“Una generación que había ido a la escuela en tranvía tirado por caballos, se encontró indefensa en un paisaje en el que todo menos las nubes, había cambiado y en cuyo centro, en un campo de fuerzas de explosiones y corrientes destructoras, estaba el mínimo, quebradizo cuerpo humano”.
Walter Benjamín, «Experiencia y pobreza”, En Ibiza, 1932- 1933
Traducción del Centro de Estudios Miguel Enriquez (CEME).
El texto de Benjamín que le dio el título al libro de Bérangère Fromont, Except the Clouds, habla de la imposibilidad para una generación de encontrar en la experiencia de la guerra, una referencia moral o política para afrontar un mundo en ruinas. Lo que en principio parece ser un libro de fotografías, se convierte por el título en una profunda reflexión sobre la experiencia de la historia y de la forma como los jóvenes atenienses se rebelan contra las sociedades europeas que no pueden pensar en el futuro mirando hacia el pasado. PUNTO DE FUGA quiso conocer a fondo las razones que motivaron este relato figurativo sobre lo atemporal y lo que surge del caos y de la confrontación.
P.D.F.: Bérangère, cuando uno descubre tu libro lee entre las páginas las primeras reflexiones sobre la cuestión del tiempo. La lectura revela la existencia de un relato poético y lúcido en donde la noción de luz sobrevive al caos y a la obscuridad del tiempo presente. En el relato que acompaña tu libro escribes: pocos meses después de los atentados de París en noviembre del 2015, me fui a Atenas por primera vez. Necesitaba sentir lo inmutable, lo atemporal, ver lo que permanece cuando todo se derrumba. ¿Porqué elegiste Atenas como destino?
B.F.: No escogí realmente a Atenas. Eligieron por mí. O más bien, la ciudad escogió por mí. Toto está realmente asociado a los ataques terroristas en el Bataclan. Ese día firmaba mi primer libro en el Grand Palais durante Paris Photo con el editorAndré Frère, era como si un sueño se hubiera vuelto realidad. El ambiente era de fiesta. Y una hora después hubo los atentados. Mi mejor amigo estaba allá con el libro en el bolsillo con otros cinco amigos. Sobrevivieron. Pero nada podía ser igual. Pasé de estar en el paraíso a estar en el infierno en unas cuantas horas. Emocionalmente no pude superar ese golpe. Tomar fotografías no tenía sentido, quería dejar la fotografía. Unos meses después, una amiga me propuso acompañarla a Atenas. Me habló muy bien del barrio de Exarchia. Entonces decidí acompañarla y llevar conmigo una vieja Nikon por si acaso. Fue una fortuna ese viaje, porque poco a poco comencé a ver. La luz empezó a filtrarse sobre las sombras, de forma frágil pero viva. Todo eso gracias a Atenas. Es un sentimiento difícil de explicar.
En esa época llegaba la primera ola de migración y en el barrio todo el mundo parecía afectado por eso. Los jóvenes con los que hablaba, pero no solamente ellos. Las cosas habían cambiado en Paris desafortunadamente. Recordaba las palabras de Pasolini: “La luciérnaga está muerta, perdió sus gestos y su luz en la historia política de nuestro oscuro contemporáneo que condena su inocencia a muerte”. Pero en Atenas recobraba mi esperanza en la humanidad, algo que pensaba, había desaparecido. En Atenas la gente perdió mucho con la crisis económica pero las personas comparten lo poco que les queda. Uno siente que hay una fuerza de vida más intensa que en otras partes. Una fuerza de vida que resiste al sometimiento y a la renuncia. El proyecto empezó queriendo buscar la luz en las calles de Atenas, buscando a las luciérnagas que habían sobrevivido.
P.D.F.: Cuando regresaste a Atenas más adelante viste también a una ciudad en crisis. Pasaste tiempo en Exarchia, barrio rebelde y solidario. ¿Cómo surgió el proyecto fotográfico más en concreto? ¿Qué buscabas en lo inmutable geometrías, terrenos baldíos, retratos? ¿Estabas haciendo un fresco del tiempo presente?
B.F. : Me gusta esa idea del fresco. El proyecto tomó un tiempo en nacer, en tomar forma. Durante el primer viaje me puse en la posición del “flâneur“. Siempre había querido hacer un proyecto en donde podría apropiarme de ese rol de paseante, caminar durante horas en las calles de una ciudad, sentirme viva de nuevo. Tenía presente a Benjamín inconscientemente y sus múltiples pensamientos sobre esta figura: “Tanto el lector como el pensador, el esperanzado y el flâneur, son todos tipos del iluminado, como lo son el que consume opio, y el soñador, y el embriagado. Y ellos son, además, los más profanos. Por no hablar de la más terrible de las drogas –la más terrible, a saber, nosotros mismos–, que consumimos en nuestra soledad”.
Cuando vi las fotografías que había hecho de regreso en París no quedé muy satisfecha. No guardé sino una imagen de ese primer viaje que fue el punto de partida de una reflexión. Hay muchas oposiciones en esa imagen: entre el pasado y el presente, con ese frágil rayo de sol posándose sobre las columnas del Partenón. El sol es permanente, pero marca el paso del tiempo con su movimiento. Las piedras son inmutables. Es lo que queda cuando todo lo demás se desmorona.
Pensé que lo que asociaba la cultura a la naturaleza eran esas geometrías. Con sus reglas estrictas la geometría busca determinar las leyes naturales, busca crear bases inmutables a un mundo de formas cambiantes. Nos reenvía a la noción de escala, de lo pequeño y lo grande y nos indica nuestro lugar en el mundo. En griego la geometría invita a recorrer una serie de líneas, es la ciencia a través de la cual se aprende a conocer y modular el espacio. En el proyecto las geometrías aparecieron un poco azarosamente al comienzo. Conforme iba viendo las imágenes aparecieron esas formas más claramente y fue entonces cuando decidí integrarlas como base formal y conceptual, una base sobre la cual van quedando retratos y objetos.
Siguiendo esa idea de fresco, pienso que este es un proyecto que se interroga sobre lo contemporáneo que es como dice Agamben “una cita secreta entre lo arcaico y lo moderno”. Atenas es emblemática por la extravagancia de su historia, pero también por lo desastroso que es su presente. Por esa razón Grecia es el laboratorio de Europa.
P.D.F.: Decías también en tus escritos que querías poner en un mismo plano diferentes temporalidades, tratar de mostrar una realidad unida por la belleza. ¿Qué te hizo ver en las calles de Atenas la confrontación entre pasado y presente? ¿En qué consiste esa belleza unificadora, dónde la encontraste, en las formas y los contrastes, en la escogencia del blanco y negro?
B.F.: La palabra “ruina” lleva en ella una paradoja: simboliza el declive o la decadencia, pero al mismo tiempo habla de lo que resiste, de lo que queda. En Atenas las ruinas contemporáneas y las antiguas cohabitan en un mismo paisaje. Se percibe la confrontación entre el pasado mitológico suntuoso de la ciudad y su presente político y económico, caótico y oscuro. Una imagen emblemática de esto es la piedra del ágora que resiste ahí, en su decorado, como una ruina sobreprotegida sobre la cual se abalanzan los turistas. Flota sobre un fondo negro. En contraste con ella está la fotografía de los edificios modernos, símbolos de las ruinas del capitalismo. veo la belleza en la dualidad de una manera muy baudeleriana. Le belleza nace de la oposición de los contrarios, un rayo de luz en una calle sórdida, un pájaro que se posa sobre el mobiliario urbano vulgar. De la misma manera que se percibe mejor una chispa de luz en la noche, la belleza aparece en su opuesto.
P.D.F.: Hay un contraste muy interesante en el libro que publicaste Except the Clouds entre imágenes de terrenos baldíos, retratos e imágenes de revueltas. Hablemos de las imágenes de revueltas. ¿Cómo llegaste a esas imágenes de archivo? ¿Porque elegiste ensombrecerlas y mostrarlas como si estuvieran detrás de una capa de polvo oscura?
B.F.: Son capturas de pantalla de videos difundidos por los medios griegos que encontré en YouTube. La mayoría de esas imágenes tienen 10 años. Fueron filmadas a comienzos de la crisis. Lo que me interesaba era mostrar las imágenes de Atenas que había visto en los medios, imágenes que se quedan grabadas en la memoria cuando uno no conoce una ciudad y lo ve todo por televisión. Son imágenes emblemáticas de revueltas. Podemos ver que son las mismas en todas partes del mundo. Como en Francia ahora.
Cuando llegué por primera vez a Atenas, tenía esas imágenes en la mente. Tuve la idea de incluirlas en el proyecto pasados dos años. Me las apropié y las ensombrecí para mostrar el carácter espectral y fantasmal. Sentí el peso de esas revueltas en toda la ciudad. Pero esa imagen no era sino una visión deformada por los medios con la que estaba remplazando los recuerdos. Pensé que podía ser interesante mostrar esas imágenes como recuerdos que no son míos, como algo real e irreal a la vez.
P.D.F.: Esas fotografías entran en contrate con los registros poéticos y sensibles de las calles de Atenas, esos fragmentos de la ciudad que fotografiaste por fragmentos mientras caminabas. Al unir esos dos registros de imágenes parece como si poco a poco, el libro estuviera liberando las imágenes de su propia historia, dejándolas suspendidas en el tiempo. ¿Porqué escogiste asociar esas imágenes de revueltas con fotografías poéticas de Atenas? ¿Era acaso una forma de mostrar las manifestaciones como una expresión de una fuerza de resistencia subyacente que emerge de un barrio anarquista autónomo como este? ¿En qué momento vino la idea, mientras fotografiabas o al editar?
B.F.: La idea de incluir esas imágenes vino mientras fotografiaba. Al caminar pensaba en esas imágenes violentas de las manifestaciones que había visto en la televisión. Pero no sabía todavía cómo integrarlas. Tomar ese tipo de imágenes me parecía que no tenía sentido. No soy fotoperiodista y me causa horror pensar en utilizar imágenes del dolor humano para promover un proyecto artístico. Cada uno de mis viajes a Atenas estaba separado por un periodo de un año. Quería mostrar imágenes de los medios que pudieran expresar algo de mis recuerdos. Como tú dices esas imágenes son también perpetuas, aparecen una y otra vez en un barrio anarquista que está constantemente en revuelo. Las compañías de seguridad están presentes alrededor del barrio y una vez por semana reciben de los manifestantes una serie de cocteles molotov.
Pero el libro en general hace también una reflexión en cuanto al tiempo histórico. Pienso en la definición misma de la palabra revolución: regreso en el tiempo, ciclo, movimiento circular. Me interesa esa idea de la repetición del tiempo histórico y al mismo tiempo la idea de que existe actualmente un periodo desesperanzador en donde la juventud se ve en la imposibilidad de avanzar. Retomo la frase que decías al inicio de la entrevista. Este trabajo es una reflexión sobre la experiencia de la historia y de la forma como los Atenienses se apropian de su tiempo enfrentando a sociedades que ya no pueden pensar su futuro mirando hacia el pasado.
P.D.F.: No hay en el libro una verdadera narración. Uno diría que se trata más bien de un fresco, un retrato fragmentado de una ciudad sacudida por movimientos de revuelta e instantes de paz. El conflicto parece aparecer siempre como posibilidad, ¡pero la tranquilidad también! Las dos fuerzas están en equilibrio permanente. Si este libro no tiene una sola narrativa ¿cómo podrías definirlo? ¿Se trata de un fresco atemporal, de un relato sobre la belleza de la realidad, de un retrato del tiempo suspendido?
B.F.: Un fotógrafo griego Nikolas Ventourakis que conocí la semana pasada me dijo algo muy bello: “John Berger dice que en un momento dado el momento puede ser absolutamente inmenso. Tengo esa impresión cuando miro su libro. Es como si me presentara la inmensidad del momento extendido y propagado sobre instantes, el tiempo, el espacio”. Me gusta mucho esa idea. Es una forma más poética de decir las cosas. Esta obra es una reflexión sobre lo contemporáneo. Lo contemporáneo es el pasado, el presente y el futuro. Pero también lo subjetivo y lo objetivo. La fotografía permita ponerlo todo en un mismo plano. Podría decir que el libro es un fresco de un vasto momento.
P.D.F.: En tu diario de viaje describes un encuentro con Odysseas un joven ateniense muy sensible. Así es como lo describes: “Me encontré con Odysseas en las calles de Atenas. Conversamos. Hablaba francés, inglés y griego. Le pedí que posara para mí, mirando fijamente al sol, como buscando el deslumbramiento. Para mi, él representa la juventud orgullosa y determinada pero enceguecida por la crisis. Su cuerpo es frágil frente al tiempo que pasa”. ¿Porqué decidiste incluir sus retratos en el libro?
B.F.: Esa idea vino al final. Durante el primer viaje había hecho retratos de jóvenes atenienses, pero no me quedé sino con uno, el de Odysseas. Pensé que si multiplicaba los retratos perdería la alegoría. Odysseas es un joven muy cultivado y consagrado. Su figura me permitía conectar el pasado con el presente. Al final de la sesión de fotografías sus ojos estaban llorosos. Le había pedido que mirara fijamente al sol. En las fotografías quería que se lo viera luchando contra el sol, contra el tiempo. él también representa ese cuerpo frágil descrito por Benjamin. Los retratos que hice de él son como refranes de un libro, son los movimientos que representan una batalla simbólica de los jóvenes en el presente por darle sentido a lo que hacen.
P.D.F.: Como tú lo dices, la figura de Odysseas es emblemática. En los múltiples retratos que haces de él no hay un sentimiento de intimidad aparente sino más bien el reflejo de la vulnerabilidad de un hombre, el reflejo de alguien que parece estar peleando con un presente incierto. ¿Esta figura de Odysseas es la alegoría de Ulises en los tiempos de hoy? ¿Es también una figura mitológica?
B.F.: Si, hay una dualidad en la figura de Odysseas, un cuerpo frágil presente frente a una imagen más indefinida y atemporal.
P.D.F. : En el libro algunas imágenes evocan el tiempo detenido, un tiempo inalterable de la fotografía: se ven enjambres de nubes, árboles marcados por el sol y pájaros posándose sobre estructuras en madera en las calles de Atenas. ¿Cómo integrar esa atemporalidad con el presente caótico de los jóvenes en revuelta? ¿Cuál fue la conexión que hiciste entre esas dos realidades de tiempo tan diferentes?
B.F.: La geometría es lo que permite equilibrar el caos. Hay un equilibrio frágil en este libro que es el resultado de situaciones caóticas: los ladrillos, las aceras, las estructuras rotas de espacios abandonados, en ruinas. Todas estas formas son agentes del caos, pero todas tienen ese atributo geométrico que las une. Hay dos extremidades que se complementan: algunas imágenes son silenciosas, inmóviles y muy contrastadas mientras que otras muestran la violencia, la tensión y el movimiento, pero son más planas y tienen menos contraste. Quise equilibrar el aspecto visual de las imágenes con respecto a su contenido. Vuelvo a la idea de la dualidad baudeleriana, a la ciudad oxímoron.
P.D.F.: Más allá de la cuestión del tiempo hay una relación particular que estas imágenes tienen con la realidad. ¿Piensas que tu obra es documental? ¿Cuál es la experiencia que estas imágenes tienen con respecto a la realidad que retratan?
B.F.: No es un trabajo documental. Es una obra más conceptual. Pienso que es filosófica. Veo la realidad desde distintos prismas. Mis temas son siempre los mismos: resistencia, fragilidad frente al caos, búsqueda de la luz). Muchas de mis lecturas orientan mi percepción de la realidad en el momento. En esta obra buscaba a Pasolini, sus múltiples retratos de la juventud en rebeldía. No doy muchas pistas de lectura, me gusta que la gente interprete libremente las imágenes, que la relación de observación sea activa, inquieta, que se construya por medio de una lectura más personal del libro. La realidad no es la misma para todo el mundo.
Pienso que la realidad es el punto de partida de este proyecto, pero en muchas ocasiones esta realidad se disuelve, por oleadas. La lectura también es abierta. Cada libro tiene un lector. Esa idea también está acentuada físicamente en la elección del papel, un material orgánico y sucio que hace que cada libro se imprima diferente.
P.D.F.: ¿Piensas volver a Grecia para continuar con la serie de fotografías o consideras que el libro es una versión definitiva de este trabajo?
B.F.: El libro es la versión definitiva. Estoy empezando un nuevo trabajo en España en donde estoy empezando por una historia muy personal, la de mi abuelo, un obrero anarquista republicano catalán.
P.D.F.: Publicar un libro siempre requiere de un largo proceso de reflexión en donde se establecen una serie de conceptos en torno al formato, la secuencia de las imágenes. ¿Cómo fue esa experiencia con VOID?
B.F.: Cuando empiezo un proyecto no tengo mucho en mente su forma definitiva. Pero esta vez, entre más avanzaba el proyecto más pensaba que tendría la forma de un libro. Las imágenes funcionan realmente como una secuencia ritmada y todas entran en resonancia con la frase de Benjamín. Construyo casi siempre las series fotográficas de esta forma, alternando las imágenes como si fueran los versos de un poema. Me fascinan las estructuras cíclicas y repetitivas. El libro permite esta construcción y pone todas las imágenes a un mismo nivel.
Trabajar con el equipo de VOID le dio una cierta forma de legitimidad al proyecto. Teníamos una misma cercanía ética y fue muy fácil trabajar con ellos, la cercanía fue grande. El libro es un poco el resultado de este encuentro. Al menos así lo creo.
Web
http://www.berangerefromont.com/fr/accueil.html
Biografía
Bérangère Fromont es una fotógrafa francesa nacida en Martigues en 1975. Vive y trabaja en Paris. Su trabajo fotográfico tiene una fuerte carga poética. Sus series AETHER, I don’t want to disappear completely y Except the Cloudshan sido presentadas en numerosos festivales de fotografía como CIrculation(s) en París, Manifesto en Toulouse, las Boutographies en Montpellier, el Premio Maison Blanche en Marsella y el Festival Internacional de la Fotografía de Busan en Corea del Sur.
En 2015 publicó su primer libro tituladoCosmos con el editor André Frère. Desde entonces dos de sus series han sido publicadas. «I don’t want to disappear completely» apareció bajo la forma de un fanzine publicado por Septemberbooks editions. En 2018 fue invitiada por la editorial griega VOID a participar en el proyecto Hunger junto con Antoine d’Agata, Joan Fontcuberta, Erik Kessels y otros. Su segundo libro titulado Except the Cloudsfue publicado por la editorial en 2018 con el apoyo del Institut Français de Atenas.
Su obra ha sido comentada en diversas revistas y publicaciones en línea como Der Greif, die Nacht, Co-curate, BKN, The Smell of Dust III, Fisheye, Mouvement, L’Intervalle y ASX Magazine.