Guido Guidi, Variaciones, PUNTO DE FUGA, 2021

“Fue la fotografía la que me eligió, en cierto sentido, yo no la elegí a ella. Esta disciplina me atrajo. De niño me gustaba dibujar; luego, en la universidad, me encontré con un libro de Siegfried Kracauer llamado “La teoría del cine: la redención de la realidad física”, que analizaba la diferencia entre cine y teatro. Entendí que en el cine, como en la fotografía, no hay necesidad de énfasis para simular la realidad. De hecho, esto es perjudicial. En mis fotos no busco la retórica; intento volver al grado cero, a lo que Roland Barthes llamó “la realidad intratable”.

Luca Fiore, Guido Guidi: Per Strada, 2018

Comentarios sobre la fotografía de Guido Guidi

Varianti es uno de los libros más importantes del fotógrafo italiano nacido en las afueras de Cesena en 1941. Lo interesante de este libro es que parece no corresponder a ninguno de los registros clásicos de la fotografía impresa. No es un catálogo propiamente dicho, tampoco es completamente un libro de fotografía, sino más bien una obra que estudia el proceso de creación fotográficas del autor en donde cada imagen sugiere una forma de ver el paisaje. Art&, Udine publica esta obra en 1995 reuniendo película revelada, fotografías con anotaciones e imágenes antepuestas unas delante de las otras a modo de estudio de la composición y de la luz. La importancia de este libro radica en el hecho de haber conseguido romper con los formatos clásicos de la publicación fotográfica para sugerir que la fotografía paisajística de Guido Guidi es el producto de un trabajo laborioso de búsqueda de luces, de formas y de retratos urbanos que son estudios del paisaje.

El libro podría perfectamente servir de materia de estudio de la imagen fotográfica e inscribirse dentro de la historia del arte sin competir con la pintura. No hay que olvidar que Guido Guidi es maestro de la Universidad de Venecia y la Facultad de Bellas Artes de Rávena y como tal, enseña a comprender el gesto fotográfico.

© Guido_Guidi, Via Montaletto San Giorgio di Cesena, 1986

En su libro The Photobook: A History, Volumen II, Martin Parr y Gerry Badger, describen la esencia de este libro. “Varianti es un libro-proyecto enteramente concebido por el autor, tanto en la elección de las imágenes como en los textos. Guido Guidi imaginó el libro como la secuencia más natural de imágenes que se suceden al ritmo de una narración íntima, pura, como esa simple de las fotografías de un álbum. Todas las imágenes que datan de 1969 a 1994 se reproducen en su tamaño original y en su total integridad, como objetos ligeros, con las huellas que el uso y el paso del tiempo han dejado en ellas, colocadas en la página (desde la solapa de la portada). Varianti es un agudo proyecto mental y poético que sutilmente critica y cuestiona el paisaje que retrata. Varianti es probablemente un anti-libro que nos dice que la narrativa más auténtica es la que más se acerca a las cosas que decimos en nuestra vida cotidiana, o a las cosas que no decimos”.

Como parte de este ejercicio de estudio PUNTO DE FUGA se propuso leer este trabajo de estudio como si fuera una pieza musical, comparándolo con composiciones minimalistas modernas, para resaltar parecidos y diferencias entre dos artes que pocas veces entran en conversación.

El minimalismo de Guido Guidi

Puede ser sorprendente mencionar Time Curve, Music for piano by Philip Glass & William Duckworth, para intentar elucidar la fotografía de Varianti, esta importante publicación en la obra de Guido Guidi. Sin embargo, hay un aspecto común entre estos compositores, el intérprete Brubaker y el fotógrafo italiano Guido Guido y es la búsqueda del minimalismo, la elaboración de la pureza de las formas, la belleza del gesto errático de las notas y de las imágenes. El disco de Glass, se grabó con la intención de reunir una serie de estudios para piano. Tanto su carátula como su contenido se han convertido, con el tiempo, en una metáfora ideal para entender de qué forma esta obra musical dialoga con el trabajo de Guido Guidi.  

Un estudio para piano es «una pieza musical instrumental, generalmente breve, de gran dificultad, que ha sido diseñada para practicar una determinada destreza técnica en la ejecución de un instrumento solista». Los preludios y los estudios para piano que aparecen en el disco, son precisamente eso, exploraciones musicales que no parecen terminadas al momento de la composición. Tanto Varianti, la obra de Guido Guidi (titulada a modo de interpretación de variaciones visuales), como los estudios para piano de Glass invitan a la interpretación, a la consideración de la pieza clásica y de la fotografía como un proceso de elaboración en curso. Hay una fragilidad en estas obras que es notable: ambas se muestran en un constante proceso de gestación y es muy posible que durante su interpretación o su observación, el error se cuele. Pero en ello radica toda la belleza de estos trabajos. Que sean siempre obras no terminadas, hechas para que otros deambulen en ellas y las habiten. La palabra variante es bastante musical y apela a un trabajo que se piensa a sí mismo como un proceso. Y esa parece ser la intención tanto de Glass como de Guido Guidi. Es por eso que parece interesante empezar a indagar a fondo sobre estas dos creaciones, como si se tratara de obras que se responden la una a la otra.

El movimiento musical de Philip Glass y los dípticos de Guido Guidi

Otro aspecto que comparten el disco de Philippe Glass y el libro de Guido Guidi es la forma como ambos buscan desmenuzar notas, tonos y colores para dejar al descubierto la esencia fundamental de las artes. La búsqueda del silencio, la simplicidad de las formas y la fuerza del gesto minimalista radican precisamente en esa búsqueda de una forma meditativa de hacer arte y una forma reflexiva de expresarlo.

Lo más emblemático de estas dos obras, la de Guidi y la Glass, no es precisamente el silencio, sino todo lo que surge a partir de la búsqueda de esa sobriedad en las formas. Hay un espacio que se forja entre las notas, un tiempo para la observación que nace del silencio y lo sobrepasa. El sentido, al menos en estas dos obras, se gesta en la contemplación activa de las formas. Al leer la fotografía de Guido Guidi como se escucha un aire, lo que aparece en tela de fondo es la fascinante realidad del movimiento. En el caso de la música de Philippe Glass, cada nota es un elemento fundamental de la composición minimalista que, en conjunto, le da cuerpo a los tres movimientos de una sonata para piano y violín. Interpretada por María Bachmann en el violín y Jon Klibanoff en el piano, cada nota acompaña, línea por línea, trazo por trazo, la composición musical de Philippe Glass, de la misma forma como el uso del color y la luz la dan forma, imagen por imagen, a la obra fotográfica de Guido Guidi.

Gran parte de lo que une a esos dos artes es, sin dudas, la forma como esos movimientos visuales y sonoros han sabido despertar la consciencia. Pocas veces el arte se vuelve meditativo y en estas obras ese es precisamente el caso.

Antes de iniciarse a ese arte de la fotografía, Guido Guidi se había ya forjado una forma de ver el mundo al estudiar las proporciones y el espacio en el Instituto Universitario de arquitectura IUAV de Venecia donde recibió la enseñanza de historiadores, arquitectos y críticos de arte como Bruno Zevi, Carlo Scarpa y Mario De Luigi. Desde ese entonces, la mirada del maestro italiano se forjó con el ojo del arquitecto y el oído siempre atento del compositor de imágenes.

Variaciones de tiempo

Si hay algo sorprendente en esta analogía es saber hasta qué punto tanto la música como la fotografía son capaces de crear una comunicación directa entre el lector y el compositor sin necesidad de recurrir a un lenguaje verbal o a cualquier tipo de enunciado. En el caso de Guido Guidi, una gran parte de su obra ha consistido en traer a la conciencia, una serie de variaciones o de imágenes de esas zonas grises situadas en la zona periurbana y el campo de la Italia que él conoció en su infancia y en su adolescencia. El trabajo fotográfico de Guido Guidi que cubre casi cuatro décadas, es el de un orfebre y de un compositor de gran talento. A lo largo de su larga trayectoria como fotógrafo de los barrios populares italianos, Guido Guidi aprendió a observar, con la mirada aguda del escrutador de imágenes, los talleres, las fábricas y los barrios de los suburbios de los alrededores de Venecia. La que él observó con tanta dedicación desde que era un estudiante, merodeando los alrededores de Reggio Emilia, era una Italia que él recordaba desde su muy temprana infancia. La fotografía fue, como la música para Philippe Glass, el territorio ideal, un espacio de consciencia en el cual la luz y el color sirvieron de preludios a la composición fotográfica.

Viendo cómo con el tiempo se fue generando un cuerpo de imágenes latentes en la obra de Guido Guidi, un lector atento y silencioso empieza a descubrir como, en cada imagen de hay una alusión discreta, un homenaje sutil y dirigido, hacia el incansable paso del tiempo, hacia la imperfección del registro como si eso resaltara la belleza de lo que es esencialmente feo, marginal y olvidado. Incansable labor la del fotógrafo que con mucha parsimonia fue construyendo progresivamente una visión fragil, latente, de tonos luminosos, con la que componer un fresco de la Italia rural abandonada al paso del tiempo.

En Varianti, Guido Guidi reúne una serie de historias mínimas de la fotografía, compuestas por fragmentos de paisajes italianos imperfectos, fotografías de fábricas y de otras zonas rurales italianas entre 1969 y 1994 que ham dejado de funcionar, notando las variaciones en la composición del territorio como lo haría Philippe Glass con sus estudios para piano, al aislar volver su composición una obra escrita para cada nota. Como es común en muchos de sus libros editados, Guido Guidi introdujo en este libro bocetos y recortes de textos a manera de reflexión filosófica sobre lo que significa ser fotógrafo. Reuniendo extractos de la novela Opus nigrum (L’Œuvre au noir) escrita por Marguerite Yourcenar, el fotógrafo italiano tuvo la posibilidad de convertirse por un momento en el narrador de la novela para conversar con el lector sobre el oficio de ser fotógrafo usando una voz ajena. Como el personaje de Zenón, Guido Guidi empezó a considerar desde entonces que su trabajo era el de un alquimista guiado por la necesidad de transformar la materia en oro para extraer de ella su substancia más preciada, acompañando el juego de la luz en su movimiento constante por el paso del tiempo, creando tonos, haciendo retratos pausados en donde claramente se siente la mirada desinteresada del que posa, sin ocultar nada, como se esa fuera una labor cotidiana más por cumplir.

Estudios de luz y de color

Puede parecer absurdo el hablar de música pero ésta ha siempre sido el acerbo de la fotografía. Más allá de describir la desaparición del mundo rural italiano y hacer de la fotografía un medio idóneo para conocer de forma directa la realidad urbana, Guido Guidi habla de la fotografía como de un arte sin objetivo alguno, un arte de lo cotidiano y de los innecesario. En su incesante búsqueda por captar el tiempo presente Guido Guidi se convirtió en el compositor de imágenes que no buscan ser registradas, haciendo de la fotografía, un preludio al estudio de la luz y del color, la más fascinante de las ilusiones de un tiempo que avanza, fotografía a fotografía, pero que parece hecha sin otro propósito que no sea el de existir por existir. Qué raro es decir eso en un mundo plagado de intenciones, donde es necesario tener un discurso para todo. Quizás el único propósito de esta anti-fotografía, de este registro de lo banal e incomprendido, haya sido el de evidenciar el paso del tiempo a través de los dípticos. Cada imagen aporta un ligero cambio de perspectiva y un cambio de luz. Lo que importa en realidad es eso, que la luz pueda teñor las arquitecturas mientras el tiempo pasa. No se trata de buscar congelar un instante sino de dejar fluir esa luz sobre la superficie. Nada más parecido a un pintor.

Leyendo las críticas a la obra de Guido Guidi hechas por Francesco Zanot y Gerry Badger, nunca les oí mencionar el tempo, el movimiento y el trazo como elementos determinantes de la fotografía de Guido Guidi. En realidad lo son. Es precisamente ese el arte del que Guido Guidi ha sacado más provecho al componer, con tanta exactitud cada una de lo que el llama sus variaciones, registrando el paso de la luz, imagen tras imagen, como si tiñera de color muros, ventanas y paredes. Un lector apasionado de su obra editada puede ver con qué constancia las variaciones en la forma, el color y luz son las esencias de la fotografía de este italiano que con cada estudio ha sido capaz de traer consigo toda la historia del renacimiento. El trazo de lápiz sobre los bordes y las márgenes demuestran aue hay una necesidad de pensar, de documentar los lugares sin buscar tampoco que «la realidad» absorba la delicadeza de un momento banal pero tan importante y tan profundo como cualquier otro instante.

Guido Guidi. Cinque paesaggi, 1983-1993

© Guido Guidi, Via Galileo Ferraris, Porto Marghera, 1989

La figura dell’Orante

Una de las particularidades de la obra de Guido Guidi es que dialoga constantemente con el arte. Desde su propia orilla, lo coteja y le responde. En La Figura de Orante (La Figura dell’Orante), es un estudio en donde la composición parece hecha con la intención de hacer resurgir un patrón visual común entre esta pintura y la fotografía del autor. Guido Guidi escribe un prólogo titulado «notas para una lección de arte» que esa es su intención. En esas notas, Guido Guidi retoma la figura de Orante que asociada a la letra griega omega (ω) para releer toda la historia del la fotografía, argumentando que esa figura del hombre que reza con los brazos levantados es y ha sido un paradigma visual de la fotografía. En otras palabras, la obra pictórica de Antonello, situada en la Basílica de Sant’Apollinaire en la que aparece un ángel con los brazos abiertos en forma de una segunda letra griega, se convirtió en la grafía perfecta para leer de forma transversal la fotografía. Es el punto de fuga.

De esta obra extensa, Guido Guidi ha hecho resurgir una segunda letra, la letra alfa (α), como si se tratara de una caligrafía inconsciente presente en cualquier composición fotográfica. Esa letra en línea de fondo de una obra clásica recuerda todas las leyes de la perspectiva que se usaron en el renacimiento podía describir de forma geométrica los gestos del arte con el uso de la letra mayúscula alfa o A. En letras capitales, el alfa (A) y el omega (W), dos formas gráficas y fonéticas, expresiones de una misma realidad, se convirtieron para la fotografía de Guido Guidi en la representación misma de la realidad italiana de la posguerra. Al asociarse las letras con un sinnúmero de representaciones que existieron en el arte renacentista y en particular en la obra de Piero della Francesca, la relación con el arte empezó a tomar más sentido. En la obra del pintor, esas leyes de la perspectiva representaban la victoria de lo celestial en las figuras de los santos, pintados mirando hacia el cielo con los brazos abiertos formando con la cabeza en términos gráficos, la letra W. El alfa era, en ese caso y vista desde otra perspectiva, el punto de fuga y la representación de la divinidad de esas figuras que hoy la fotografía ha retomado de forma inconsciente. Sería interesante saber si, la composición musical de Glass tiene también estas formas simbólicas. Habría que buscar el equivalente de esta gráfica en los fonemas y en las notas musicales. Pero ese parece más el trabajo de un escultor o de un artista visual. Sigue siendo interesante el desafío de poder materializar el sonido en el espacio hasta llegar a una gramática específica común al arte y a la fotografía.

El alfa y el omega

El estudio fotográfico de Guido Guidi busca constantemente renovar su conexión con el renacimiento.  Dejando por un momento de lado el estudio del tiempo, Guido Guidi privilegia el de la forma, citando a Anaxagoras relata en este fascículo publicado en el marco de sus trabajos como profesor de la Universidad de Bellas artes de Ravena y de las Facultad de Arte y Diseño de la Universidad de Venecia. Su estudio de la fotografía se une al estudio del arte clásico hasta hacer resurgir la esencia de las formas que se esconden detrás de lo aparente o de lo puramente pictórico. Es como si, de alguna forma, el paisaje minimalista y sutil de la obra de Guido Guidi adquiriera desde entonces, un sentido oculto que la figura del Orante revelaba sobre el conjunto de toda la obra. Más que de un concepto, la música, los estudios de Philip Glass son la metáfora que puede darle sentido a un gesto inconsciente en la historia personal de un fotógrafo Italiano tan importante. Las notas que componían esa variación de la que habla Guido Guidi serían entonces, el alfa por un lado y el omega por el otro, el movimiento y la luz. La fotografía, más que un simple estudio, es el resultado de un examen de conciencia, hecho sobre una realidad cambiante, un estudio del sentido del paisaje fotográfico por decirlo de alguna forma. La música de Glass es precisamente eso, una vibración musical de notas asonantes con una gramática propia.

Abstracciones

Otro efecto interesante de este estudio del movimiento que se da más allá del simple registro del tiempo, es la manera como la obra de Guido Guidi revela la forma de la luz sobre las superficies de las construcciones genera formas y abstracciones de una gran fuerza estética. Podría inclusive pensar que, de cierta manera, la razón por la cual Guido Guidi ha decidido dedicarse a fotografiar los restos de la Italia rural, no es únicamente para documentar el paso del tiempo sobre un territorio cambiante. Es sobre todo una necesidad imperiosa por dar a conocer el cambio de la topografía y de la toponimia del paisaje italiano con el paso de los minutos.

En este caso, el ligero movimiento de la luz entre una fotografía y otro, reflejan esa presencia de la luz como un color. Más que una simple recolección de instantes, la obra de este maestro italiano ha siempre sido en series coherentes a partir de las cuales Guido Guidi ha sabido elaborar diversos estudios minuciosos, sutiles y delicados de las transformaciones del paisaje en una Italia cada vez más moderna.

En sus dípticos las ligeras variaciones de luz entre dos imágenes similares recuerdan las variaciones de las notas en el piano de Philip Glass que es precisamente lo que le ha otorgado toda la identidad a su música.

© Guido Guidi, Preganziol, 1983

El crítico de música Kyle Gann dice de la composición de Philip Glass y William Duckworth registrada en el disco The Time Curve Preludes que fue grabado entre 1977 y 1978, es la expresión de los dos primeros movimientos de la música post-minimalista. En mi opinión, el elemento más característico de este tipo de música es la búsqueda de la abstracción. Al introducir una estructura repetitiva y un lenguaje harmónico en el aire con una base muy simple la música se depura.

Es muy interesante ver cómo el minimalismo de estos dos compositores se asemeja en todos los sentidos al esfuerzo del fotógrafo Guido Guidi por traer algo de abstracción a su estudio de las formas arquitectónicas a través del uso de la luz y de series de imágenes repetitivas hechas con una ligera variación de fondo.

La italia rural, el fin de un mundo

Sin embargo, no todo son similitudes. No siempre la analogía funciona. Existe una diferencia fundamental entre el minimalismo de Glass y la fotografía de Guido Guidi y es que el primero hace un llamado optimista a la modernidad, mientras que el segundo propone una mirada nostálgica hacia el mundo rural italiano. La Italia que Guido Guidi ha conseguido fotografiar es en cierta medida, la misma que Pasolini describió en muchos de sus relatos y ensayos. Una Italia en decadencia, abandonada de la modernidad. Pienso más específicamente en Los ángeles distraídos (Les Anges Distraits) un conjunto de relatos en los que Pasolini describe con mucha sutileza las experiencias que tuvo de niño en la región del Friul italiano.

De la misma forma en que Pasolini construyó la trama de sus escritos de juventud, Guido Guidi ha reunido por mas de 40 años una obra fotográfica capaz de interrogar el paisaje y de representar el paso del tiempo en esa región de Italia que ambos conocieron a temprana edad. En uno de sus últimos libros, Guido Guidi, sigue los pasos de Pasolini por la región de su Friul natal, Mirando al este (Guaradando a est) en un intento por entrar en diálogo con el realizador, poeta, crítico italiano.

Comparto algunas de las reflexiones que el mismo fotógrafo hizo sobre este trabajo.

Las ruinas en el paisaje

A pesar de tener elementos de abstracción, la obra de Guido Guidi es una crítica a la modernidad. Todo el trabajo de este fotógrafo se ha centrado en registrar las ruinas de la era industrial, mostrar la vida cotidiana y el tiempo detenido que se vive en esa Italia rural. En una de sus más importantes obras fotográficas, Guido Guidi reúne las variaciones del paisaje al fotografía los jardines funerarios de Tomba Brion en San Vito de Altivole en Treviso. Hay algo de un pasado continuo, de un permanente huir del tiempo que se denota en la forma como Guido Guidi trabaja las secuencias de imágenes. Se ven siempre dos fotografías de un mismo instante separadas por un determinado lapso de tiempo, separadas también por una ligera distancia en la posición del que observa. En esta serie de fotografías de los jardines la distancia y el lapso de tiempo Guido Guidi crea, dibuja el movimiento sobre las ruinas.

Cada imagen tiene su doble y es como la contraparte de una segunda y hasta de una tercera imagen. La serie no sólo permite reconocer con minucia el momento anterior sino que de cierta forma hay algo, un movimiento, una longitud y un tiempo que invalidan la objetividad y la certeza del tiempo detenido. El acto fotográfico es pues, el mismo que el de un compositor de música, trabajar con el ritmo y jugar con el tiempo y la distancia.

El portafolio 8×10 editado por Toluca muestra precisamente esa constradicción entre el tiempo detenido y la realidad que avanza, esos lugares olvidados, destruidos y derruídos frente a esas caras jóvenes que miran a la cámara diciendo: aquí estamos, hacemos parte de este entorno.

Tempus fugit

En un artículo publicado en la revista Fantom en Agosto del 2010, Guido Guidi, autor de una obra editada maravillosa titulada Cinco Paisajes 1983-1993 (Cinque paesaggi, 1983-1993), de la Nueva Cartografía Italiana (A New map of Italy) y de Fuime o el río, discute con Luca Nostri sobre lo difícil que es definir la fotografía como un instante definitivo tal y como lo defendía Cartier Bresson. En esa conversación,  los dos fotógrafos hablaban de la fotografía como si se tratara de un arte desprovisto de un objetivo fijo, de un registro hecho sin intención previa.

La fragilidad misma con la que el fotógrafo fue registrando la desaparición del mundo rural en su Italia natal está reflejada en esa búsqueda del registro no intencional del paso del tiempo. Con el los años, Guido Guidi se convirtió en un fotógrafo compositor, un buscador de formas y de figuras repetidas en todo el paisaje rural italiano.

Sus series más conocidas de la zonas de Boloña en Milán y de Véneto en la región de Venecia retoman en un ir y venir de su mirada, los retratos y las formas que deja el paisaje en recomposición de dos regiones italianas en donde todo está incompleto, inacabado. Uno podría pensar que son “los restos de una era enfrentándose a una desaparición inminente”.

Biografía

Guido Guidi es un fotógrafo italiano nacido en Cesena en 1941. En los años sesenta asistió al IUAV y al curso de Diseño Industrial en Venecia. De 1989 a 2015 enseñó fotografía en la Academia de Bellas Artes de Rávena. Desde 2001 es profesor invitado en la Facultad de Diseño y Artes del IUAV de Venecia.

Expuso su obra en el Museo Guggenheim y el Museo Whitney de Nueva York. En el Centro Pompidou de París, la Bienal de Venecia, el Centro Canadiense de Arquitectura de Montreal, la Fondation HCB de París.

Publicaciones: Guido Guidi 8X10 Vol 37. (Toluca 2016); Looking East (Border Line / Koenig Book 2015); Veramente (MACK 2014); In Between Cities, Un itinerario attraverso l’Europa 1993/1996 (Linea di Confine per la Fotografia Contemporanea, 2004): La figura dell’orante (ediciones de Bradipo 2012); A New Map of Italy (Loosestife Editions 2011); Varianti (Arte & 1995).

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