“Desde mucho antes de llegar a San Buenaventura nos dimos cuenta de que los ranchos estaban ardiendo. De las trojes de la hacienda se alzaba más alta la llamarada, como si estuviera quemándose un charco de aguarrás. Las chispas volaban y se hacían rosca en la oscuridad del cielo formando grandes nubes alumbradas. Seguimos caminando de frente, encandilados por la luminaria de San Buenaventura, como si algo nos dijera que nuestro trabajo era estar allí, para acabar con lo que quedara”.
Juan Rulfo, El llano en llamas, Revista América, 1950
Hace un año y medio, el artista Nicolás Giraud llegó a una librería parisina a mostrar una serie de imágenes de incendios que había impreso en pequeños formatos. Su fascinación por la destrucción del paisaje y su inestabilidad en periodos de incendio parecía genuina. La imagen que nos mostraba venía de 2013. Hacía parte de la serie Honor thy error as hidden intention (Honra el error como intención oculta). Para empezar el título era todo un misterio. No se podía saber de dónde venía el error en esa primera fotografía de una casa incendiada en medio de una colina verde cubierta de arbustos impasibles en medio del paisaje desastrozo. PUNTO DE FUGA se preguntaba ¿Más allá de la noción de errar como intención del artista, por qué darle tanta importancia a una serie de fotografías anónimas de incendios, convertidas en imágenes autoadhesivas como esas que uno colecciona cuando empieza un álbum de fútbol de los hermanos Benito y Guissepe Panini? ¿Qué era lo que él veía detrás de esos momentos trágicos convertidos en gestos banales impresos como imágenes en serie para coleccionar?
Hablando largamente con Nicolas Giraud de ese trabajo con el paisaje en llamas, descubrimos que no sólo se trataba de un fetiche o de una pasión pirómana e iconoclasta hacia los paisajes incendiados. La serie Fire Season (Estación de incendios) escondía una reflexión más profunda sobre la inestabilidad de las imágenes que se entregan y se reproducen con facilidad al punto de perder toda referencia al lugar de los hechos. Pero no sólo era una necesidad de llevar las técnicas de Warhol y su obsesión por la reproducibilidad del arte a un exceso. Había algo más. Decidimos sacarle la crónica. Por primera vez PUNTO DE FUGA publica en español los pensamientos de Nicolas Giraud sobre el paisaje incendiado: experiencias contadas de un paisaje que se consume en un instante trágico. Podrían ser ilustraciones dedicadas a un libro conocido de Juan Rulfo.
Fire Season #1 (Estación de incendios)
Objetos e imágenes efímeros que circulan gratuitamente en espacios artísticos. Series numeradas de imágenes autoadhesivas impresas en pequeño formato nacidas de conversaciones, exposiciones o encuentros en diversos museos y galerías de Francia, distribuidas generosamente hasta el desgaste. Fire season (Estación de incendios) es un proyecto sobre la rareza de la imagen impresa en abundancia, un trabajo sobre los límites de la circulación y de la distribución del arte replicable. Impresas en series durante momentos de diálogo o de exposición, esas réplicas o documentos testigos del incendio sacados de fuentes desconocidas hacen de la tragedia cotidiana, un ícono del arte y de la belleza. La abundancia de lo impreso y la ausencia de un discurso argumentado sobre el cómo el cuándo y el dónde de esos acontecimientos, convierten la imagen del incendio en una rareza, un momento trágico convertido en coleccionable.
Fire season (Estación de incendios) es un proyecto de reactivación de los restos de la memoria contenida en las imágenes anónimas de incendios encontradas en internet y luego impresas en pequeños autoadhesivos. En el dorso de cada imagen quedan, el número, el nombre del autor, el lugar, la fecha y la cantidad de réplicas. Al ser adherida a una superficie, la parte del dorso se bota y la imagen vuelve a ser lo que era, una fotografía sin contexto preciso, la imagen flotante de una casa o de un bosque quemándose indefinidamente.
Con este proyecto impreso, quise hablar del valor de la réplica. Las fotografías que Nicolas Giraud muestra acá son el resultado de una búsqueda intensiva sobre internet de toda esa memoria contenida del paisaje quemado. En contadas ocasiones las imágenes son suyas, hechas por él en uno de esos intentos por acercarse al fuego de algún paisaje Californiano en épocas de verano. Lo importante no es la fuente, sino la experiencia visual de ese paisaje, lo que genera en el pensamiento de quien ve. En la mayoría de los casos, los incendios aparecen como tragedias sin historia. Nicolas Giraud los llama estaciones, momentos en los que se nos recuerda que eso aconteció en algún lado. Las fotografías son documentos que han perdido su fuente, como botellas vacías que llegan del mar. Es como si no tuvieran pasado. Quien las colecciona, una por una, ignora el contexto de donde fueron extraídas.
Fire season (estación de incendios) es ante todo un experimento visual, el ejercicio de sentarse y presenciar cómo las imágenes que uno pega aquí y allá, viendo impasible cómo se va gestando la progresiva pérdida de información de una imagen que se difunde hasta quedar convertida en un gesto visual, en una serie numerada de eventos trágicos sin memoria propia, imágenes repetidas de casas y de bosques incendiados que surgen en un espacio de exposición o de lectura para luego circular de mano en mano hasta quedar adheridas a la superficie de un muro, de un poste de la calle o del muro de un café cualquiera sin que uno llegue a saber de dónde vinieron ni cómo llegaron ahí.
Al quedar adheridos en algún lugar de la ciudad donde empezaron a circular, esas réplicas de incendios vuelven al anonimato, su circulación empezó a agotarse. Las últimas imágenes que quedaban eran como supervivientes. En ellas quedaba la esencia de lo trágico llevado a su extrema banalización. Era necesario abrir el ojo para entender el gesto de ese momento, sorprenderse con la fuerza estética de algo tan trágico convertido en algo tan insignificante, un autoadesivo. Si uno observaba atentamente podía despertar, desde el silencio, un crujir de la madera, la memoria auditiva, llevando al subconsciente a traer a la mente imágenes y sonidos de otros episodios similares vistos en la televisión o quizás también experimentados en vida. Todos hemos visto incendios. A todos nos han generado una extraña mezcla de fascinación y de miedo. Es sobre esa experiencia sensible del paisaje en descomposición que Nicolas Giraud quizo escribir la crónica, como si fuera necesario contar lo vivido días después. Como él muchos no hemos podido expresar en el momento esa sensación de impotencia frente al fuego impredecible. Es más, pocos podemos narrar el momento definitivo, cuando se prende una rama, o un pasto seco y se desata el fuego.
La pieza central de este proyecto nació en 2013 con las imágenes impresas en serie. Captan brevemente algo que es difícil de captar, el instante del incendio. La escogencia del formato vino de esa necesidad de abordar estos temas en un espacio inestable y cambiante como es el espacio de lo impreso. Este formato algo arcaico de la colección de imágenes autoadhesivas constituida con el tiempo y quizás también por el desgaste de las imágenes que abundan y se pierden o se abandonan en el camino permite pensar en la forma como se constituye un grupo de imágenes. La producción de esos autoadhesivos se hace bajo un protocolo muy preciso. Se puede adquirir la colección completa al volver el productor de una nueva serie, aumentando con ese gesto el conjunto de la serie.
Fire season (Estación de incendios), en el fondo, es un intento por abordar los paisajes incendiados, es decir, ese espacio arquitectónico y visual sensible cargado de una fuerza estética pero también marcado por una fuerte fragilidad y una estabilidad que son puramente temporales – ¿hasta cuándo se sostendrán las vigas de la casa de madera antes de ser consumidas por las llamas? -, son la muestra de la desaparición próxima de ese paisaje, de su inevitable destrucción.
En 2016, se hizo una exposición en Los Ángeles de este proyecto. La exposición se construyó a partir de una experiencia del incendio. Hicimos varios desplazamientos sobre el terreno para aproximarnos al incendio de distintos puntos de la ciudad. Esa experiencia fue luego contada a través de una serie de encuentros y de relatos escritos. Al final se hizo una postal a partir de una de las imágenes del incendio tomada desde los alrededores. La postal es decepcionante, es la imagen de un árbol en fuego en una llanura enclaustrada. La imagen es roja y naranja, como el resto del paisaje ese día. La postal muestra un lugar a punto de desaparecer, es la imagen de un acontecimiento trágico que muestra con algo de distancia lo distintas que son la experiencia sensible de la catástrofe con relación a la representación mediática del acontecimiento. El único objeto producido para le exposición fue esa postal. Fue entregada o enviada, como un ritual, para acompañar la experiencia y luego la narración de ese incendio. La crónica o el testimonio de ese momento y la postal son los únicos contenidos de la exposición Fire Season (Estación de incendios). Enviada a París por correo postal, esta imagen es el punto de partida de una segunda exposición llamada, El bosque, el fuego.
Fire Season #2 (Estación de incendios)
Oak Springs canyon road (Camino de Oak Springs)
Pensaba realizar una exposición en Los Angeles sobre este trabajo. Pero una vez que llegué allá me di cuenta que moverse en la ciudad era complicado. Para llegar a la ciudad debía manejar una hora o dos entre las calles. No estaba seguro de que los habitantes de la ciudad se tomaran el tiempo de hacer ese trayecto y tampoco quería imponérselos. Pensé entonces montar una exposición que no sería vista por nadie pero que la gente pudiera recordar, guardar en su memoria. Se me ocurrió que debía darle a la gente la posibilidad de tener una experiencia sensible con el paisaje incendiado, llevarlos a vivir eso. Pensaba instaurar una especie de ritual con la gente que me cruce en la ciudad, algo que pudiera empezar con una simple conversación. Para generar el intercambio, les daría algo, un objeto que pudiera guardar la memoria de esa conversación.
La primera idea, sobre la exposición, fue pensar en un incendio, en ese acontecimiento en el momento mismo en el que estuviéramos conversando (y posiblemente también en el momento en el que ustedes estén leyendo este texto). En este preciso instante grandes extensiones de bosque están quemándose, una parte considerable del paisaje está ardiendo.
Había elegido el título de la exposición con anterioridad, por esa extraña fascinación que tengo con el fuego y porque en esta estación, hubo cantidades de incendios quemando las tierras de california. En menos de una semana desde que llegué, uno de esos incendios se desató en la región decimando 16000 hectáreas de tierra. En tres ocasiones, fui al lugar de los hechos. Cada viaje era distinto y en cada uno de ellos había una cierta decepción. Solo con la distancia y con la acción de la memoria es que uno toma consciencia de lo que ve. La catástrofe a primera vista es casi siempre decepcionante. Es difícil medir los efectos de la tragedia a otra escala que la nuestra, la de nuestra propia vivencia. Pero la experiencia del incendio se produce a una escala sensible en donde uno no sabe muy bien qué hacer con ella, como entenderla. La experiencia del incendio es algo muy íntimo.
El primer intento que hice para acercarme al incendio fue en pleno día. El incendio había sido declarado 24 horas antes y ya estaba tomando fuerza. Hay que hacer un trayecto de una hora en carro para poder llegar al sitio y los límites de la extensión del fuego son siempre inciertos. Salimos de la autopista para entrar en el corazón de esos cañones profundos siguiendo la ruta hasta toparnos con los límites establecidos por la policía y los bomberos. No vemos las llamas, pero el cielo es rojo y llueven cenizas en esa tierra. Cuando nos bajamos del carro, el calor era fuerte y olía a tierra quemada. El fuego estaba extendiéndose del otro lado de la colina y se oían helicópteros sobrevolando incansablemente una zona que el humo no nos dejaba percibir con claridad. Pocos días después esa zona que pisamos iba a ser consumida por las llamas.
Cuando regresamos a la zona del incendio dos días más tarde el fuego era enorme. Crecía con el viento y la sequía. Llegamos durante el crepúsculo cerca de un lote donde los habitantes de la zona se preparaban para evacuar. Se sentía la inquietud en la cara de la gente. De pie, en el borde de un garaje abierto de par en par, esperaban sin saber qué sería de su futuro. En la cima de la colina que rodeaba el terreno donde estábamos empezaron a aparecer las primeras llamas. Los helicópteros que lanzaban sobre la cresta productos químicos para calmar el fuego eran bien recibidos por los habitantes de la zona. Se ve pasar a un adolescente en bicicleta por las calles desiertas.
Volvimos una última vez cuatro días después, cuando ya habían conseguido controlar el incendio. Un policía nos dejó acceder a una ruta que pronto iba a volver a abrir. En el camino nos cruzamos con el primer carro de bomberos y atravesamos el campo quemado donde todo se había convertido en cenizas grises y polvo. Los troncos de los árboles que seguían de pie estaban totalmente negros. Era difícil saber qué había quedado calcinado y qué estaba solamente cubierto por el polvo de humo. Las casas que habían quedado de pie parecían haber quedado protegidas del fuego, como si fueran castillos asediados.
Usando una de las fotografías que hicimos el primer día, edité una tarjeta postal. La imagen era decepcionante. Se veía un árbol enclaustrado en el cañón. La imagen era roja y naranja como todo el resto del paisaje que fotografiamos ese día. En vez de mostrar un monumento que cada uno de nosotros podría visitar, la postal mostraba un paisaje que pronto desaparecía, un lugar irreconocible después del incendio. Es la imagen de un momento que separa la experiencia vivida de todo posible discurso mediático sobre ese momento. La postal fue lo único que expuse. Se les entregaba a todos después de un momento de discusión en donde contentábamos lo que había ocurrido. La historia que esa experiencia me dejó y la postal con la fotografía del paisaje incendiado fueron las únicas cosas que quedaron de esa exposición.
Web.
http://www.empyre.eu
Biografía.
Nicolas Giraud es un artista francés nacido en Saint-Etienne, Francia, en 1978. Antes de dedicarse al arte estudió comercio en la Escuela Superior de Comercio de Lille. Le sugirieron los estudios en la Escuela Nacional Superior de fotografía de Arles y en el Estudio Nacional de rte contemporáneo del Fresnoy. Su larga investigación artística lo ha llevado a enfocarse en el estudio de los mecanismos de construcción de la imagen. Desde muy jóven se ha dedicado a la curaduría, la crítica y la educación artísticas. Su obra ha sido expuesta en el Museo de arte contemporáneo de Lyon y en la Frac Languedoc-Roussillon principalmente. Actualmente enseña en la ENSP de Arles y es miembro del laboratorio a broken arm. Lo representa la galería Frank Dumont en Los Angeles.