Más que en los dormitorios solitarios (donde hay espejos), en el metro la gente baja la guardia y la máscara cae. Los rostros de las personas en el metro aparecen, al desnudo, en un reposo sincero.
The guard is down and the mask is off, even more than when in lone bedrooms (where there are mirrors). People’s faces are in naked repose down in the subway.
Belinda Rathbone, Walker Evans, Houghton Mifflin, 1995
Tiene razón Walker Evans al notar que las personas que descansan en los metros lo hacen con un gesto de apacible tranquilidad y eso se nota en sus caras. Hay sinceridad en el retrato del que descansa sentada en los bancos del metro de Nueva York. Porque en medio del tumulto, la gente puede sentirse acompañada pero no observada y el cansancio del cotidiano abre paso a momentos de distracción que son profundamente humanos y conmovedores. Entre 1938 y 1941, la serie Subway portraits no ha dejado de influenciar a otros fotógrafos.
La obra de Miguel Leache, Rápido REM busca un instante en específico en el que la gente se muestra como es, mientras duerme. Viendo esas fotos, uno se pregunta ¿soñarán las personas que duermen en el metro o permanecerán alertas al paso del tiempo para no pasarse de estación? Es un privilegio poder estar en un espacio compartido, en medio de una ciudad y tener la posibilidad de deambular por el subconsciente ya sea unos minutos, mientras otros pasan, se agitan o simplemente, se acomodan y esperan su parada.
PUNTO DE FUGA quiso entablar una franca conversación con Miguel para saber qué tanto Walker Evans pudo haber influenciado su trabajo y entender esa pasión poética por retratar el sueño de los otros.
P.D.F.: Miguel, me gusta mucho un aforismo de G.C. Lichtenberg que retomas en tu blog y que parece haber sido escrito para este trabajo. «Recomiendo los sueños una vez más; vivimos y sentimos tanto en sueños como despiertos, y aquello es tan bueno como esto. Uno de los privilegios del hombre es que sueña, y lo sabe. Apenas se ha hecho todavía de esto el uso adecuado. El sueño es una vida que, ensamblada con lo demás de nosotros, se convierte en aquello que llamamos vida humana. Los sueños se van diluyendo poco a poco dentro de nuestro recuerdo cuando estamos despiertos; no puede decirse cuándo empieza a estar despierto un hombre». ¿En tus fotografías has pensado solamente en el sueño de la gente que retratas o buscas también entender porqué la gente busca en el metro ese momento para liberar la conciencia y entrar en un mundo que de cierto modo lo hace vulnerable ante los demás.
M.L.: Las dos cosas. Hubo un momento en el que entendí que eran inseparables. No sé qué habría escrito Lichtenberg si hubiera conocido los estudios de los años 50 de Bill Dement. Dement fue el primero en relacionar el movimiento rápido de los ojos (REM) con los sueños. Las investigaciones posteriores demostraron que es fácil llegar a la fase REM mucho antes de lo que se creyó en un primer momento, por lo que podemos tener ensoñaciones en cuanto nos dormimos. Sobre todo, si tenemos un déficit de orexina, la hormona que regula la relación entre vigilia y sueño.
P.D.F.: Walker Evans tenía su propio método para hacer los retratos en el metro de Nueva York. Según lo cuentan en los archivos digitales del MOMA, para capturar a las personas, Evans escondía su cámara Contax de 35 milímetros entre el abrigo. Pintaba de negro las partes brillantes de la cámara y dejaba que el lente se asomara entre dos botones; ajustaba el obturador a un disparador de cable, que deslizaba bajo la manga y desde el bolsillo hacía cada toma. La fotógrafa Helen Levitt lo acompañaba a hacer esas tomas en el metro, como si esto pudiera disipar cualquier sospecha entre los paseantes. ¿Por qué decidiste hacer esos retratos? ¿Eras tan escrupuloso como Evans con tu cámara o era más fácil retratar a la gente dormida?
M.L.: Así es: Jeff Rosenheim lo cuenta en el epílogo de las ediciones más modernas de Many Are Called, cuando explica la génesis del libro. En cuanto a tus dos preguntas, precisamente la introducción de James Agee al libro de Evans y el prólogo de Christian Schüle a Compression de Michael Wolf fueron parte del detonante para dar forma a Rápido REM. Incluso teniendo en cuenta la fecha del texto de Agee (1940) y las fotos que prologa Schüle, el pesimismo de ambos me empujó a buscar otros caminos.
Y sí, en el primer viaje no conté con una Helen Levitt, sino con tres. En los siguientes fui a cuerpo gentil. Aunque ya sabes que un hombre con una cámara es -en el mundo civilizado- un bulto sospechoso, no tuve problemas. Utilicé una de medio formato y la usé sin ningún disimulo. Bajaba al tren a primera hora y recorría líneas enteras o hacía transbordos donde la intuición me decía que podía encontrar lo que andaba buscando. Solo paraba para tomar un bocadillo y seguía el flujo de los trenes y sus pasajeros observando como, la mayoría, acababan por dormirse. Desde luego, alguien dormido es más fácil de fotografiar, en el sentido en el que lo preguntas.
P.D.F.: Con la llegada del mundo digital, la gente quiere pasar más tiempo conectada al mundo virtual que a la realidad misma. Las personas están mediadas en su cotidiano por la presencia constante de los aparatos electrónicos, como si fueran una extensión más de su cuerpo. Tampoco hay mucho tiempo para el descanso. Las horas para el ocio parecen contadas en las grandes metrópolis del mundo. No me extraña que la gente que retratas busque un momento de tranquilidad para recuperar de los días ajetreados. ¿Qué diferencia ves entre estos retratos y los que hizo Walker Evans en su tiempo?
M.L.: Si hablamos de la era digital, en los metros de otras grandes ciudades del mundo verás a los viajeros utilizando los móviles de manera compulsiva en los vagones. En Tokio esto sucede en los andenes. Es ahí donde usan sus teléfonos (en rarísimas ocasiones para hablar). Cuando entran el los vagones, un gran porcentaje de usuarios practica lo que en japonés de llama Inemuri o sueño vigilante: el descanso de quien trabaja mucho. Sin embargo, la pregunta es si el Inemuri no es una forma elegante de referirse a una insuficiencia de la orexina, la hormona de la que antes hablábamos. Algunos estudios concluyen que en algún momento del desarrollo (posiblemente en la pubertad), el sistema inmunológico deja de reconocer como propias estas células neuronales y las trata como “cuerpo extraño”, las ataca selectivamente y las elimina.
En Many Are Called Los viajeros de las páginas 42, 58 y 62 duermen. En el resto nos enfrentamos a una introspección que Luc Sante describe muy bien en el prefacio: “Como la costumbre en el metro aconseja volver la mirada hacia adentro, no mirar a los demás, uno puede prescindir del rostro que usa en sociedad en beneficio de los otros, relajar su postura, permitir que su edad y la duda y el cansancio retomen las posiciones que ocupan en la intimidad de su propia casa. El pasajero del metro está desnudo. El mandato de no mirar no es simplemente una cortesía o una forma de evitar problemas, es una ley común fundamental, como las que rigen el comportamiento en los baños públicos”. De ahí salen los retratos de Evans, de esa “compostura” que da lugar a la reflexión o al simple vagabundeo mental.
En los sujetos de Rápido REM, ese vagabundeo se produce de forma inconsciente a través de los sueños y para eso es necesario la laxitud del cuerpo. Los resultados son diferentes; las imágenes hablan de dos momentos distintos, aunque hay teóricos favorables a la unicidad entre sueño y realidad. En cuanto a esto, Andrés Lima Hincapié tiene un artículo en el Nº de la Revista de Filosofía, ¿Existir en sueño o en vigilia? Las respuestas de Calderón y Descartes. Habla de las dudas de ambos en cuanto a la distinción de los dos estados. Recoge algunos versos de Calderón que tal vez leyó Lichtenberg, aficionado a algunos autores españoles.
Por ejemplo:
“¿Qué os admira? ¿qué os espanta
si fue mi maestro un sueño,
y estoy temiendo en mis ansias
que he de despertar y hallarme
otra vez en mi cerrada
prisión? Y cuando no sea,
el soñarlo sólo basta:
pues así llegué a saber
que toda la dicha humana
en fin, pasa como sueño”.
Siempre ha existido un deseo de unión entre consciencia e inconsciente y ese posible equilibrio fue también un punto de apoyo para el libro. Más que una diferencia con el de Evans hay -desde luego-un aprender. Como de los libros de Wolf, Pedan, Woldwater o Murakami. Uno construye solo a partir de lo aprende. Ya sabes que la inspiración consiste en no revelar nunca tus fuentes. El problema es que aquí son tan evidentes…
P.D.F.: Es cierto que la fotografía es inagotable porque cambia la tecnología, cambian los tiempos y cambia también la subjetividad de quien mira. En tu serie, los retratos muestran a las personas cansadas, desarmadas de cierto modo por la fuerza del sueño que las invade. Parece que ese tiempo detenido que has logrado encontrar con tus retratos reflejara al mismo tiempo la histeria colectiva en la que vivimos. Pero esto no es algo que muestres de forma vulgar. Hay algo de respeto frente a los tiempos que vivimos, de búsqueda de un momento de mutua simpatía con alguien que probablemente no sabe que está siendo retratado. ¿Crees que hay una forma tangible, visible, de mostrar cómo hemos ido perdiendo poco a poco el espacio vital para dejar que el tiempo pase de forma más natural? ¿No será este momento de descanso en el metro la expresión de un cuerpo que pide una tregua momentánea para dejarse llevar por el sueño?
M.L.: No se lo digas a nadie, pero me considero un hombre sin dignidad. Desde que decidí prescindir de tal atributo me siento mucho más libre. Como no es una cualidad otorgada por alguien, yo mismo me despojé de ella. Sin embargo, considero -y sobre todo lo considera la Declaración Universal de Derechos Humanos -que mis congéneres son dignos. Te digo esto porque da igual cómo retrates a quien sea, siempre tendrás frente a ti a un ser humano, no sé si dentro de una histeria común, en un espacio reducido, con cansancio, con simpatía o a mala sangre. Siempre será una persona.
Desde luego, en el caso de Rápido REM las personas retratadas ostentan una cierta gravedad en el estar. Se repite un patrón que hace del sueño una forma elegante de caer en el inconsciente. La apariencia es digna; es verdad. Y quiero creer que esa compostura tiene que ver con el respeto a los otros y al medio de transporte. Desde luego, como en cualquier otro metro, hay sobones en las horas punta -de hecho, ya se han habilitado vagones rosas en algunas metros-, pero en líneas generales el aspecto que se describe en el libro coincide con la realidad.
P.D.F.: El título que Walker Evans le dio a su obra es muy diciente. Many are called llamó ese libro en el que solo incluyó ochenta y nueve imágenes. El libro se publicó en 1966, muchos años después de que las fotos hubieran sido tomadas. ¿Por qué elegiste llamar a tu libro Rápido REM?
M.L.: Rápido REM tiene un doble sentido. Toma su nombre del tipo de tren que es veloz y con paradas, y habla de la fase de sueño Rapid Eyes Movement. Así se produce una repetición referida a la velocidad en lo consciente y lo inconsciente, como las pruebas de laboratorio en las que se mide el tiempo en que tarda una persona en dormirse.
P.D.F.: Hablemos de la parte editorial y del diseño del libro. ¿Cómo se dio la selección del formato del libro, la selección de la secuencia y la paginación? ¿Estuviste sólo en el proceso o el equipo de Underbau estuvo contigo a lo largo de este trayecto?
M.L.: La selección de imágenes ha durado mucho tiempo. El libro ha tenido subtramas y contenidos distintos. Finalmente, en la soledad del estudio, muchas fotos que apreciaba iban cayendo del muro, hasta dejar una historia clara y sin interferencias.
Hice después tres maquetas, dos de ellas eran leporellos. Ninguna funcionaba bien. Así que hablé con Juanjo Justicia, de underbau y él convirtió al leporello. La estructura se compadece bien con el movimiento del metro. La secuenciación y la paginación son también suyas. Hablamos para ajustar algunos cambios, pero el diseño es todo suyo.
El trabajo de Makiko Sese, la traductora, ha sido muy importante. Ella ha conseguido que los textos funcionen perfectamente en el ámbito de la cultura japonesa. Lo mismo ha hecho con la traducción del título. No era fácil.
P.D.F.: Hay decisiones que los fotógrafos, los editores y los diseñadores toman con respecto a un libro que hacen que se convierta en un clásico. A veces esas decisiones están en la elección del texto, o en la forma como las fotografías ocupan las páginas o inclusive en la narrativa que un libro crea. Hoy son diversas las formas de editar. Hay mucha libertad a la hora de elegir cómo hacer un libro de imagen. ¿Cuál es la particularidad de este libro? ¿Qué lo hace especial?
M.L.: Me alegraría que lo fuera. Si es así, será por su simplicidad. Son solo 30 retratos y 9 textos con su traducción en el reverso. Pero cuando lo despliegas o simplemente lo ojeas ves a personas extraordinarias. En la declaración de intenciones de la editorial Heads Take Away, que publica el libro, se dice algo así como “el mundo es demasiado pequeño para hablar de territorios”. Los viajeros de Rápido REM no tienen nada de exótico, somos nosotros. Tal vez duerman más, o no. Tienen las mismas ansiedades, sueñan como nosotros, aman u odian igual, desean lo mismo. Somos nosotros.
P.D.F.: De acuerdo. Muchas veces la simplicidad de la forma y la franqueza de las imágenes genera efectos muy profundos en los lectores. Estamos tan acostumbrados a ver imágenes que, es esa autenticidad, esa simplicidad o esa mirada directa lo que nos conmueve. ¿Buscabas de forma intencional generar esa conexión directa, sincera, sin excesos y sin decorados con las personas que retratabas? ¿Te consideras un fotógrafo humilde o buscas llegar a algún tipo de verdad con tu fotografía?
M.L.: Desde luego se trata de que quien mira pueda ver sin distracciones. Conforme fotografiaba, fui cambando los puntos de vista para obtener imágenes más limpias, hasta decidirme por la imagen frontal. En cuanto a la humildad, no sabría qué decirte. Hay una corriente muy importante de fotógrafos que desaprueban la fotografía de otras personas. Se considera la obtención de imágenes de terceros como una especie de violencia que me recuerda a aquella famosa superstición de algunas tribus africanas. Si añadimos a esto la idea de “asesinato” de Susan Sontag, podríamos pensar que obtener imágenes de otras personas es pecado de soberbia. Mientras tanto, solo en Facebook subimos 4501 imágenes por segundo.
P.D.F.: Viendo un poco más a fondo cada retrato, detallando los gestos de cada persona, la proximidad con la que retratas a cada uno, me doy cuenta de que existe una cierta poesía, una delicadeza en tu forma de ver las cosas que es valiosa. ¿Crees que tus fotografías sobrepasan el lenguaje documental? ¿No es la fotografía más bien un encuentro, un momento para conocer a otros? ¿Cómo lograste escapar a la necesidad de denunciar o evidenciar objetivamente la realidad?
M.L.: ¡Me gusta esta forma de verlo! Es que es cualquier cosa menos documental. No puedes hablar con el retratado porque está dormido, claro. Pero fue estupendo viajar frente a ellos, mirándolos con afecto, sin saber si despertarán en la próxima parada o dentro de ocho, mientras observas cómo se inclinan, hasta componer una imagen barroca que podría estar en un lateral de la tumba de Julio II. No había nada que denunciar y en cuanto a la realidad objetiva ¿existe tal cosa? Yo me quedo con Calderón:
¿Qué habrá que no nos engañe
si nos engaña un cristal?
¿Qué habrá que no nos engañe
si engaña la luz del día?
¿Qué habrá que no nos engañe
engañándonos el cielo?
¡Gracias!
Web
https://www.headstakeaway.com/
Fabricación
Biografía
Miguel Leache nació en Pamplona en 1959. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra. Hizo sus estudios artísticos en los estudios de distintos pintores y talleres de fotografía. Ha compaginado el ejercicio del Derecho con la pintura y la fotografía.
Fotolibros
- Rápido REM, Heads Take Away, 2022
- Más quiero a mi perro, auto-editado, 2014
Por los días felices, KEN, 2013
Otras publicaciones
- Herman Neville, Bartebly el escribiente, KEN, 2014
Finalista en concurso Internacional Libro de Artista. - Correspondencias, KEN, 2017
Sobre los retratos de Walker Evans
- Walker Evans, Many Are Called, 1938