Walter Costa & Martín Bollati: conversaciones sobre el foto-libro latinoamericano, 2017

En Septiembre del 2016, PUNTO DE FUGA quizo invitar a Walter Costa, antiguo colaborador de la Editora Madalena y actual coordinador de Lombada, un grupo de estudios y Laboratorio de foto-libros y a Martin Bollati, artista latinoamericano y editor independiente con la editorial CHACO, para hacer un repaso del estado actual del libro de fotografía latinoamericano. Con la mirada del curador, del artista y del editor, Martin y Walter dieron algunas de las orientaciones sobre el mundo de los foto-libros latinoamericanos, agregando ejemplos concretos de libros recién publicados que ya han hecho historia.

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Conversaciones sobre el foto-libro latinoamericano
Walter Costa & Martín Bollati

M.B.: Doy por iniciada esta conversación en forma de correspondencia para tratar juntos de esbozar un resumen subjetivo y personal del panorama editorial en torno a la figura del foto-libro para la región de Latinoamérica.

Tarea no menor, la de escribir este texto, pues el foto-libro es un mutante. Aquí y allá. Mutante porque no tiene sus límites claros y porque está vivo y cambiando. Al menos así lo leo yo. Entiendo que es un momento muy rico y orgánico en el devenir de la creación de proyectos en este formato: hay una figura de Libro por inventar y también un Lector que aprende y enseña nuevas lecturas de este producto novedoso y viejo a la vez. El mercado local, tanto Brasil (donde ya lo editorial tiene un tamaño monstruoso), como Chile, México, Perú, mismo en Argentina, cada uno con sus condiciones particulares, crece tanto en oferta como demanda. La figura del libro se está instalando en el panorama fotográfico como un objeto imprescindible en la expresión fotográfica contemporánea. Me pregunto, y te pregunto, si, similar al caso europeo, pronto estaremos llegando a un punto de saturación (más oferta que demanda inevitablemente explota, no entiendo como no aprendieron esa lección aún en la Europa reciente) o aún queda mucho recorrido para este mundillo que nos convoca. Cerrando este prólogo romántico, me interesaba comenzar nuestra correspondencia arrojando un primer libro, un poco por capricho lingüístico, otro poco porque es un libro que me encanta y quizás en mayor parte porque creo que lo que está produciendo la gente de KWY ediciones en Perú empieza a marcar un camino muy propio hacia una estética posible para el nuevo foto-libro latinoamericano.

Arrojo:

– “La primera piedra”, Musuk Nolte.

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El libro, que entiendo lo conoces, es de esos libros breves y poco pretenciosos, y que por esto mismo son grandes. Instala una estética cruda, violenta y sanguínea en la manera en que la imagen interpela al lector. Es una postura muy clara que KWY repite y que también sucede, de otra manera, en la publicación SN/T de Fujimoto. Otro muy buen de este tándem peruano. Quizás este último más vinculado a una relación pulsional con la imagen. O a una violencia desaforada que atraviesa la imagen y después, al lector. La imagen ya viene rota. En fin, algunos apuntes nada mas. Te dejo a vos que comentes y arrojes la siguiente piedra.

W.C.: ¡Tú lo has dicho! Es un formato cambiante y cualquier definición -por suerte- se le queda corta. De momento me quedo con lo que dijo Horacio Fernández sobre la diferencia entre libro de fotografía y foto-libro: el primero se parece a una exposición de pinturas mientras que el segundo es más como ver una película.

El foto-libro se ha vuelto un formato imprescindible porque ya no es suficiente hacer buenas fotos para ser autor: hace falta saber contar historias con imágenes. El formato libro, con su dejarse descubrir página tras página, es el lugar perfecto para la narrativa fotográfica. Latinoamérica está creciendo mucho y más va a crecer, pero hay unos desafíos que no dejan de preocuparme. Primero, el continente sigue bastante fragmentado a la hora de difundir su producción: la falta de fuertes redes internas hace más fácil enterarse de lo que está pasando en Europa o Estados Unidos mientras que nos cuesta más saber qué está aconteciendo en los países vecinos. Y eso vale también para los de fuera que quieren saber qué está pasando por aquí. Fieras de publicaciones y redes sociales están cambiando este escenario, pero estamos lejos de la capacidad de difusión que tiene el «centro».

En segundo lugar, viviendo en Brasil me doy cuenta de que muy poca gente puede permitirse gastar dinero en foto-libros. Las desigualdades económicas y sociales afligen a un mercado ya pequeño por ser todavía incipiente, con autores y editoriales que ganan espacio y ventas a cuesta de mucho más esfuerzo que sus homólogos europeos, estadounidenses o japoneses. Si actuar en países de clase media ayuda a contar con mayor poder adquisitivo y mayor número de compradores, la otra cara de la moneda es esa saturación de la que hablas, pues si hay más dinero también hay más publicaciones circulando. Resumiendo, a pesar de enfrentarse a problemas diferentes, la “endogamia” es lo que aúna “centro” y periferia” bajo la misma espada de Damocles: el futuro del foto-libro será más difusión fuera del contexto fotográfico o no será.

Pillo al vuelo La Primera Piedra que has arrojado, uno de mis personal best de América Latina. Recuerdo la maravilla cuando en 2014 Musuk me entregó esta bandera peruana hecha libro. Escueto y por eso incisivo, es un paseo serial que invita a mirar hacia los detalles y en su simplicidad consigue tocar grandes asuntos. Basta ir poco más allá de la superficie de las imágenes para que este “cuaderno de estilo” para inauguraciones se vuelva un posicionamiento político sobre el asunto. Mucho comienzos y ningún final aparente instalan en el lector la duda sobre cuántas de esas obras han efectivamente llegado a completarse. Otro punto de fuerza del trabajo es la re-interpretación del lenguaje foto-periodístico. Juntar en un libro un padrón de imagen que hemos visto millares de veces en los periódicos puede expandir las fronteras de lo documental contemporáneo, haciéndolo más conceptual y sugerente. Comparado con SN/T no sé si veo la misma pulsionalidad. Fujimoto trabaja más en lo profundo y visceral: mezcla color y blanco y negro, la distancia de los sujetos es menor y las imágenes a sangre dominan las páginas. Lo que ambos hacen bien es dejar la imagen protagonista de verdad, gracias también a un design que interviene sin sobreponerse al poder de las fotografías. Es un punto de fuerza de KWY, una constante de aproximación al objeto libro que da coherencia a su línea editorial.

Te lanzo de vuelta un libro radicalmente diferente:
Eden Is a Magic World del mexicano Miguel Calderón.

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Si de América Latina hablamos, ¿cómo no hablar de telenovelas, su mayor producto de exportación aparte de las materias primas? Calderón no es el único en haberse enfrentado a ese fenómeno, siempre en México tenemos Inédito de Yvonne Venegas y La Fábrica de Sueños de Stefan Ruiz. Lo que me encanta del trabajo de Miguel es la aproximación nada documental, su ir más allá de la telenovela en sí contando una historia de amor -no correspondido- que tiene su raíz en esa industria de sueños calidad exportación. Por un lado está la actriz Flor Eduarda, cuyo papel era el de niña introvertida y empollona en la novela infantil Carrusel de los años noventa. Por el otro hay un chico surcoreano que la ve en la telenovela y se enamora tanto que se apunta a clases de castellano para escribirle cartas. En medio está Calderón, amigo de la ya ex actriz, que junta fotografías de ella siendo joven rebelde con las cartas del coreano quien se quedó idealizando el personaje existido apenas en el set. Ese diálogo imposible es enriquecido con capturas de pantalla de tiernas escenas de la telenovela en las que Carmen alias Flor llora. Puesta en página simple, edición que transita con desenvoltura entre realidad y ficción hasta confundir el lector, design que sutilmente se aleja del diario para ir hacia lo conceptual. ¿Te crees esta historia o será que es todo mentira?

M.B.: Acuerdo contigo en el gran desafío del foto-libro: abrirse a nuevos lectores. Recientemente, en una mesa redonda que se organizó alrededor de la Feira Tijuana (de la cual hablaré más adelante) en el contexto de Buenos Aires Photo, junto a algunos colegas de editoriales argentinas (Agustina Triquell, de Asunción Casa Editora, Federico Paladino, de Sta. Rosa Editora, y Dirán Sirinian de Librería Anticuara Poema XX), discutimos este tema particular. Se habló de la necesidad de formar lectores, de “educar” a un nuevo público con las claves de lectura para acceder al potencial narrativo del foto-libro.

Yo, por mi lado, tomé un camino distinto en la discusión. Mi postura fue la siguiente: el lector no necesita ser formado. El lector es autónomo. Mi ejemplo, a riesgo de parecer banal, fue el siguiente: había un momento en que el Rock&Roll no existía, y de repente existió. La gente no necesito “formarse” para entenderlo, ni bailarlo. El Rock&Roll se fue formando junto a sus oyentes y deformando junto y gracias a ellos. Recordemos que la gente misma es quien potenció su baile, su estilo, sus maneras de escuchar. Creo, volviendo a nuestra realidad fotográfica, que en el caso del foto-libro pasa algo similar. Es importante, como publicadores o gestores culturales en torno al foto-libro, saber escuchar al lector. Ofrecerle más espacio para opinar, observar su experiencia de lectura y tomar un rol activo en generar mayor difusión, pero, creo yo, sin la prepotencia de querer imponer una manera de leer. Lector y autor siempre han convivido en ese tándem de tensión sobre la lectura propuesta y la lectura efectivamente hecha. Es imposible controlar la experiencia del lector. Si orientarla, ayudarla, oxigenarla. Y de cabal importancia: ofrecerla.

Es buena tu observación sobre el problema de la difusión. Creo que este tiene dos cabezas. Por un lado la exhibición misma del material. Es verdad que las redes ayudan, pero queda mucho por labrar. De mi parte en la región, puedo destacar proyectos recientes como Turma (dirigido por Julieta Escardó) donde a partir de la apertura de una biblioteca de acceso público comienzan a ofrecer herramientas de acceso al material mas democráticas. En Turma también se ha comenzado un proceso de difusión de contenido en torno al libro a través de su web, para la cual colaboro, que creo será una buena mano para abrir nuevos caminos. Otro punto de destaque es lo que viene haciendo Feira Tijuana. Tu la conocerás mejor que yo, porque la tienes más cerca, pero entiendo que la tarea feriante e itinerante que están armando en torno al foto-libro ayuda por un lado a promover una comunidad lectora y por otro a promover redes entre editoriales de diferentes países en la región. FELIFA (Feria de Libros de Fotos de Autor) en Argentina viene haciendo, ya hace varios años, un proceso similar.

Queda, por el otro lado, el gran tema que jaquea a toda la estructura de producción y que tú bien detectas: ¿Quien compra los foto-libros? Es verdad que hay un mercado pequeño, endogámico y de recursos limitados, estimulado con una oferta cada vez más creciente. Sencillamente no da abasto. Es imposible que lo haga. Posible solución: hacer libros baratos y accesibles, libros que se acerquen al lector desde su posibilidad. Libros que entiendan el mercado. En estos términos destaco en la producción local el labor de Agustina Triquell y Alejandra González en Asunción Casa Editora. Llevan ya varios libros, y todos tienen un precio que no te lo crees de barato. No por eso, de menor calidad. Digamos que son libros que plantean altura desde la limitación, y que por eso, terminan de desarticular ese límite. Es necesario que empecemos a hacer un balance entre pensar el foto-libro para el lector que queremos y para el que tenemos, sino, estamos destinados al fracaso.

El libro que me planteas, y retomando el problema sobre difusión, no lo conocía, confieso. Soy víctima de nuestra falta de contacto. A primera vista parece una joya grotesca. Un cuento de hadas dark sobre la perversión post telenovelesca. Algo así como un Macaulay Culkin después de perder su infancia inocente en el cine y convertirse en el adolescente perdido. Interesante. Trataré de pegarle un ojo ¡si lo consigo!

Ya que hablamos de exportación, no podemos obviar mencionar nuestro otro gran y lamentable producto: la violencia. Pintando este panorama, no he encontrado un mejor libro y de mayor influencia tanto para mi como para una camada entera de fotógrafos documentales que Sangre de Diego Levy.

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No hay nada de novelesco allí. Nada de realismo mágico for export. Pura y dura realidad latinoamericana. Violencia y asfalto. Medios, policías y ladrones, si acaso, en este libro no son todos lo mismo. Y todo granulado y hecho áspero con ese grano fotográfico tan clásico pero tan bien aplicado aquí. Sangre es un ensayo, y una novela policial, contundente que da lugar a una textura y sonido para este continente. Es una lección de cómo la fotografía documental clásica todavía tiene, en frente de tanto manierismo con la imagen, la capacidad de hacernos temblar.

Instalado en esta linea pero con un abordaje mucho más contemporáneo se me viene esa maravilla que es Cabanagem de Andrés Penteado. Hace poco escribí un texto crítico sobre el. La manera en la que el autor nos sumerge en el territorio denso del Amazonas y de la Historia es tan sucia y elegante a la vez. Como decía ya en otra ocasión: “Es un paisaje post-kafkiano (como de una burocracia incendiada), vencido, asfixiante, donde todo parece ser parte de un festival que ya ha ocurrido, pero que de alguna manera sigue vivo: el festival de los símbolos, o el de la Historia, o el del Cabanagem.”

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Ahora me gustaría saber que piensas tú de él, y por otro lado, retomando la idea de lo que exportamos, qué piensas sobre tanto artista latinoamericano desperdigado por el mundo y publicando por Europa.

¿Son aquellos libros latinoamericanos?

Se me ocurre el ejemplo de Mariela Sancari con Moisés. Libro que, ya sabes, es un acierto en su manejo de la fragmentación narrativa para la construcción de un posible retrato del padre ausente de la autora.

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W.C.: A mucha gente se le olvida que el verbo publicar significa hacer público. Para hacerlo de verdad, no podemos no considerar quien está al otro lado de las páginas.

Piet Mondrian dijo que la posición del artista debe ser humilde porque él es esencialmente un canal. En el caso de los libros estamos hablando de un canal privilegiado porque entran en la intimidad del lector, en su cotidianidad, hasta en su cama. Tenemos que ser humildes porque estamos pidiendo mucho al lector: que gaste dinero, que dedique tiempo a la lectura, que sea “disciplinado” en seguir las páginas… lo mínimo que le debemos es reconocerle su status de parte fundamental del proceso creativo, pues sin él tendríamos apenas cuerpos muertos curvando estantes, monumentos a nuestra sordera y nuestro ego.

Hay dos extremos igualmente destructivos que nacen de no entender el acto de publicar ni las relaciones con el lector que debemos instaurar a través del libro. El primero es dado por aquellos que de tanto remirarse el ombligo acaban pariendo ejemplos de lo que llamo “selfish publishing”. Al otro extremo están los “dictadores narrativos” que lo quieren dejar todo muy clarito, demasiado, porque “a ver si el lector no se entera de lo que tiene que entender de todo esto”. En ambos casos la víctima es el libro y no el lector quien, sintiéndose no considerado o subestimado, se queda a distancia de seguridad.

El desafío es desafiar. Para Umberto Eco, un texto (donde texto es todo aquello que se puede leer, como palabras, imágenes, música etc) es emitido para que alguien lo actualice, lo interprete. Es ese tándem del que hablas, donde el libro propone y provoca lecturas que no podrán no ser diferentes, tanto entre lectores como entre tiempos distintos en la vida de cada lector.

En nuestro contexto “periférico” formar significa más aún dar a conocer, por eso suscribo cada palabra de tu ejemplo sobre el Rock&Roll. Vamos a mostrar lo que hay y discutirlo juntos para que cada uno forme su opinión. En este sentido está siendo interesante la experiencia de TRAMA, un grupo de discusión sobre foto-libros que desde 2014 coordinó junto a Fábio Messias y Renata Baralle. Mudando de Madrid para São Paulo, estaba con la idea de montar un PhotobookClub. Cuando empezamos los encuentros, itinerantes para alcanzar públicos diferentes, me di cuenta de que la fórmula estándar (todo participante  lleva un libro de acuerdo con un tema) no funcionaba, pues muy pocos tenían foto-libros en sus bibliotecas. Lo que sí había era mucha curiosidad, así que cambiamos de método: ponemos nuestros libros sobre la mesa haciendo que la selección sea lo más variada posible. Unos se descubren más de Elvis, otros de los Beatles, lo que vale es enseñar diferentes aproximaciones al formato, estimular ese debate a partir del conocimiento compartido.

Hablando de ferias, aquí en Brasil tenemos todo un boom aconteciendo. Además de Feira Tijuana y Feira Plana -las dos principales por número de expositores y público- se están sumando otras en São Paulo y en el resto del país. Ninguna es especializada en foto-libros, lo que ayuda la difusión dentro de otros contextos como ilustración, design e cómic. Sobre lo de hacer libros baratos, es una condición necesaria pero no suficiente: es como un circuito de feedback que al fin y al cabo vuelve al problema de la difusión.

Hay una anécdota que el crítico Gerry Badger cuenta sobre John Szarkowski, jefe del departamento de fotografía del MOMA de 1962 hasta 1991. En 1968 batalló con el museo para imprimir 12000 copias del libro The Animals de Lee Friedlander para poder venderlas a un tercio del precio de los demás libros de la institución. Lo que acabó pasando es que las ventas se quedaron iguales a los otros libros de menor tirada y mayor precio. A casi 50 años de distancia las cosas no son muy diferentes, el desafío de dar a conocer sigue siendo el punto crucial. Nada de defender ciertas estrategias de mercado que se concentran en hacer ojitos a los coleccionadores jugando con exclusividad y fetiche del objeto. Sólo digo que hacer libros baratos es el primero de muchos pasos por recorrer. Después de tres años en Brasil, recursos reducidos y alto costo de materiales para mi son límites desafiadores y estimulantes a la hora de conceptualizar y diseñar un fotolibro. Sin el abanico de posibilidades que tenía en Europa, he descubierto que hacer libros económicos no es solamente necesario, ¡es mucho más divertido!

Ahora soy yo que hago mea culpa, no conocía el trabajo de Levy y me encantó descubrirlo a través de tu descripción. Lo curioso es que vi la primera imagen y me vino a la cabeza el mexicano Enrique Metinides. Sin duda la fotografía documental clásica está muy viva y tiene apelo también fuera del continente. Un ejemplo es Series del mismo Metinides, publicado en 2011 por Micha Kominek de la homónima galería de Berlín. Aquí el impresionante archivo fruto de décadas de trabajo ha sido re-visitado rescatando su dimensión “cinematográfica”, juntando en cada doble página las diferentes imágenes/planos que Metinides hacía alrededor del sujeto principal. Prácticamente un storyboard de accidentes, asesinatos y demás horrores que llenan el cotidiano de un foto periodista de primera línea.

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Tuve la suerte de acompañar el proceso de edición de Cabanagem desde el comienzo, cuando había unas 3000 imágenes 10x15cm ocupando toda superficie horizontal del estudio de André. Recuerdo el desafío de construir una narrativa que hablase de aquella revuelta reprimida en la sangre, de sus repercusiones en el presente, de la fotografía que no puede dar cuenta, sino apenas despertar sensaciones sobre lo ocurrido entre 1835 y 1840. Una historia olvidada como los pocos archivos y vestigios que han sobrevivido a la selva que todo lo traga, lo esconde, lo devuelve a la tierra. Un día André enseñó un dibujo hecho con carboncillo, allí estaba la solución. Giovanbattista Vico lo había teorizado en el siglo XVIII: la historia sigue un camino que pasa por flujos y reflujos donde lo que triunfa después cae y renace más tarde bajo otro signo. Un sin fin en forma de espiral como la que Penteado había dibujado. Para mi este es el mayor mérito de Cabanagem: sugerir que, aparentemente barrido debajo de la alfombra del olvido, el polvo de aquella ferocidad sigue entrando en los pulmones de un país donde cada año hay más de 50000 muertes violentas.

Pero la violencia, sobretodo en Latinoamérica, se manifiesta de varias maneras. Las dictaduras militares hijas de la Operación Cóndor han martirizado por décadas el continente dejando algunas de las heridas más profundas de su historia. El chileno Luis Weinstein, joven fotógrafo durante la época más oscura de su país, publicó en 2013 unas anotaciones visuales sobre el cotidiano de aquel período. El libro se llama Esto Ha Sido, a secas, porque no hay nada más que añadir a las imágenes, ni a los casi 20 años de Pinochet, ni tampoco a las instantáneas felices de aquel referéndum de 1988 que, convocado por el dictador, acabó siendo su tumba política (te recomiendo -si ya no la has visto- la película sobre la campaña política de aquel plebiscito: No, dirigida por Pablo Larraín).

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Otra violencia es la desigualdad que atañe a todo el continente. Paolo Gasparini, italiano de nacimiento y venezolano por adopción, lleva décadas como fotógrafo militante denunciando el sufrimiento y la indiferencia que estas disparidades provocan. Se hizo famoso en 1972 cuando publicó el fundamental Para Verte Mejor América Latina, pero quiero hablarte de otro libro, Retromundo, fruto del trabajo en equipo con el  increíble diseñador de Caracas Álvaro Sotillo. El libro tiene dos partes bien definidas: por un lado fotografías de calles europeas llenas de escaparates y de anuncios de moda, por el otro imágenes de pobreza de lo que podría ser cualquier suburbio latinoamericano. Hasta aquí podríamos imaginar un desarrollo bien asertivo, pero no estamos contando con Sotillo. El diseñador entra en juego, baraja las cartas -o mejor dicho los papeles- y decide imprimir la ilusión del lujo en papel no recubierto y la indigencia en brillante de un papel tipo propalcote. El formato parecido al de las revistas de moda completa esta subversión, provocando el lector a partir de la materialidad del libro. Se me olvidaba decir que el libro es de 1986…

Hablando de tu provocación sobre lo que puede o no puede ser definido como foto-libro latinoamericano, empezaría en dirección contraria. El prolífico artista holandés Erik van der Weijde lleva 15 años viviendo en el norte de Brasil y en su extensa producción se encuentran varios foto-libros y foto-zines hablando del país. Su mirada es estéticamente holandesa, pero brasileña a la hora de elegir los temas. ¿Son foto-libros latinoamericanos? Mi opinión la expresé incluyéndolos entre los títulos que entraron en la exposición Fotos Contam Fatos, curada por Denise Gadelha, para quien hice la investigación que reunió más de 150 publicaciones fotográficas brasileñas.

Volvamos a los autores latinoamericanos de nacimiento. Alejandro Cartagena es mexicano y autor del estupendo Carpoolers (otra referencia indispensable en nuestra conversación) cuyas fotos están hechas en México y hablan de una chocante realidad del país. Aunque impreso en Taiwan el libro es indudablemente latinoamericano. Moisés de Mariela Sancari, a pesar de haber sido publicado por La Fábrica en España, para mi es latinoamericano porque el corazón del proyecto late en México. Verónica Fieiras, tu compañera de aventuras en Chaco Books , publicó en 2013 The Disappeared, tratando de forma sutil pero aterradora el drama de los desaparecidos argentinos. Ella es argentina, la tragedia es argentina, el libro se hizo en España por Riot Books, su editorial independiente de aquel entonces que también tenía base española.

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Para mi este libro es latinoamericano hasta la médula. Las cosas se complican si pensamos en Santa Barbara Return Jobs To US, también de Alejandro Cartagena: está ambientado en la homónima ciudad californiana y editado por la -buenísima- Skinnerboox de Italia. ¿Lo considerarías latinoamericano?

Hay que diferenciar primero entre autores y libros, y aún así la confusión es grande porque entramos en el campo de las opiniones. Las cuatro variables a disposición -nacionalidad del autor y de la editorial, lugar del proyecto y de impresión- tienen importancia diferente según quién las sopese.

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M.B.: Quizás sea interesante empezar a pensar Latinoamérica, y sus libros, no desde un punto geográfico, pero desde una intención. Esa sería, para mí, la gran victoria editorial. Aún creo queda camino por tratar de entender que sería esto, así como queda camino en la construcción de identidad o en una búsqueda propia de una estética o de un pensamiento latinoamericano en sí mismo. Entiendo es importante entender al continente, y su producción cultural, como un buen puzzle de voces. No olvidemos que la Historia lo atravesó, como hace con todo, y Colón con sus naves trajo algo más que espejitos de colores. Hay en lo latinoamericano ese pasado antiguo, auténtico y original que late desde abajo y que combate a lo impuesto. Y creo que esta incomodidad y tensión constante entre dos fuerzas (o miles), de alguna manera define, con su guerrera permeabilidad, una estética para el continente: lo latinoamericano existe porque insiste en resistir. Hacer libros latinoamericanos es sumar interrogantes a este gran acertijo que somos. Y es también traer más misterio, quizás nuestro producto de exportación de mayor calidad, al mundo. Aplaudo entonces a todos los que se han esforzado por crear libros en este contexto y me entrego a las mil voces combatientes que resisten…

Libros mencionados.

Miguel Calderón, Eden is a Magic World, Little Big Man, 2011
Alejandro Cartagena, Santa Barbara Return Jobs To US, Skinnerboox, 2016
Veronica Fieiras, The Disappeared, Riot Books, 2013
Paolo Gasparini, Retromundo, Alter Ego, 1986
Diego Levy, Sangre, Editorial Retina, 2011
Enrique Metinides, Series, Kominek Books, 2011
Musuk Nolte, La primera piedra, KWY, 2014
André Penteado, Cabanagem, Editora Madalena, 2015
Mariela Sancari, Moisés. Editorial La Fábrica, 2015
Luis Weinstein, Esto Ha Sido, Self Published, 2014

Bibliografía general.

Klaus Biesenbach & Alanna Heiss (ed.), Mexico City: An Exhibition About the Exchange Rates of Bodies and Values, P.S.1 Contemporary Art Center, 2003.
Horácio Fernández, The Latin American Photo-book, Aperture, 2011.
Horácio Fernández, Fotolibros latinoamericanos, RM, 2014.
CLAP! 10X10 Contemporary Latin American Photo-books, 2017.
Col. Latin America in Construction: architecture 1955 – 1980, MOMA, March 29 – July 19 2015.
Patrick Frank, Manifestos and polemics in Latin American Modern Art, University of New Mexico Press, 2017.
Gerardo Mosquera (ed.), Crisisss América Latina, Arte y Confrontación 1910-2010, Palacio de Bellas Artes : Ex Teresa Arte Actual, 2012

 

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