“Nuestros recuerdos se transforman y se diluyen constantemente. La memoria pierde sus códigos, se altera y se recrea. El olvido embiste nuestra memoria y la lucidez, que aparece como un rayo, se disipa al instante”.
Agustín Zuluaga Olarte, Santísimo Sacramento, Auto-editado, 2016
PUNTO DE FUGA, la plataforma experimental del arte y de la fotografía, ha reunido una serie de entrevistas hechas a fotógrafos colombianos. De esas entrevistas van surgiendo una serie de inquietudes sobre la existencia misma de la fotografía y su incesante combate por limar asperezas con el mundo del arte. Esta es la octava de una larga serie de conversaciones que han ido trazando una cartografía visual del universo de los fotógrafos en la actualidad. Cada conversación es un intento por indagar en las profundidades de la obra del artista de los fotógrafos colombianos, para entender mejor cómo el pensamiento y las experiencias de vida de los autores han ido forjando la imagen fotográfica, hasta convertirla en una obra visual cargada de significado.
Entrevista
Por PUNTO DE FUGA
P.D.F.: Santísimo Sacramento es el título que le diste a tu primer libro de fotografía. Tu madre se llama María Teresa del Santísimo Sacramento. Para los católicos, el santísimo sacramento del altar, es el símbolo de la presencia de Jesús. La iglesia lo representa bajo la forma de un sol forjado en oro sobre el cual reposa una cruz. ¿Por qué decidiste darle ese nombre a tu libro? ¿Por qué no llamarlo con el nombre de tu mamá?
A.Z.O.: El nombre de mi madre es María Teresa del Santísimo Sacramento y si sumamos sus apellidos quedaría María Teresa del Santísimo Sacramento Olarte de Zuluaga. Pero mi madre firma siempre con el nombre de María Teresa Olarte de Zuluaga. Del Santísimo Sacramento queda siempre oculto. Esa parte de su identidad ha sido ocultada por ella, podríamos hablar de esa sombra de la que habla Carl Gustav Jung o simplemente de lo oculto -sus razones tendría-. Esto me llamó muchísimo la atención pues mi intención como fotógrafo se trata de exteriorizar lo oculto. Por eso el libro se llama Santísimo Sacramento, porque indaga sobre lo oculto. El libro es un viaje introspectivo a lo recóndito de la memoria de mi madre, una indagación por los recuerdos que ella conserva y que yo he ido recreando a través del libro.
En un momento de mi vida se reunieron una serie de circunstancias y de descubrimientos que cambiaron mi forma de pensar. Apareció primero un libro que me inquietó de sobremanera y que me generó más preguntas que respuestas. Se trata de Proust y la neurociencia, el libro de Jonah Lehrer que abrió un espacio en mí. Desde ese entonces empecé a interesarme por los lenguajes de la neurociencia, la memoria y el recuerdo. Luego, vino otro punto de inflexión en mi camino: el taller sobre el Foto-libro experimental con Julián Barón. Justo después de eso, a mi madre le diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer. Y, por último, vino la reacción dolorosa y la necesidad de aceptar su enfermedad. Estas cuatro variables coyunturales le dieron sentido a un proyecto de libro en el que intento hablar de la memoria y del recuerdo; uno en donde la protagonista es mi madre y la narrativa visual está hecha de imágenes enlazadas que se moldean en un Foto-libro.
P.D.F.: Ese trabajo tuyo habla de la pérdida de la memoria de tu madre a quien le diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer. Tu libro no parece un lamento, es más bien un homenaje a la historia de tu mamá, a su vida. En ese libro hay una serie de fotografías de archivo de familia que poco a poco fuiste asociando a tus propias imágenes, elaboraciones poéticas de la pérdida de la memoria de un ser querido. Algunas de esas imágenes son borrosas, es difícil distinguir lo que esas imágenes esconden. ¿Cómo fue el proceso de elaboración de esas fotografías?
A.Z.O.: El libro Santísimo Sacramento no es un lamento. Tampoco lo consideraría un homenaje, es una aproximación poética a la memoria y a los recuerdos. ¿Sabes? los recuerdos se generan en el presente y quedan gravados en la memoria. Vivir el presente es generar recuerdos que luego se relacionan unos con otros. Eso refuerza la esencia de quienes somos. Pero lo más sorprendente es que los recuerdos nos conectan con el futuro y con la toma decisiones. Siempre nos basamos en nuestros gustos y en lo que somos para decidir cómo actuaremos. En ese sentido, la neurociencia dice que nuestros recuerdos no son como una ficción, en realidad son una ficción. Esto me genera muchísimas preguntas sobre los límites de la ficción y de la realidad.
Borges decía en un cuento: “La memoria del hombre no es una suma; es un desorden de posibilidades indefinidas”. Mi padre murió en el 2015, y entre sus cosas personales, encontré una caja de negativos, en esta caja el archivo familiar era extenso. Había negativos con fotografías tomadas desde su infancia y una serie de imágenes de su vida, incluidas las últimas tomas que él hizo con sus cámaras analógicas. Algunos negativos nunca los vi impresos en los álbumes de familia, pero esto es otra historia.
A partir de ese momento, tomé los negativos y las fotos y me lancé en un proceso de producción de imágenes. Esto, sumado el interés por el recuerdo y la memoria de la vida de mis dos padres, dio como resultado imágenes evocadoras que apelan a la complicidad del lector. Al final, es el cerebro de cada lector el lugar en donde se genera un nuevo recuerdo, una narración del pasado hecha con recuerdos ajenos. Esto para mi es fascinante.
P.D.F: Normalmente la fotografía ha sido pensada como un registro del tiempo, un recordatorio para el pasado. En Santísimo Sacramento es casi lo contrario, cada imagen es un trabajo de introspección hacia la nada; las imágenes se desvanecen y uno no sabe en qué tiempo está, si es antes o después del olvido. ¿Qué quedó de los recuerdos que tu tenías de tu mamá? ¿En el fondo, tenías la intención de dialogar con ese pasado a través de las fotografías, o tu trabajo fue más bien una forma de diluir esos recuerdos en el tiempo indefinido del olvido?
A.Z.O.: Realmente lo que quería era crear un espacio para anclar mis recuerdos. Por eso desarrollo el libro. Más allá de los recuerdos de mi madre, son mis recuerdos creados a través de recuerdos ajenos. Un recuerdo nos parece tan real como la última vez lo recordamos. Y cuanto más recordamos algo, menos preciso es el recuerdo de ese momento. Las imágenes son anclas que me conectan con la realidad del pasado.
P.D.F.: Muchas de las imágenes de recuerdos tuyos o de tu madre aparecen como negativos e imágenes superpuestas. Como si los recuerdos estuvieran hechos de capas translúcidas. ¿Por qué decidiste trabajar de ese modo?
A.Z.O.: Eso tiene que ver con una percepción muy propia que tengo de la fotografía. La imagen se construye y se de-construye constantemente, tanto físicamente como emocionalmente. Esto lo hace mi cerebro constantemente. Al trabajar este concepto de la memoria, concibo un lenguaje visual para elaborar las imágenes para el libro. Utilizo negativos y fotografías, las escaneo, la fotocopio varias veces, o dejo los negativos como imágenes terminadas. En fin, utilizo varios procesos para crear la atmósfera que busco y a la cual llego por el camino de la experimentación.
Personalmente, pienso que el recuerdo no es un momento hiperrealista, es una sensación ligada o un objeto. Es el caso de la chaqueta de mi abuelo. No me acuerdo de mi abuelo de su rostro, pero sí de su chaqueta, del color y de la forma que tenía. Son a veces esos pequeños detalles los que nos permiten pensar que ese momento existió.
P.D.F.: Entre las imágenes también aparecen de vez en cuando fotografías hechas al interior de la casa de tu madre. El libro empieza y se termina con una misma imagen, una “naturaleza muerta” con un objeto en porcelana. Es como si todos esos recuerdos estuvieran contenidos dentro del libro y guardados ahí, en ese objeto decorativo que debe tener un fuerte valor simbólico para ti y para tu madre. ¿Por qué decidiste abrir y cerrar el libro de este modo?
A.Z.O.: La única imagen que esta adosada al libro y que uno siempre ve mientras lee el libro, es la vasija de porcelana blanca. Es una imagen es misteriosa y mágica pues las personas le dan varias interpretaciones a ese objeto. Lo ven como una sopera que nos habla de las madres que alimentan a su familia, o hablan de ella como un osario. Para otros que es un objeto amado. Para mí, es de libre interpretación, es el lector el que la da sentido de acuerdo a sus emociones y a su bagaje intelectual. Porque en mi concepto la finalidad del libro de fotografía es generar una partitura donde cada lector es el intérprete. Este concepto se decanta de la frase de Ansel Adams, quien dice: “El negativo es la partitura, la copia es la ejecución”.
P.D.F.: Es muy difícil hacerle frente a la demencia y a la enfermedad de Alzheimer, sobre todo cuando la persona raras veces es consciente de estar perdiendo la memoria. Pero es cierto que, desde tiempos inmemorables, el olvido ha sido representado por las culturas ancestrales. Muchas lo hacen a través de la mitología. Los griegos, por ejemplo, representaban el olvido bajo la forma de un río, el Lete. En la teogonía de Hesíodo, Lete era una ninfa de agua dulce, hija de la Discordia Beber sus aguas producía un olvido completo. Para algunos griegos antiguos, las almas bebían de esas aguas antes de reencarnar, para no recordar sus vidas pasadas. Hoy vivimos en un mundo sin esas representaciones. ¿La fotografía fue para ti una forma de despedirte de tu madre o era más bien una manera de mantenerla presente siempre, a pesar de su enfermedad?
A.Z.O.: En el proceso de la creación de Santísimo Sacramento, tomé conciencia y empecé a entender la perdida de la memoria causada por el Alzheimer. Es una enfermedad catastrófica, porque ves cómo la persona, y en mi caso mi madre, se va disolviendo y desestructurando, se va volviendo etérea. Lo más difícil es aceptar que ella está físicamente, pero a la vez no está. Las imágenes de mi madre, logran conectarme con el pasado y el presente, en un solo instante. El recuerdo por ficcional que sea, calma y da sosiego al corazón.
P.D.F.: Cuando la fotografía no era digital, la gente en sus casas tenía siempre un álbum familiar. Era una manera de dejar un registro de los momentos familiares simbólicos. Tu libro tiene un formato híbrido, puede ser leído como un diario personal o como un álbum de familia, uno especialmente dedicado a recorrer los momentos más importantes en la vida de tu madre. ¿Hubo algún momento en el que sentiste que no conocías del todo a tu mamá? ¿Cómo se hizo el trabajo de selección de las fotografías del archivo familiar, escogiste imágenes que te recordaran historias familiares conocidas?
A.Z.O.: Hay un asunto muy particular. Las imágenes son registros de mi padre y mías. Mi trabajo se centra en archivos de familia, como te lo explicaba. A través de esas imágenes, recreo ciertos momentos de la vida de mi madre, pero con mi propia mirada. La selección de las imágenes y el dialogo que se establece entre ellas, generan emociones y sensaciones, que yo quise ir agrupando por capítulos. Los capítulos son sutiles, van espaciados por paginas vacías que hablan de olvidos. Estos capítulos son como islas que en su conjunto forman un archipiélago, en donde las islas son las imágenes y el espacio blanco, el mar. El libro inicia con una serie de imágenes donde los espacios en blanco son los protagonistas, pues hablan del vacío, del olvido, de lo que no está. Hay otro capítulo que habla de líneas que forman cruces y otro de sus padres, de su familia; otro, habla de su amor por las flores. La selección de las imágenes está ligada a historias visibles y, en algunos casos, a historias encriptadas y ocultas que conforman algunos capítulos. No todo aparece oculto para un lector atento, sensible.
P.D.F.: La fotografía tiene una manera muy peculiar de trabajar con el tiempo, de moldearlo, de reinventarlo. Las imágenes que vemos en tu libro están estancadas en un tiempo que es el tiempo del recuerdo. Hay algo de la intimidad que ha sido revelado en esas fotografías, algo que antes le pertenecía a tu madre y que hoy todos podemos conocer. ¿Por qué quisiste preservar esa sensación de intimidad en el libro? ¿Es por eso que tu libro tiene un valor sagrado para ti, por los recuerdos que contiene?
A.Z.O.: Las imágenes están estancadas en un tiempo e impresas en el libro, que es el tiempo del recuerdo. El punto de partida es el recuerdo, pero las imágenes reverdecen cada vez que las miramos. Cada vez que miramos, la contemplación de ese momento es distinta. Lo mismo pasa con los recuerdos. Los recuerdos de las personas son sagrados, porque son ellos los que nos definen como seres únicos. La vida tiene un matiz público y otro privado, velado. Es aquí donde aparece la frontera de la privacidad y de lo compartido. En mi libro llego hasta esta frontera de la vida de mi madre. El que traspasa la frontera de lo íntimo, de lo personal, es lector con su imaginación.
P.D.F.: Quisiera terminar con la portada. Hay dos imágenes superpuestas en ella. La primera parece ser el espectro de un recuerdo de infancia y la segunda es un retrato de tu madre, caminando de espaldas por un camino. El principio y el fin de la vida. Tengo la extraña sensación de que uno sólo puede percibir la mitad o menos de la vida de quienes lo rodean. Hay un fuero interior, un espacio infranqueable que nos lleva a estar siempre un paso atrás de quienes más queremos. Esa distancia debe ser abismal cuando la persona empieza a olvidar. Su desapego de la vida es latente, pero uno sigue. ¿Tú sientes esa misma distancia con respecto a tu madre? ¿Cómo ha sido tu relación con ella desde que enfermó?
A.Z.O.: La imagen de la portada está compuesta por una imagen de mi autoría y de otra que encontré en el archivo fotográfico de mi padre. La imagen del recuerdo se encuentra sobrepuesta a la mía, es una imagen traslúcida. Entre las dos imágenes, que son en realidad una sola, se abre una grieta atemporal, un abismo que es un misterio porque habla de la vida de mi madre. El resto de los humanos somos simples espectadores de esa vida – y, a veces, actores de reparto-. Esto me hace recordar El rastro, el libro de Ramón Gómez de la Serna cuando dice: “De todas esas cosas desaparecidas quedan en uno, espectros precisos…”
Web
Agustín Zuluaga Olarte
www.agustinzuluagaolarte.com
Biografía
Agustín Zuluaga Olarte es un fotógrafo y arquitecto colombiano. Nació en 1960 en Medellín, Colombia. Estudió arquitectura en la. Facultad de Arquitectura de la UPB en Medellín. Desde el 2016 su actividad como fotógrafo se intensificó. En 2016, Santísimo Sacramento, su primer libro de fotografía sobre la pérdida de la memoria de su madre, fue seleccionado por el SCAN Photo-book Festival de Tarragona, España, y fue nominado al premio del mejor libro de fotografía por el UNSEEN Festival en Ámsterdam, Holanda. Actualmente vive y trabaja en El Retiro, Colombia.