar algo con mi trabajo, lo único que estoy interesado en cambiar es a mi mismo. La fotografía, como todas las artes, evoluciona. Y que podría cambiar yo haciendo ese tipo de fotografía en un mundo completamente saturado de este tipo de imágenes, reales o no.
Por otro lado la búsqueda de ese “instante” siempre me pareció algo ansiosa, y esa ansiedad no me permite ver realmente. Son dos formas de trabajo completamente diferentes. La primera, muchas veces adquiere una incompresible validez solo por la capacidad de una persona de capturar ese momento, sin importar la situación. La segunda, de alguna manera puede explicar la razón por la cual mis imágenes se vuelven a-temporales. Explica, la técnica, el formato y el resultado.
P.D.F: Es posible que al hablar más en detalle de esos territorios que has recorrido, surjan relatos, experiencias, que nos hagan entender con más profundidad esos encuentros con ese territorio distante…
J.J.G.: Me gustaría hablar de Uribe Uribe, un pequeño pueblo ubicado a unos 90 kilómetros de Barrancabermeja. Después de 400 kilómetros llego a Barranca y paso la noche ahí, la mañana siguiente tomo una carretera por unos 70 kilómetros, después tomo una vía secundaria que cada vez se vuelve mas y mas precaria hasta llegar a Uribe Uribe, un pequeño pueblo, poco habitado después de ser abandonado completamente por años como consecuencia de la violencia. Paso el pueblo y llego a una antigua finca ganadera, algo abandonada. Allí me permiten entrar, hablar, caminar y tomar fotografías.
La mayoría de historias de estos lugares están relacionadas con el violento pasado que ocupaba estas tierras: “En esta casa mataron a toda la familia, un señor dejó embarazada a la hija mayor y después se fue. Un día volvió y el padre no le gustó que volviera. Un tiempo después llegaron unos señores y mataron a toda, excepto a la hija y su niño.”
“A todos en esta región nos mataron a alguien, un hijo, un papa, un esposo, un hermano. Nosotros somos lo que aguantamos, los que no nos fuimos y no nos mataron.”
P.D.F: Es duro ese encuentro con el campo. Pero me parece que en tus fotografías esa violencia es tan sólo subyacente, como si el territorio guardara bien sus secretos. ¿Qué es Colombia para ti? ¿Cómo definirías ese territorio?
J.J.G: Colombia es un territorio particular, un lugar en donde todo es posible, lleno de contrastes. Tan delicado, suave, gentil y bello, como caótico, turbio y amenazador. Donde todo es una sorpresa, sin saber que puede pasar en el siguiente momento. Y aunque tiene claros rasgos de paraíso, está lejos de serlo.
P.D.F: Uno podría imaginarse que tu trabajo fotográfico surge y se forja a partir de una interminable errancia, de un caminar por senderos olvidados de Colombia sin que exista nunca un fin como tú ya lo mencionabas.
J.J.G.: Siento que mi trabajo nunca va a acabar. Podría ser la vaga descripción de un basto territorio desconocido. De eso se trata la fotografía, de una búsqueda permanente con ese otro mundo.
P.D.F: Muchos trabajos fotográficos recientes han estado buscando de algún modo reencontrarse con el origen, establecer alguna forma de conexión con algún tipo de relato iniciático nuevo, singular. Tú te identificas con esa búsqueda?
J.J.G.: Pienso que sí, creo que hay una búsqueda personal, escondida entre las imágenes. Supongo que eso lo haría singular. Creo que una búsqueda personal hace que un trabajo se vuelva en algo mucho mas “real” que un encargo o que una excusa para darle algún tipo de validez.
Hay fotógrafos o artistas que son bastante buenos en suplir una necesidad que un público esta buscando, ya sea técnica, estética o teórica. Pero al verlo de una forma un poco más profunda la intención se vuelve demasiado obvia. Eso hace que un proyecta se pierda rápidamente entre tantos. A diferencia de un trabajo como el de Walker Evans, a pesar de ser un encargo, la búsqueda de algo personal es evidente, y ese trabajo se vuelve en más que una serie o un documento.
En cuanto a la parte técnica realizo las imágenes lo mas parecidas posible al ojo humano. Ópticas, formatos y perspectivas. De esta manera las imágenes distorsionan la realidad lo menos posible y mas fácil para el observador relacionarse con la información que están recibiendo. Esto explica la distancia de los retratos, de la misma manera como veo a la persona cuando estoy frente a ella, incluso con algo de contexto para dar aun mas información sobre el sujeto. Para mi el color es mas un distractor que cualquier otra cosa, y considero que la información que aporta es algo banal. El blanco y negro me permite recuperar y concentrarme en información relevante.
P.D.F: ¿Qué significa la fotografía para ti?
J.J.G.: Para mi, lo que hace interesante a la fotografía es poder transmitir una sensación, un sentimiento, más que poder transmitir lo que veo es poder transmitir lo que siento. Toda esta técnica me permite de la mejor manera posible lo que sentí cuando estaba en esos lugares, cuando veo mis imágenes puedo recrear esa sensación.
P.D.F: Pensando en la forma como se pueden ir leyendo tus fotografías pienso que, con un proceso largo de trabajo, esa serie de imágenes va ir desplegándose en un libro, un portafolio o un espacio de exposición. Tú me hablabas de extractos de las páginas de un diario, me diste inclusive indicaciones de lugares precisos y me contabas que podías inclusive volver a alguna forma de relato que nos haga entender hasta qué punto ese mundo que vemos es el reflejo de un mundo que debemos aprender a observar. Podrían ser tus fotos como frescos de ese triste trópico, un mundo en el que simplemente nos hemos perdido para encontrar algo de esa humanidad que no vemos en los espacios urbanos en los que vivimos?
J.J.G.: Algunas veces cuando veo mis propias fotografías tengo la sensación de que ese no es un mundo real, que no existe, como si ese mundo no fuera parte de este mundo. Podría no saber si ese mundo existió o aun está, y solo por uno que otro detalle no podría saber si son fotografías de ayer o de hace medio siglo. La razón de esa sensación es que ese mundo, que tanto nos da, no tiene espacio para existir en nuestro mundo. Parece absolutamente olvidado y anulado.
Y a pesar de que es un mundo que a duras penas existe en nuestra realidad, podría volver a cada uno de esos lugares, solo que no sabría que esperar. Sí, podría esperar exactamente la misma imagen o un paisaje borrado por la violencia, el olvido o desfigurado en nombre el desarrollo. Siento que cada paisaje podría durar una vida más o desaparecer en un día.
Biografía.
Juan José Gómez nace en Bogotá, Colombia en 1983. En 1999 su hermana es secuestrada por un grupo guerrillero y retenida por 18 meses en las montañas y selvas de Colombia. Tras su liberación su familia lo envía a Canadá por seguridad. Esto le genera una relación con el conflicto con su país natal, Colombia. En el año 2004 decide volver para vincularse.
Inicia sus estudios de diseño y por requerimiento toma una clase de fotografía de estudio. Así inicia un trabajo personal de fotografía de calle. Después de presentar un pequeño portafolio es contratado en la Casa Editorial El Tiempo. Estudia de día y trabaja de noche, una vez termina sus estudios siente la necesidad de aprender más y en el año 2011 viaja a Paris, Francia e inicia estudios de fotografía en Icart-Photo. En Francia conoce al fotógrafo Claude Iverné por medio de una práctica de cuatro semanas y continúa trabajando con él medio tiempo hasta terminar su primer año de estudios. Decide retirarse de la escuela para trabajar con Iverné tiempo completo. Allí aprende la técnica y desarrolla una mirada mas sensible y profunda.
En el año 2014 inicia una serie de recorridos por el territorio Colombiano para fotografías lugares remotos. Selvas, paramos y llanos aislados de las grandes ciudades, zonas grises nutren su propia visión del acto fotográfico, como si se tratara de una forma de registrar la existencia de zonas francas, desdibujando con una mirada muy sutil casa, paisajes, objetos y personas que componen un complejo y olvidado territorio.
Bibliografía.
Henri Cartier-Bresson, Images à la Sauvette, Fondation Henri Cartier-Bresson, 2017
Claude Iverné, SudanPhotographs Vol 1.2 & 3, Elnour, 2014-2017
Col., Walker Evans and African-American Flood Refugees in Forrest City, Arkansas, 1937, ASX, 2015
Col., Walker Evans: A Catalog of Photographic Prints Available from the Farm Security Administration Collection 1935-1938, Da Capo Press; 1973